El Gobierno vasco aprobó en octubre de 2021 el Plan de Transición Energética y Cambio Climático 2021-2024 que tiene entre sus principales objetivos lograr que la cuota de energías renovables represente el 20% del consumo final de energía y asegurar la resiliencia del territorio vasco al cambio climático.
Por otro lado, la Ley vasca de Transición Energética y Cambio Climático, aprobada en febrero de este año, fija el objetivo de que el porcentaje de renovables en el mix energético pase de un 7,3% actual al 32% en el año 2030.
Y, ¿cuál es la realidad actual? Según el informe del Ente Vasco de la Energía (EVE) “Euskadi Energía 2023” la participación renovable sobre el consumo final alcanzó un 20,4%. A la vista de este dato podría parecer que se alcanzará fácilmente el objetivo de la Ley vasca de Transición Energética y Cambio Climático que supone multiplicar por cuatro el porcentaje de renovables en seis años.
Y destaco el “podría parecer” porque si se lograse ese objetivo siguiendo la estrategia actual de las administraciones vascas se lograría a cambio de perder la soberanía energética y poniendo en riesgo la supervivencia del poderoso sector industrial vasca. ¿En qué me basó para sostener esta afirmación?
Por un lado, y sigo indicando datos del mencionado informe del EVE y por dirigentes del Gobierno vasco, la tasa de autoabastecimiento se situó en el 8,7%, reduciéndose respecto a 2022, y por debajo del 28,2% de España y del 41,6% de la Unión Europea. Además, el porcentaje que supone la producción eléctrica renovable sobre el total de consumo eléctrico es de un 7,3% en País Vasco frente al 63,6% de España y al 54% de la Unión Europea.
Este caldo de cultivo, este no hacer nada -en el mejor de los casos- o el poner trabas -en algunos otros-, retrasa el ritmo de implantación de las energías renovables en Euskadi cerca de los consumidores y hace que la energía que consumen empresas, industrias y particulares sea mayoritariamente producida fuera de Euskadi renunciando a la soberanía energética
Por otro lado, y aunque el 73% de los ciudadanos vascos encuestados por el EVE, aprobaban la necesidad de apoyarse en las renovables, especialmente en la energía fotovoltaica, para lograr el objetivo de luchar y frenar el cambio climático diferentes sectores, que, al mismo tiempo, enarbolan la bandera de organizaciones y partidos que quieren mantener la tierra, el monte, e incluso las ciudades en su estado no actual, sino primitivo; han difundido falsos mitos sobre los supuestos impactos negativos de las plantas de producción de energía renovable generando una polémica artificial en torno a esta energía que se ha traducido en que desde hace 18 años no se autorizaba la instalación de ningún parque eólico en Euskadi.
Este caldo de cultivo, este no hacer nada -en el mejor de los casos- o el poner trabas -en algunos otros-, retrasa el ritmo de implantación de las energías renovables en Euskadi cerca de los consumidores y hace que la energía que consumen empresas, industrias y particulares sea mayoritariamente producida fuera de Euskadi renunciando a la soberanía energética.
Además, obliga a los ciudadanos, empresas y, especialmente al sector industrial vasco, a pagar más por la energía, debido a los costes de transporte, impidiendo que puedan producir y alcanzar los objetivos de descarbonización a un coste razonable.
Un sinsentido, con todos mis respetos, que no puede ser el leitmotiv de las administraciones vascas porque existe un riesgo cierto, de que aun no haciendo nada, muchas cosas cambien, pero a peor.
Un ejemplo evidente lo tenemos en Alemania, un país que sus empresas de referencias, sus empresas de bandera (de la industria automovilística, farmacéutica, etc.) están abandonando por los altos precios de la energía. ¿Puede reproducirse esta situación en Euskadi?, ¿hay riesgo de que las empresas vascas abandonen su tierra?
La respuesta es sencilla, clara y rotunda: sí. Y no es una predicción que me saque de la manga sino una amenaza real pues en los últimos años diversas empresas e industrias vascas con gran arraigo en el territorio y muy importantes para el PIB y el empleo regional, han realizado paros en su producción de días o semanas debido al precio de la energía.
¿Se puede poner en riesgo la ampliación de grandes empresas que todos tenemos en mente?, ¿se pueden retrasar inversiones estratégicas como la construcción de centros de datos por falta de energía? La respuesta vuelve a ser un claro y rotundo “sí”
¿Se puede poner en riesgo la ampliación de grandes empresas que todos tenemos en mente?, ¿se pueden retrasar inversiones estratégicas como la construcción de centros de datos por falta de energía? La respuesta vuelve a ser un claro y rotundo “sí”.
La lucha contra el cambio climático y la apuesta por una transición hacía una economía y sociedad más sostenibles afecta a nuestro entorno, a nuestro estilo de vida y a la forma en que producimos y consumimos bienes y servicios, pero es necesaria a la luz de los cambios climáticos extremos que estamos sufriendo.
No sólo eso, es un objetivo con el que la mayoría de la sociedad vasca está comprometida puesto que sabe que, en este tiempo de transición, no es rentable ni económica ni medioambientalmente apostar por un mix energético vinculado al carbón y al gas, sino aprovechar de forma eficiente y responsable los recursos naturales presentes en nuestra tierra, sol y viento, para consolidar y seguir impulsando, no lastrando, la competitividad de la industria y economía vascas lo que redundará en un mayor y mejor empleo y calidad de vida de todos los vascos.
Antonio González Terol es director de Relaciones Internacionales y Comunicación de Solaria