
La consejera de Movilidad Sostenible, Susana García Chueca, en la estación del topo de Pasaia
Moverse con cabeza
La progresiva implantación de las ZBE está mostrando lo difícil que es ganar la batalla al vehículo privado en las ciudades
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Hace poco más de 2 semanas la Consejera de Movilidad Sostenible de Gobierno Vasco, Susana García Chueca, desgranaba en el Parlamento vasco el nuevo Plan de Movilidad Sostenible de Euskadi que ha preparado su departamento. Aunque el titular de la mayoría de los medios de comunicación se centraba en alguna medida concreta como la ampliación de las ZBE (Zonas de Bajas Emisiones) a los municipios de más de 25.000 habitantes, creo que la importancia de este documento va mucho más allá e incide directamente en aspectos tan importantes como la ordenación territorial, la conectividad entre territorios, nuestra competitividad económica, nuestro medio ambiente y, por supuesto, nuestra salud.
Somos un país pequeño en el que la mayor parte de nuestros desplazamientos son internos. Cada día laborable se registran en la CAPV 6,5 millones de viajes y, desafortunadamente, una parte muy importante de esos desplazamientos se hacen todavía en vehículo privado. A pesar del aumento de ciertos modos de movilidad sostenible, la fotografía de la movilidad vasca, especialmente entre territorios, es demasiado insostenible e ineficiente en una Europa que apunta hacia una economía 0 emisiones.
Son muchas las cosas que se pueden hacer en Euskadi para hacer una movilidad más sostenible, no sólo en las ciudades sino también entre los tres territorios. Una de esas medidas clave debe ser la progresiva integración y combinación de los diferentes medios de transporte público para favorecer un uso compartido y una intermodalidad real.
Cualquier vasco o vasca debería poder moverse con una única tarjeta de transporte en cualquiera de los medios públicos que operan en Euskadi
Aunque ya se han dado pasos en la creación de un sistema tarifario unificado, creo que la integración debe a ser aún mayor y que cualquier vasco o vasca debería poder moverse con una única tarjeta de transporte en cualquiera de los medios públicos que operan en Euskadi, incluso debería trabajarse en integraciones de mayor calado con el resto de comunidades autónomas y el resto de Europa para facilitar al máximo el uso del transporte público. Se que esto último es muy complicado, pero es más factible que el billete de transporte único en Euskadi sea una realidad.
Otro eje fundamental es logar una conexión ferroviaria del siglo XXI entre los tres territorios vascos y eso está cerca de lograse cuando, tras más de tres décadas de retraso, se ponga en marcha la Y vasca y funcione la alta velocidad entre las 3 capitales. ¿Se han preguntado alguna vez la ineficiencia que supone para un país como el nuestro que la mayoría de los desplazamientos interurbanos se hagan en vehículos privados, la mayoría de ellos con sólo 1 o 2 personas?
La entrada en funcionamiento de esta nueva infraestructura debe implicar una reducción drástica de la movilidad en coche y para lograrlo necesitamos frecuencias, horarios y precios competitivos, además de sensibilización ciudadana. Esta apuesta de conexión ferroviaria a través del nuevo trazado de alta velocidad debe complementarse con un refuerzo de la conexiones ferroviarias de cercanía en los diferentes ejes ya existentes que opera Gobierno Vasco y a los que acaba de incorporarse las cercanías gestionadas hasta ahora por RENFE.
La conexión con la alta velocidad francesa sigue sin concretarse y hay un falta de interés evidente del gobierno galo por concretarla
Tenemos infraestructuras infrautilizadas que hay que poner en valor y llenarlas de servicios para conseguir una mayor vertebración del territorio. Toda esta movilidad interna debe completarse con las conexiones con el resto de la península y Francia. Las primeras parecen que van bien encaminadas con la licitación de las obras de los primeros tramos del trazado Vitoria-Burgos, pero la conexión con la alta velocidad francesa sigue sin concretarse y hay un falta de interés evidente del gobierno galo por concretarla.
La consejera García Chueca trasladó a la Vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera, la necesidad urgente de que nuestros vecinos galos cumplan con los plazos. Hay que seguir con esta presión para asegurar esta conexión con Europa, que es esencial para nuestra economía. También lo es la conexión con el eje mediterráneo a través de Pamplona. Después de cierta lucha territorial por la alternativa a elegir creo que ya hay una decisión tomada de hacerlo por Vitoria-Gasteiz que, en mi opinión, es la más lógica y sostenible para todos los territorios.
El sistema de transporte público vasco debe verse de una manera integral priorizando los modos más sostenibles, especialmente los ferroviarios, frente a los autobuses y utilizando estos para complementar las rutas que no pueden cubrir los primeros o reforzar otras en momentos puntuales. Es urgente crear una intermodalidad real entre todos estos medios. Es increíble que en marzo de 2025 todavía los vitorianos no tengan una línea de autobús directa al principal aeropuerto de Euskadi, una conexión que no va a funcionar hasta mediados de este año.
La progresiva implantación de las ZBE está mostrando lo difícil que es ganar la batalla al vehículo privado en las ciudades
Si hablamos de movilidad urbana, nuestras ciudades han ido dando pasos importantes para tener una movilidad más sostenible con sus respectivas redes de transporte público, el fomento de la movilidad ciclista o la pacificación del tráfico en sus calles y la recuperación del espacio público para la ciudadanía. Sin embargo, la progresiva implantación de las ZBE (Zonas de Bajas Emisiones) está mostrando lo difícil que es ganar la batalla al vehículo privado en las ciudades.
Les confieso que me resulta increíble que a estas alturas de la película algunos llamen libertad a usar su vehículo cuando él o ella lo crean conveniente sin importarles lo que ello lleva implícito de contaminación, ineficiencia energética o uso del espacio urbano para las personas.
Está claro que a nadie nos gusta que nos prohíban hacer cosas y quizás está ahí parte del rechazo ciudadano a estas zonas de bajas emisiones, que siempre se presentan como áreas restringidas cuando en realidad son áreas abiertas y seguras para otros tipos de movilidad más sostenible que fomentan un urbanismo más amable y que bien gestionadas pueden suponer un revulsivo para su economía. Dejemos de ver el coche como el sol alrededor del que se mueve nuestro sistema de movilidad y pongamos en el centro a las personas. Vamos a movernos con la cabeza, además de con los pies.