Concentración en Pasaia contra el último crimen machista.

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Opinión EL APUNTE DEL DIRECTOR

47 mujeres

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El tránsito entre dos años es un momento propicio para hablar de cifras. Porcentajes, listados y datos varios anegan los periódicos, los telediarios y las mentes informadas. En este puente entre 2024 y 2025 un número se impone por encima del resto: 47.

El año pasado 47 mujeres fueron asesinadas en España, dos de ellas en Euskadi. Una cifra tan terrible como hiriente, tan inexplicable como jodidamente real, tan abultada como reveladora de demasiadas cosas que nos circundan. El machismo sigue imperando al menos en unas cuantas capas de nuestra sociedad.

Impera porque continúa habiendo muchos hombres que consideran que sus parejas son de su propiedad. Objetos que coleccionar, manosear y, llegado el caso, ejecutar. No las mataron porque eran suyas. Las mataron porque ellos eran bestias machistas que no tienen excusa ni justificación posibles. Y porque aprendieron y heredaron conductas igualmente injustificables. 

Estamos obligados a no perder de vista este problema estructural que persiste en nuestras calles

Esta realidad horrenda no puede dejarnos impasibles. Nos preocupan mucho, así lo dicen las principales encuestas, la vivienda, el servicio de Osakidetza o las dificultades de la juventud para emanciparse. Es lógico y legítimo que así sea.

No obstante, estamos obligados a no perder de vista este problema estructural que persiste en nuestras calles. A reflexionar sobre qué puede hacer cada uno. Y a seguir luchando en la medida de lo posible para combatirlo. 

Huelga decir que queda muchísimo por hacer en la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres. Entre otras cosas, hay que hacer pedagogía en cada escuela y en cada hogar. Porque cada pequeño paso que demos como sociedad o individualmente contribuirá a evitar, al cabo, más crímenes en el futuro.

Trabajar en la educación se antoja insoslayable. Pero no es lo único que debe hacerse. Como escribió aquí hace un tiempo Begoña Beristain, también es necesario que las administraciones inviertan más para proteger a todas esas mujeres amenazadas. Los recursos, bien empleados, salvarán vidas allá donde la razón ya no sirve. 

Con mucho trabajo y con no poca suerte, quizás podamos empezar a vislumbrar un año en que no haya víctimas mortales por violencia machista. Aunque, claro está, uno no puede ser optimista cuando piensa en esas 47 vidas arrebatadas.