Hemos llegado a la última semana del año con la sentencia del caso Pelicot dictada y todos los análisis posibles hechos. Aun así, no me resisto a dedicar estas líneas a la que ha sido, en mi opinión, la mujer del año 2024.
Gracias a Gisèle Pelicot puede haberse iniciado un cambio social profundo en el que la cultura de la violación se ponga sobre la mesa y su significado sea explicado e interiorizado por quienes aún consideran que las mujeres somos cosas que siempre deben estar a su servicio.
Cada vez que digo "cultura de la violación" en ámbitos de todo tipo siempre hay alguien, tanto hombre como mujer, que me dice que eso ya es pasarse, que asegurar que existe es ir demasiado lejos y que términos así de "agresivos" son los que hacen que ellos se sientan violentados por nosotras.
El concepto de cultura de la violación comenzó a utilizarse allá por los años 70 para referirse a la normalización y justificación de la violencia sexual.
Según ONU Mujeres y según nuestra propia experiencia también, aunque hablemos de diferentes lugares y en diferentes contextos, ese minimizar y obviar las actitudes machistas está arraigada en todo el mundo y se basa en las creencias, el poder y el control patriarcal.
Perdamos el miedo a usar palabras como patriarcado, feminismo, consentimiento o cultura de la violación
Perdamos el miedo a utilizar palabras como patriarcado, feminismo, consentimiento o cultura de la violación. Sabemos que lo que no se nombra no existe así que hagamos lo posible para que esos términos estén sobre la mesa, se debatan, se aclaren, se asuman y desaparezcan cuando ya no sean necesarios. Mientras tanto, seguiremos haciendo nuestro trabajo a pesar de miradas, comentarios y acciones poco edificantes hacia nosotras, las feministas.
Volviendo al caso Pelicot y a la mujer que durante décadas fue violada por más de 50 hombres con el único consentimiento de su marido que la mantenía drogada durante los encuentros acordados en el chat llamado "sin su consentimiento", volviendo a Gisèle hay que señalar que su caso, su valentía y su deseo de que el juicio fuese público y abierto a todos los medios de comunicación con la intención de cambiar el foco, de abrir su caso, ha puesto la mirada en un lugar en el que rara vez nos fijamos: la violencia sexual que se ejerce en el seno de la familia y de la pareja.
De no ser por ella, no hubiéramos conocido una historia truculenta y dolorosa que ha servido, entre otras muchas cosas, para que la vergüenza no la sientan las víctimas sino los victimarios.
Por cierto que la frase "que la vergüenza cambie de bando", afirmación a la que toda víctima que no se atreve a denunciar debería recurrir para dar el paso, fue acuñada en 1976 por la abogada Gisèle Halimi. Su objetivo principal entonces y el del movimiento que lideraba, era que los juicios por violencia sexual dejaran de celebrarse a puerta cerrada.
Insistían en la necesidad de la publicidad de los debates porque creían que la mujer víctima no tiene nada que ocultar y no debe sentirse culpable. Lo escandaloso, decía, lo verdaderamente escandaloso, no es denunciar una violación sino la violación en sí misma.
Gisèle Pelicot ha sentado en el banquillo a quienes tienen que sentir no solo el peso de la ley sino el profundo mazazo de la vergüenza
Y eso es lo que ha hecho Gisèle Pelicot, sentar en el banquillo a quienes tienen que sentir no solo todo el peso de la ley sino el profundo mazazo de la vergüenza. El juicio ha servido para sentenciar a los culpables. No solo al instigador de las violaciones reiteradas y masivas sobre Gisèle, su marido Dominique Pelicot, sino a 50 de los hombres que acudían al domicilio de la agredida de una manera consciente y deliberada aunque aseguren que no tenían intención de violar. Jamás un hombre viola sin saber que lo está haciendo.
El juicio Pelicot ha dejado una sentencia que todavía puede ser objeto de recurso pero que tiene que servir para que los hombres se paren a pensar.
Tienen que saber, y lo saben en gran parte, que cuando una mujer dice no, no quiere decir sí, que las mujeres no somos cosas que utilizar a su antojo, que los comentarios machistas e hirientes, las miradas lascivas, el acoso callejero, el reír los chistes de señoros o ser un señoro propiamente dicho, es asumir que las mujeres siguen siendo 'otra cosa' sobre la que se ejerce una violencia a veces invisible a los ojos pero que dejan terribles heridas.
Hoy Gisèle Pelicot es un icono de feminismo y de la dignidad. Las demás seguiremos su ejemplo y trabajaremos desde nuestros ámbitos para lograr que, efectivamente, el foco se ponga sobre el violador y no sobre la violada.
Hemos agotado el primer cuarto del siglo XXI y hemos recurrido a una frase del último del siglo anterior para insistir en que la vergüenza tiene que cambiar de bando. Eso nos da una idea de lo poco que hemos avanzado y de cómo esa cultura de la violación sigue instalada entre nosotras.
Por cierto, que a fin de año estamos llegando también y solo hay activos 20 de los 52 centros de crisis para víctimas de la violencia sexual que deben estar abiertos en España antes de final de este 2024.
Son espacios obligatorios, según la Ley de Libertad Sexual, que debían estar en funcionamiento desde final de 2023. Recibieron 83 millones de euros de los famosos fondos Next Generation pero su puesta en marcha y de no hacerlo, tendrán que devolverlos. Así estamos, sí.