
Unas enfermeras aplauden y lloran
"Saldremos mejores"
En España solo tenemos 6 profesionales por cada 100.000 habitantes, una tasa tres veces menor que en el resto de la Unión Europea
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A estas alturas de la post pandemia estamos bastantes saturados de oír hablar de lo que fue, cómo lo vivimos, si nos cambió o no la vida, si efectivamente fue el peor suceso de la historia reciente o si los que la utilizaron para lucrarse vía negocios sucios con material de primera necesidad se han ido de rositas o están en ello.
Poco hablamos de las 121.000 personas que fallecieron en aquellos meses fatídicos y eso sí que es lo importante. No se si hemos salido mejores, me da que no, pero sí que hemos salido menos. Es fundamental recordar las cifras porque suponen una muestra de fracaso colectivo de funcionamiento. No las pudimos evitar. O no supimos.
Creo que no hay nadie en este planeta que no recuerde lo que hacía cuando se decretó el estado de alarma, ni cómo le afectó el aislamiento o si supuso un cambio importante en su vida. Tendemos a dulcificar los momentos duros como protección de nuestra salud mental pero lo cierto es que de esa tempestad salimos, como poco, diferentes.
Lo escribió el japonés Haruki Murakami en su obra Kafka en la orilla de una manera fantástica: “Una vez que la tormenta termine no recordarás cómo lo lograste, ni siquiera estarás seguro de si la tormenta ha terminado realmente. Pero una cosa es segura. Cuando salgas de ella no serás la misma persona que entró. De eso trata la tormenta.” Esto lo escribió en el año 2002 y resultó casi profético.
Hablando de profecías y de conocer por inspiración casi divina lo que se nos avecina, la pandemia sirvió también para que los teóricos de la conspiración tuviesen éxito. Lo consiguieron por ese afán nuestro de no querer poner el foco en las cosas complejas de determinadas situaciones y de preferir echar la culpa de todo a mentes complicadas que buscan interpretaciones populistas de los problemas difíciles. Las teorías de la conspiración ayudan a dar sentido a la angustia y de eso tuvimos mucho en aquellos meses de 2020.
La idea de las vacunas como método de control de la población ha calado tanto que incluso el nuevo gobierno de EEUU ha colocado en su departamento de salud a un antivacunas
El problema es que, pasados los años, muchas de esas interpretaciones han demostrado que vinieron para quedarse. La idea, por ejemplo, de que la ciencia apostó por las vacunas como método de control de la población ha calado tanto que incluso el nuevo gobierno de EEUU ha colocado en su departamento de salud a un antivacunas, Robert Kennedy Jr. Los y las científicas americanas han salido a la calle para denunciar sus recortes en investigación y en fomento de la cultura de las vacunas pero sus rancias teorías, a la par que peligrosas, no van a parar.
De hecho, la investigadora Dolores Albarracín, que acaba de ganar el Premio Fronteras del Conocimiento en Ciencias Sociales, ha visto como el gobierno americano le ha cancelado la subvención a un proyecto de investigación para identificar maneras de aumentar la vacunación. Alegan que esa investigación, financiada por cuatro millones de dólares, ya no se alineaon las prioridades del gobierno de Donald Trump.
La OMS asegura que la cuestión no es si habrá o no una próxima pandemia sino cuándo ocurrirá. Y su director general, Tedros Adhanom, añade que el mundo no está preparado para asumirla. Si no aprendemos las lecciones pendientes, dice, “lo pagaremos caro”.
Tenemos una gran capacidad de movilización puntual ante problemas concretos pero no sabemos darle continuidad a ese trabajo conjunto
Hemos avanzado en tecnología, en organización, en avances de los sistemas sanitarios, en mancomunarnos para solucionar problemas inmediatos pero ¿hemos aprendido todo lo que debíamos? Parece que nos queda mucha tarea por delante. Ha quedado demostrado que tenemos una gran capacidad de movilización puntual ante problemas concretos pero no sabemos darle continuidad a ese trabajo conjunto.
No parece que hayamos salido mejores. Lo asegurábamos a los cuatro vientos y lo dábamos por sentado. Sin embargo, las costuras del sistema han quedado al descubierto. Rápidamente intentamos solucionar lo económico pero otros asuntos como el de la salud mental, por ejemplo, han quedado estancados.
En España solo tenemos 6 profesionales por cada 100.000 habitantes, una tasa tres veces menor que en el resto de la Unión Europea
Entre los años 2020 y 2021, los niveles de estrés, el insomnio, la ansiedad y la depresión fueron más altos que nunca. La incertidumbre y el miedo son malos compañeros de viaje y contribuyen de forma determinante a dejar nuestro estado emocional en precario. Pero aquellas personas que sufren problemas de salud mental tienen que apañárselas por su cuenta. De hecho, solo tenemos en España 6 profesionales por cada 100.000 habitantes, una tasa tres veces menor que en el resto de la Unión Europea.
Debemos aplicar a la salud mental el mismo enfoque que aplicamos a la física pero parece que aún no hay previsión de hacerlo; puede que previsión haya, sí, pero si no se destinan recursos económicos, de nada vale.
No, no hemos salido mejores. Hemos salido más frágiles, menos y sin aprendizaje. Una pena.