La vicepresidenta primera, ministra de Hacienda y vicesecretaria general del PSOE, la todopoderosa María Jesús Montero, esa eminencia, optará a la Secretaría General de los socialistas andaluces para redimir al socialismo andaluz, recuperar la Junta de Andalucía y gobernar la comunidad autónoma, como en los tiempos de Chaves, Griñán y Susana Díaz (de cuyos gobiernos fue consejera).
Lo anunció hace unos días en un acto rodeada de militantes en Sevilla, un día después de que el todavía secretario general, Juan Espadas, anunciara que no optará a la reelección por motivos personales; por motivos personales de Pedro Sánchez, se entiende, amo y señor del PSOE y que pretende que no haya nadie en su partido que ose llevarle la contraria, aunque sea mínimamente.
Antes que Juan Espadas, Luis Tudanca y Juan Lobato renunciaron a intentar seguir dirigiendo las federaciones socialistas de Castilla y León y Madrid, respectivamente, para no enfrentarse a Sánchez y caer por lo tanto en desgracia, y quizás de ese modo obtener, a cambio, una compensación del partido en forma de futuro cargo público que les permita seguir viviendo de la política, que es donde más cómodamente se vive.
En cuanto a la presentación de la candidatura propiamente dicha, lo habitual en la vicepresidenta incandescente e incontinente: frases deslavazadas, ataques a la oposición y populismo socialista; y como novedad, guiños a Lina Morgan pero también a Fidel Castro, dictador que lleva muerto menos años que Franco, ese otro dictador revivido por Sánchez al que se agarra como clavo ardiendo para continuar en la Moncloa.
La receta de Montero para Andalucía es "más autogobierno", el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura aunque implique la desvertebración de España y la profundización de las desigualdades (aquellas contra las que luchaba el socialismo de toda la vida). Su objetivo, según ha confesado, es "terminar la tarea" iniciada al comienzo de la democracia, aquella que no tuvieron tiempo de terminar tras treinta y siete años de gobierno.
Por tanto, a partir de ya mismo, Montero compatibilizará sus responsabilidades en el Gobierno de España y en el Ministerio de Hacienda con el ejercicio que supone querer ser alternativa a Juanma Moreno en Andalucía. Que un político compatibilice sus responsabilidades como cargo público con sus responsabilidades de partido no es precisamente una rareza, aunque, en este caso, al ser nada menos que ministra de Hacienda, las incompatibilidades y las distorsiones serán más evidentes.
Por ejemplo, a la hora de negociar la actualización del sistema de financiación autonómica, que es el conjunto de normas que rigen la redistribución del presupuesto español entre las diferentes comunidades autónomas, ¿se avendrá a defender un sistema justo e igualitario que atienda las necesidades del conjunto de los ciudadanos españoles o "barrerá para casa" y beneficiará a los residentes en la comunidad autónoma que quiere presidir?
Y siendo además miembro destacado del Gobierno de España, ¿defenderá un despliegue justo de las inversiones que deban realizarse a lo largo y ancho del país o tratará de priorizar las que necesita Andalucía? Estas son cuestiones que están ya sobre la mesa.
Montero ha venido defendiendo (después de que Sánchez cambiara de opinión, sobra decirlo) la concesión de una financiación privilegiada para Cataluña vía articulación de un concierto económico del tipo que ya disfrutan (disfrutamos) vascos y navarros
De momento, conocemos la obra y milagros que la extensa carrera política de Montero nos ha regalado hasta hoy: por ejemplo, sabemos que fue consejera de Salud y consejera de Hacienda y Administraciones Públicas de los gobiernos andaluces presididos por Chaves y Griñán, ambos condenados por el escándalo de corrupción de los ERE, el primero de ellos a nueve años de inhabilitación por un delito de prevaricación continuada, y el segundo a seis años de prisión por los delitos de prevaricación y malversación de caudales públicos, penas que terminó anulando el Tribunal Constitucional de Cándido Conde-Pumpido.
Ignoro si los andaluces "amnistiarán" a Montero con su voto del mismo modo que Conde-Pumpido "amnistió" a Chaves y Griñán con el suyo, al fin y al cabo, los votos de los ciudadanos suelen ser inescrutables y cosas más raras se han visto. De momento, ella ya ha dicho que es un honor que la relacionen con los expresidentes andaluces.
En todo caso, más allá de la incompatibilidad obvia que subyace del hecho de que compatibilice su cargo de vicepresidenta del Gobierno de España y ministra de Hacienda con el de candidata del PSOE a presidir la Junta de Andalucía, o incluso más allá de su participación en los gobiernos andaluces responsables de los ERE, hay otra cuestión más actual que podría dificultarle su acción política en Andalucía.
Sin ir más lejos, Montero ha venido defendiendo (después de que Sánchez cambiara de opinión, sobra decirlo) la concesión de una financiación privilegiada para Cataluña vía articulación de un concierto económico del tipo que ya disfrutan (disfrutamos) vascos y navarros, y que implica que abonemos a las arcas del Estado menos de lo que nos correspondería si Euskadi y Navarra formaran parte del régimen común, como el resto de comunidades autónomas.
Se trata de la cesión más lacerante que Sánchez ha concedido al nacionalismo catalán, y que podría concretarse en los próximos meses si el Gobierno de España cumple lo prometido a los líderes catalanes. La concesión de un concierto económico a Cataluña supondría la ruptura definitiva de la redistribución y de la igualdad en España, dado que Cataluña abonaría menos de lo que le corresponde al resto de los españoles.
Y semejante medida supondría, por razones que cualquiera puede entender, que los andaluces dispondrían de menos dinero del que tendrían si los catalanes no tuvieran privilegios, dado que el PSOE decidió, para que Sánchez permaneciera en la Moncloa, no ya que los ricos no financien a los pobres sino que los que menos tienen financien a los que tienen más, apoteosis de la redistribución inversa, y que puede ser cualquier cosa menos una política progresista o de izquierdas. Así que esto es lo que la ufana Montero deberá explicar a los andaluces ya: qué es eso de beneficiar por razones políticas a Cataluña y perjudicar como consecuencia de ello a Andalucía.
Ahora Montero se presentará a las próximas elecciones andaluzas teniendo que defender, ignoro cómo, un sistema de concierto que privilegia a los catalanes a costa de todos los demás, incluidos los andaluces
Es curioso. Yo mismo me presenté como candidato a lehendakari en 2009 y 2012 con un programa político que incluía la supresión del concierto económico, al ser un instrumento de desigualdad que implica la concesión de unos privilegios a unos determinados ciudadanos (en este caso los vascos) a costa de los restantes, posición política que no ha vuelto a verse nunca más.
Lo hice (lo hicimos) por honestidad política, progresividad fiscal y justicia social, más allá de que semejante postura me restara votos; al fin y al cabo para defender los privilegios ya estaban todos los demás.
Ahora Montero se presentará a las próximas elecciones andaluzas teniendo que defender, ignoro cómo, un sistema de concierto que privilegia a los catalanes a costa de todos los demás, incluidos los andaluces. Su candidatura promete tardes de gloria.