La compra de Talgo por parte de Sidenor pasará a la historia de las operaciones empresariales donde los intereses políticos pesan tanto o más que los meros negocios. Porque es evidente que José Antonio Jainaga se lleva el gato al agua gracias al impulso indisimulado de los palacios de la Moncloa y Ajuria Enea.
Aquí ya lo adelantamos el pasado octubre. Y luego tanto el Gobierno vasco como el Gobierno central han dejado claro durante todo el culebrón vivido que Sidenor era su opción favorita para comprar Talgo.
Los unos se han movido por la vasquidad, ya que así un empresario de Euskadi monta un gran grupo industrial con sede en la comunidad ("Talgo y Sidenor, dos colosos de la industria vasca" era el gran titular de EITB este viernes por la noche).
Y los otros se han guiado porque así se mantiene la españolidad de una empresa estratégica dedicada a un sector tan clave como el ferroviario. Ambos gobiernos, además, están controlados por socios políticos que se necesitan mutuamente.
O sea, dos arraigos y un destino.
Ese destino consiste, por cierto, en crear uno de esos "campeones nacionales" mediante la alianza de Talgo y Sidenor. Y es casi obligatorio señalar que este campeón parece tener dos naciones, la de los que defienden la vasquidad y la de los que prefieren la españolidad. O, mejor dicho, cuando se habla de pasta de verdad, poco importan las naciones. Pero de eso ya hablaremos otro día...
La imagen distribuida este viernes por los compradores para anunciar la 'fumata blanca' habla por sí sola. Aparecen juntos con las manos entrelazadas el presidente de BBK, Xabier Sagredo, el consejero de Industria del Gobierno vasco, Mikel Jauregi, el citado presidente de Sidenor, José Antonio Jainaga, el consejero de Hacienda, Noël d' Anjou, y Jon Urresti, presidente de Vital.
Pocas veces una imagen ha sido más reveladora. Ya puestos, eso sí, podría haber posado también algún miembro del Gobierno central, que tanto ha empujado a favor de la operación primero por la vía de las palabras, luego por la vía de los gestos y, por último, por la vía del bloqueo a otros competidores foráneos.
La confluencia de arraigos, o sea, de intereses políticos y económicos de ambos ejecutivos ha provocado que en esta operación haya habido más movimientos de los confesables y, en esa línea, hayan intervenido, como siempre ocurre, más actores de los que saldrán a la luz.
En Euskadi ya hay quienes hablan del último servicio a la causa del propio Andoni Ortuzar, presidente saliente del PNV, que en todo caso se marchará con su delfín, el lehendakari, Imanol Pradales, triunfante tras este éxito innegable para la industria vasca.
Además de los arraigos, claro está, Jainaga obtiene por fin su operación largamente perseguida para lograr un gran grupo industrial. Y, por supuesto, Talgo logra la solidez perdida para afrontar los 4.000 millones de euros en pedidos.
Todos contentos. Todas las ambiciones colmadas. Todo el Poder unido. Y al que no le guste, que no mire.