
El presidente de EEUU, Donald Trump
El gobierno irresponsable
La gestión de Trump, marcada por la irresponsabilidad y ataques a la independencia judicial
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La irresponsabilidad es uno de los rasgos que están caracterizando el gobierno de los Estados Unidos desde su aún reciente toma de posesión. Es un rasgo que comparte con otros experimentos ultraderechistas en Brasil —donde Bolsonaro intentó, como Trump, un golpe de Estado— o en Argentina —donde Milei hace publicidad de una criptomoneda que arruina a unos para enriquecer a otros y les llama estúpidos.
El reciente caso de la divulgación de una conversación acerca de actuaciones militares en Yemen contra las milicias hutíes es un buen ejemplo de esta irresponsabilidad porque tiene todos los ingredientes: discutir esos asuntos en una red social, hacerlo en un grupo al que se invita (¿por error?) a un periodista y tratar tales cuestiones como quien está en un cuchitril de carretera tomando unas cervezas con los amigotes. De hecho, todo ello pude estar violando varias leyes de los Estados Unidos sobre espionaje y desde luego resquebraja de cuajo la ley esencial del sentido común.
La respuesta, como es sabido, ha consistido en insultar al periodista invitado dizque por error, Jeffrey Goldberg, aprovechar para echar algo de basura sobre su medio (The Atlantic, que no es precisamente la rojería periodística) y nada más. Todo lo que se dijo en 2016 sobre los correos electrónicos de Hilary Clinton, olvidado.
Todo lo que merece por parte del presidente del país es decir que cree que The Atlantic tiene problemas económicos
El actual jefe de la CIA, John Ratcliffe, fue uno de los que se despachó a gusto con Clinton y uno de los que estaba en el grupito de amigos de Signal. Él, el vicepresidente Vance y el secretario de Estado Rubio, ni más ni menos. Y todo lo que merece por parte del presidente del país es decir que cree que The Atlantic tiene problemas económicos.
Esta es la medida de la irresponsabilidad. La cuestión es por qué la reacción ante un fallo de seguridad de este calibre es esa y no un par de ceses inmediatos que, al menos, den la sensación de que hay alguien al mando. En mi opinión porque la irresponsabilidad no es algo que vayamos a ver de manera esporádica sino la manera en que Trump y su círculo más cercano entienden el funcionamiento del gobierno.
A ello apuntaron desde noviembre del año pasado los nombramientos que iba anunciando el presidente electo. Si tienes en el gobierno a bebedores profesionales, implicados en casos de agresión sexual y le montas una oficina paragubernamental (con el propósito de desmantelar el gobierno justamente) a un tipo que se pone ciego a ketamina, ya estás dando pistas claras de que la responsabilidad no va a ser un problema para el gobierno.
La sociedad norteamericana le ha dotado de un poder descomunal en las pasadas elecciones, que se redondea con el control del Tribunal Supremo que se procuró en su anterior mandato
Y no lo es porque Trump está ya apuntando a una alteración estructural del gobierno constitucional en los Estados Unidos. La sociedad norteamericana le ha dotado de un poder descomunal en las pasadas elecciones, que se redondea con el control del Tribunal Supremo que se procuró en su anterior mandato con nombramientos descaradamente ideológicos.
La idea de Trump respecto a cómo tiene que funcionar el gobierno la entendería a la perfección Carles Puigdemont: consiste en justificar cualquier actuación apelando a esa mayoría que ha obtenido en las elecciones. Así, si un juez federal le dice que deportar a terceros países sin ningún tipo de control a residentes en Estados Unidos es ilegal, la respuesta es a ti quién te ha elegido.
A Trump no es que le sobren los jueces, lo que le sobra es la constitución, es decir, cualquier tipo de control o de contrapeso a su propia voluntad. La desvirtuación de la constitución es el camino que la autocracia moderna ve más viable para perpetuarse en el poder, y lo consiguen.
El presidente norteamericano no oculta su admiración por el de la Federación Rusa. No ha de extrañar, pues este último ya ha recorrido un camino al que apunta Trump. El cambio constitucional de 2020, el que le permitió perpetuarse en la presidencia sin límite, introdujo también la posibilidad de que el Consejo Federal (Senado) pueda destituir jueces federales.
¿Es o no es para ser admirado por quien ya ha pedido al Congreso que destituya a dos jueces federales que no le dejan hacer grande a América de nuevo?
Dicho y hecho: ningún juez ha vuelto a osar decir ni esta boca es mía contra los múltiples actos ilegales del gobierno ruso que, por supuesto, viola hasta su propia legalidad ¿Es o no es para ser admirado por quien ya ha pedido al Congreso que destituya a dos jueces federales que no le dejan hacer grande a América de nuevo?
Cierto que Trump y asociados no tienen las mayorías requeridas en las cámaras para echar a jueces molestos, pero sí intentarán, sin duda, la vía ensayada ya en autocracias solventes, como la de Nicaragua o Venezuela: cambiar las leyes que regulan el poder judicial y la extensión de su jurisdicción o, dicho de otra manera, hacer leyes de inmunidad judicial para el poder ejecutivo o, dicho claramente, cargarse la constitución. Esa, y no hacer el payaso, es la finalidad del gobierno irresponsable.