El líder ruso, Vladimir Putin, y el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump / EUROPA PRESS

El líder ruso, Vladimir Putin, y el expresidente de Estados Unidos, Donald Trump / EUROPA PRESS

Opinión

Otxandiano, Trump y el realismo político

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Una de las peleas contra molinos de viento que tengo casi constantemente es aquella de conseguir que los políticos de mi país sean del signo que sean, utilicen de forma adecuada conceptos que vienen de la filosofía y/o la ciencia política.

La semana pasada viví una de esas situaciones de la mano del portavoz parlamentario del principal grupo de la oposición en Euskadi, Pello Otxandiano. Una situación, que, además, viene perfecta para explicar que esta pasando o va a pasar en el mundo en los próximos 4 años, a raíz de la victoria de Donald Trump.

El portavoz parlamentario de EH Bildu, en una parte de una entrevista radiofónica difundida en redes sociales por las cuentas de su formación, anticipaba una reflexión sobre el “realismo político”.  Ya supondrán los lectores que nada que ver el concepto que tenía Otxandiano con la definición que se hace del mismo concepto desde la ciencia política.

Trump promovió menos guerras que sus predecesores demócratas

No voy a entrar en como trabajó Otxandiano el término, pero si me gustaría profundizar en, posiblemente, el mayor bulo de los últimos 8 años en materia de política internacional. Es aquel que dice que Trump promovió menos guerras que sus predecesores demócratas, que en consecuencia los 4 años futuros del gobierno de republicanos serán más pacíficos y que el excéntrico presidente acabará con las guerras que ahora se están desarrollando.

Algunos han tenido la osadía de etiquetar a Trump como un pacifista y, nada más lejos de la realidad. El concepto de realismo político (el de verdad) nos puede ayudar a aclarar porque Trump no es un pacifista o al menos no un pacifista como nosotros pensamos que es un pacifista.

A excepción de Woodrow Wilson, 28º presidente de los EE.UU, el resto de mandatarios norteamericanos han sido siempre unos realistas políticos y Trump no va a ser la excepción. Eso sí, Trump tiene sutiles diferencias con sus más inmediatos predecesores demócratas.

El ser humano es egoísta por naturaleza y cuyas principales motivaciones son sus propios intereses y el poder

Pero vayamos a explicar el término. El realismo político es una corriente dentro de las relaciones internacionales que interpreta que el ser humano es egoísta por naturaleza y cuyas principales motivaciones son sus propios intereses y el poder.

El realismo político considera que las guerras son inevitables y que de no existir un poder superior que ponga orden en la esfera internacional, reinará el caos y el conflicto constante. Al realismo político se le contrapone el idealismo político que si se identifica con el pacifismo clásico y que preconiza las relaciones entre iguales o la diplomacia en la política internacional.

Bien, pues el presidente electo de los EE.UU es un realista político. Que nadie se lleve a engaños. La diferencia es que la retórica habitual de Trump introduce en el discurso realista una novedad, la paz mundial.

La paz no es un fin en sí mismo, como diría un pacifista, sino la fuerza

Como ejemplo perfecto de esta retórica del trumpismo estarían las declaraciones de su próximo secretario de estado, Marcos Rubio, quien aseguraba en la red social X (antes Twitter) en un mensaje de agradecimiento por el nombramiento que “Bajo el liderazgo de Trump lograremos la paz a través de la fuerza”.

Según esta declaración la paz no es un fin en sí mismo, como diría un pacifista, sino la fuerza.

Para Trump y sus seguidores, el mundo multipolar de hoy en día es producto de la debilidad de EE.UU y no de la evolución lógica de multitud de factores geopolíticos, comerciales y de influencia. Como consecuencia de ese mundo multipolar otras naciones han reclamado la influencia que EEUU ha permitido y al entrar en conflicto diversos intereses nacionales, la conflictividad ha aumentado. En resumen, en el mundo unipolar de después de la caída del la URSS, EE.UU era capaz de imponer un orden al resto de naciones, un orden que hoy no es capaz de imponer.

La idea de Trump es volver a recuperar la unipolaridad del mundo, con un EEUU fuerte capaz de doblegar al resto de naciones a través de la fuerza.

Esta es una retórica, un relato que le ha funcionado y que es parte del “Make America Great Again” de su campaña, pero la realidad es que ni la conflictividad en el mundo ha aumentado ya que vivimos la época de la historia con menos conflictos armados, ni es posible un regreso al mundo unipolar como el de después de la caída de la URSS, ni es cierto que el anterior mandato de Trump no produjese guerras y conflictos.

Pero no solo en Gaza, Trump sembró las semillas de una inestabilidad que ha tardado en desarrollarse

La situación que hoy se vive en Palestina se comenzó a gestar en el periodo del primer mandato de Trump y como consecuencia directa de las acciones diplomáticas en la zona en favor de Israel y que supusieron un debilitamiento de Hamas y su control de la franja de Gaza.

Pero no solo en Gaza, Trump sembró las semillas de una inestabilidad que ha tardado en desarrollarse en países como Venezuela (experimento Guaido) o los conflictos latentes en África y extremo oriente y que empiezan a despertar ahora.

Lo previsible y todo ello como consecuencia del realismo político de Trump y del intento de recuperar la posición hegemónica es que algunas guerras se rebajen en intensidad (guerra de Ucrania), pero otros conflictos rebrotarán y pude que con fuerza. De hecho, se esperan un aumento de la inestabilidad de las democracias Latinoamericanas, ya que la retórica trumpista pretende recuperar lo que antaño fue su patio de recreo. De ahí, la importancia de Marcos Rubio como secretario de Estado.

En cualquier caso, es importante llamar a las cosas por su nombre, ceñirnos a las definiciones que nos da la ciencia política y no hacer retórica o relato con los conceptos que ya están trabajados y definidos. Haremos así mejores análisis y no confundiremos al personal llamando pacifista a un reaccionario autoritario.