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Escaparate de una inmobiliaria a 17 de julio de 2024 Europa Press
Zonas tensionadas… y promesas que tensan
El analista y consultor de comunicación política, Aner Ansorena, escribe sobre el problema de la vivienda en Euskadi
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Hablar de vivienda en Euskadi es meterse en un charco. Y de los grandes. Porque da igual el año en el que leas esto: encontrar casa sigue siendo una de las principales preocupaciones de la ciudadanía. Lo dice el Sociómetro Vasco, que coloca la vivienda como el segundo gran problema en Euskadi, solo por detrás del empleo.
Ese malestar lo saben los políticos, claro. Y cuando algo preocupa, llegan las medidas estrella. La última gran promesa fue la Ley de Vivienda estatal, aprobada en mayo de 2023. Una ley que venía a solucionarlo todo: bajaría precios, protegería a los inquilinos, regularía las llamadas zonas tensionadas. El anuncio sonó casi a alivio. Por fin.
Pero, claro, la política y la realidad no siempre van al mismo ritmo. Pasan los meses y, ¿qué ha cambiado? Poco. Al menos para quien busca piso en Bilbao, en San Sebastián o en cualquier otro sitio donde los alquileres no han hecho más que subir.
Por eso, cuando Rentería anunció hace unas semanas que se declaraba zona tensionada, parecía que, por fin, se pasaba de las palabras a los hechos. Pero no. Porque resulta que esa declaración no depende solo de los ayuntamientos, sino que la tiene que aprobar el Gobierno Vasco. Y ahí empezaron las tensiones. Entre el consistorio de EH Bildu, la Diputación de Gipuzkoa gobernada por PNV y PSE, y entre los propios socios del Gobierno Vasco.
En comunicación política, y más cuando hablamos de vivienda, las palabras importan, y mucho
El lío estaba servido. Y lo que debía ser una medida para bajar alquileres, terminó en ruedas de prensa, reproches y acusaciones cruzadas. Porque en comunicación política, y más cuando hablamos de vivienda, las palabras importan. Y mucho.
Declarar una zona tensionada suena a solución inmediata. Pero en realidad es solo el primer paso de un proceso largo, técnico y lleno de papeleo. El problema es que el ciudadano escucha “zona tensionada” y piensa que al día siguiente le bajarán el alquiler. Y cuando ve que nada cambia, llega la frustración.
Ese es el riesgo de comunicar antes de asegurar que lo que prometes se va a cumplir. Porque el tema de la vivienda no es uno más. Es uno que toca de lleno en la vida de la gente. Que genera enfado rápido y memoria larga. Y cada vez que se anuncia una solución y luego se tarda meses o años en aplicarla, se erosiona un poco más la confianza.
Regular el precio del alquiler puede ser una herramienta útil, pero no es la varita mágica que arregle todo. Porque el problema de la vivienda en Euskadi es profundo y no se soluciona en dos días. Por eso, cada anuncio, cada titular y cada declaración deberían venir acompañados de la misma advertencia: esto va a llevar tiempo.
Prometer rápido y ejecutar lento es el camino más corto para decepcionar. Y, en vivienda, la decepción pesa. Porque no se queda en las redes ni en las tertulias. Se queda en casa. O mejor dicho, en esa casa que muchos siguen sin encontrar.