Astilleros Balenciaga, en la localidad de Zumaia

Astilleros Balenciaga, en la localidad de Zumaia Luis Miguel Añón

Opinión

El glamour de la industria

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Hubo un tiempo no muy lejano en el que la industria, nuestra industria, tenía “glamour” era atractiva no sólo para los de dentro, también para los de fuera, y se consideraba un privilegio formar parte del equipo de cualquiera de las industrias emblemáticas que afortunadamente todavía tenemos en Euskadi.

Sin embargo ese atractivo, esa imagen de marca que tardó mucho tiempo en, se va diluyendo poco a poco debido a circunstancias diversas, unas propias y otras ajenas. Sobre las primeras tenemos cierto margen de maniobra, sobre las segundas evidentemente, es más complicado actuar. Unas y otras confluyen en todo caso, en una pérdida de atractivo que ya reconocen empresas industriales de todos los sectores, mientras se plantean cómo volver a ganar lustre.

El indicativo más importante que ha generado esa alerta generalizada, es la dificultad para atraer y fidelizar talento. Conocedores de que lo que antes valía, ya se ha quedado obsoleto, los equipos de recursos humanos en algunos casos llamados de forma mucho más apropiada “de talento”, trabajan nuevas formas de atraer a nuevos trabajadores jóvenes, poniendo en marcha iniciativas que van más allá del salario, puesto que saben que ahora mismo, hay otros componentes que los jóvenes valoran tanto o más que el dinero: el teletrabajo, la conciliación, los incentivos emocionales y por supuesto el compromiso social de la empresa.

En cualquier caso, nadie tiene claro que esto sea suficiente para frenar la sangría que las empresas sufren ante la falta de perfiles profesionales, pero sin duda, es aquí donde más podemos incidir.

En paralelo esa merma en el atractivo se ve incrementada por la situación económica y el impacto de las diferentes estrategias geopolíticas y conflictos bélicos, que están generando en la industria europea, y cómo no, también en la nuestra, problemas de difícil solución en el corto y medio plazo.

Empiezan a ser recurrentes las malas noticias que llegan de algunas empresas. En este sentido, la última semana ha sido especialmente negra. Los malas augurios empresariales han llegado desde Siemens Gamesa, Astilleros Balenciaga y BSH. Son situaciones diferentes para cada uno de estos centros de trabajo, pero ninguno atraviesa por buenos momentos. El caso de la de la planta navarra de electrodomésticos BSH, es sin duda el más significado, puesto que el anuncio por parte de la central alemana de que la filial navarra desaparecerá, dejaría sin trabajo a casi 700 personas de forma directa, y muchos más de forma indirecta.

La producción se ha estado llevando a Polonia y Turquía, y los motivos no hace falta ni que se expliciten puesto que a nadie se le escapa que están directamente relacionados con los costes, fundamentalmente con los laborales. Desgraciadamente, no es ni será la última empresa que perdamos dadas las circunstancias. Lo que sigue llamando la atención es la escenificación que como una especie de ritual se vive cuando ocurren estas cosas. Desde luego la noticia es triste, y lamentable la perdida de puestos de trabajo y las historias que cada una de esas pérdidas supone, desde el punto de vista humano. Falta como casi siempre un análisis un poco más riguroso de cómo hemos llegado a ese punto y sobre todo si esto, normalmente no son decisiones que se tomen de la noche a la mañana, se podía haber previsto y haber hecho algo antes del anuncio del cierre.

Hacerlo después no es más que un brindis al sol. El enésimo. Desde esta tribuna ya hemos escrito en más de una ocasión que para cualquier empresa, tomar una decisión de esas características no es fácil. Es complicado. Muy complicado. Tienen que valorar lo que ganan tras apostar por una inversión concreta y lo que pierden cuando se da marcha atrás. Y eso sí, cuando la decisión está tomada, ya no hay marcha atrás. La planta se cierra y hay muy poco más que hacer salvo lamentarse.

Mientras tanto Astilleros Balenciaga, un sector claramente especializado, ha anunciado concurso de acreedores tan sólo unas horas antes de que también conociéramos el ERTE de Siemens Gamesa en la planta de Zamudio.

Se hace obligado por muchos motivos recuperar el “glamour” de nuestra industria con parámetros diferentes a los empleados hasta ahora, y a ser posible antes de que conozcamos nuevos cierres.