Exterior de la Taberna Garibaldi

Exterior de la Taberna Garibaldi EFE

Opinión AHÍ VAMOS, TIRANDO

De asaltar los cielos a asaltar la buena voluntad

El 15M, también llamado movimiento de los indignados, fue un movimiento ciudadano que nació a raíz de la manifestación del 15 de mayo de 2011

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Hay finales trágicos. Y desenlaces ridículos. El 15M político eligió una mezcla de los dos. Cayó y se arrastró. Murió, pero no quiso enterarse. Y ahí anda, entre Galapagar y Lavapiés, ese nudo gordiano de contradicciones sin zanjar, temblando como una lagartija decapitada. Dando coletazos de épica vacía y vergüenza ajena. Esta semana, uno más. Y uno menos, espero.

Yo pensaba que la lucha contra el fascismo era un asunto bastante serio. Llenito de aristas, guerra de clases, internacionalismo, autodefensa revolucionaria, cosas así. Al menos es lo que vendió Trotsky, y me lo creí. Pero no. Eso quedó demodé. Ahora, para enfrentarse a la cara más fea del sistema capitalista, necesitamos una tasca. Grandota, por supuesto.

A ver. Lo que pasa es que toda Madrid está ocupada por fascistas. Bueno, toda no. Un bar poblado por irreductibles podemitas aguanta. Pero es muy pequeño. Incapaz de acoger al resto de la resistencia. Y claro, así no hay forma de urdir el motín definitivo, ni de compartir el secreto de la poción mágica para parar a la ultraderecha.

El bar Tberna Garibaldi es una empresa no para hacer dinero, sino para hacer crecer la izquierda y plantar cara a los de las esvásticas, las pulseras rojigualdas, los zapatos castellanos y toda esa fauna

El bar es la Taberna Garibaldi, propiedad de Pablo Iglesias. Una empresa montada no para hacer dinero, no para dar de comer y beber. Qué va. Para hacer crecer la izquierda y plantar cara a los de las esvásticas, las pulseras rojigualdas, los zapatos castellanos y toda esa fauna. Para “combatir el fascismo”, como dice el dueño.

Por eso, Iglesias ha decidido que se necesita un bar más grande. Uno donde entren todos los pastranas de bien. Y que se sientan involucrados. Al máximo. Así que ha organizado una colecta. Has leído bien: los últimos creyentes del “sí, se puede” pagarán el traslado del negocio a un local mayor. Uno en el que, de paso, quepan los huevazos del antiguo Rey de Vallecas, las pegatinas del Che y mucha Mahou fresquita.

El colmo del cinismo asciende a 146.000 euros. Es la cifra que pondrán a escote quienes se niegan a aceptar que la esperanza involucionó en parodia. Esos a los que su profeta les dice que el emperador va vestido y se lo creen.

Ningún responsable de esta catástrofe se sonroja, ni tiene la dignidad de asumirla

Lógico. Duele muchísimo aceptar que el prometido asalto a los cielos finalmente se redujo a asalto consumado al decoro, al buen gusto, al bien común, a los de abajo. Y lo peor: ningún responsable de esta catástrofe se sonroja, ni tiene la dignidad de asumirla.

Al revés. Me imagino a Iglesias relamiéndose del gusto por haber consumado otro plan genial. Sacar adelante un nuevo negocio sin que nadie le pueda tachar de ladronzuelo. Lo hizo con el partido. Prosiguió con Canal Red. Ahora, a cuenta del bareto. La cosa es explotar su piquito de oro, aprovecharse de la buena voluntad del personal. Y a pasar el limosnero.

Lo llevaba en el apellido.

Sí, le echa mucho morro. Nivel fantabuloso. Cómo te explicas, si no, las recompensas de su campaña de crowfunding; o sea, los incentivos que ofrece a las personas que pagarán el traslado. Por 50 euros, envío de una foto suya y resto de socios. Por 150, un vídeo de agradecimiento. Por 250, lo anterior más canción. No quieras saber cuál.

Sobre si repartirán los beneficios entre todos los contribuyentes a la causa, cuando algún día la Taberna Garibaldi reciba el premio Leónidas contra el asalto fascista, nadie dice nada. No vaya a ser que alguien descubra que esto no es un centro social, ni una cooperativa, ni un espacio autogestionado. Solo birra y circo, sin espartanos buenorros.

Ni pudor, ni autocrítica. Iglesias, que tanto denunció la conversión de la política en espectáculo, se ha convertido en producto financiero de alta rentabilidad. Iglesias y los suyos, pues hace falta una alegre comandita para pastorear la borregada.

El reproche a los falsos redentores no es un cheque en blanco para los verdaderos villanos

Por cierto. Antes de que alguien caiga en la tentación de malinterpretar esta crítica, recordatorio: denunciar la enésima espantajería de lo que queda de Podemos no significa relativizar la corrupción del PP, ni el falso patriotismo de VOX, ni el progresismo neoliberal del PSOE, ni el oportunismo de Sumar. El reproche a los falsos redentores no es un cheque en blanco para los verdaderos villanos. En absoluto.

Yo me niego a escoger entre los residuos de una promesa rota y la maquinaria del bipartidismo que lleva años desmantelando España. Y, por eso mismo, no puedo ignorar la estocada número mil al espíritu del 15M. Por muy patética que suene toda la historia.

Quienes somos idealistas, pero no gilipollas, nos frustramos y lo admitimos, nos burlamos y de nosotros los primeros. Y seguimos en pie por una alternativa real.

No sé, seguramente quiero decir que todavía creo en la posibilidad de un nuevo espacio lejos de personalismos y réditos inmediatos. Cimentado en una construcción colectiva capaz de recuperar la dignidad de la política. Con barra de bar, eso me parece bien. Pero sin cócteles que se llamen “Fidel Mojito”, ¿eh? Un poquito de por favor.