Nos preocupa y sin ninguna duda, debe ocuparnos. La seguridad se ha convertido en uno de los problemas que visualizamos como prioritarios y que debe abordarse.

Reflexionar sobre seguridad en un momento en el que términos como rearme, defensa y conflictos bélicos están a la orden del día, debe hacerse de forma rigurosa y en la medida de lo posible, consensuada.

Dos deben ser los núcleos de atención para tratar el tema. El primero, entender el asunto de forma global y no adscrito a cuestiones concretas y en muchos casos puntuales o aisladas en el tiempo, como puede ser por ejemplo, el cacareado incremento de delitos en las calles. El otro tema es, como siempre, acudir a los datos objetivos y reales antes de abrir la boca para calificar de segura o insegura cualquier circunstancia.

En esta materia es fácil caer en análisis sesgados basados en algo tan subjetivo como lo son las percepciones. Esas percepciones no fundamentas en datos reales son absolutamente perniciosas, pero calan con una facilidad pasmosa. Con ellas elaboran su relato quienes están interesados en buscar rentabilizar políticamente una supuesta inseguridad creciente, no siempre avalada por la realidad objetiva.

Si queremos estar seguros hay que gastar dinero

Por otra parte, y respecto a la importancia de trabajar la seguridad desde un punto de vista global, hay que tener en cuenta que la seguridad lo abarca prácticamente todo y que toca aspectos de lo más diverso. Porque sí, es importante la seguridad en nuestras calles, pero también lo es en otras circunstancias con puede ser un evento multitudinario,  cuando hay un apagón generalizado, cuando se produce una catástrofe natural, cuando vamos a ingerir un alimento… y un larguísimo etcétera con el que podríamos rellenar varias páginas.

¿Queremos seguridad? Por supuesto. ¿Se puede garantizar al 100%? Rotundamente no. ¿La seguridad requiere inversión? Rotundamente sí.

Si queremos estar seguros hay que gastar dinero. Y no hay atajos, si invertimos más en este capítulo, habrá que sacarlo de otros. De primero de Perogrullo.

Habrá que establecer prioridades. Y sobre cuánto debemos gastar en seguridad o en defensa, pues ahí es donde habrá que analizar pormenorizadamente en cada caso.

Es evidente que no es lo mismo hablar de incrementar el número de policías municipales en Vitoria, o de prevenir las consecuencias del cambio climático, que por supuesto genera problemas de inseguridad, que hablar de blindarnos ante un conflicto bélico. Pero todo está en el mundo de la seguridad.

La seguridad es un debate que ha querido evitarse siempre

También es evidente que no hay porque comprar el discurso de quién quiere imponernos sin más reflexión que la que se le ha ocurrido de buena mañana, un gasto en defensa del 5%.

La defensa, la seguridad es un debate que ha querido evitarse siempre y que en estos momentos y teniendo en cuenta las circunstancias en las que vivimos, es inevitable.

En lugar de hacer valoraciones poco fundamentadas y generar desconocimiento y en muchos casos miedos infundados, tal vez sea el momento de convertir el amplísimo capítulo de la seguridad en una oportunidad.

Para ello, lo primero sin duda es superar los escollos políticos sistemáticos entre aquellos que se niegan a abordar el asunto de forma sosegada y que traducen la seguridad o la defensa en términos meramente armamentísticos. Ya hemos insistido en que la seguridad engloba un campo infinitamente más amplio.

La ciudadanía, particularmente la vasca, percibe la seguridad como un problema que está creciendo

A nadie, excepto a quienes los promueven y los mantienen, le gustan los conflictos bélicos, una realidad con la que desgraciadamente nos toca convivir. Y si bien es cierto que la cifra del 5% como incremento presupuestario en defensa no está fundamentada en nada sólido, también lo es que hasta ahora EEUU estaba cubriendo las espaldas a Europa y eso se ha terminado.

El melón de la seguridad se ha abierto. La ciudadanía, particularmente la vasca, percibe la seguridad como un problema que está creciendo. Percibe. Toca defender con datos si la percepción es real o se queda en eso.

Y en todo el proceso ayudan lo mismo quienes fomentan a través del relato el miedo sin sustentarlo en causas objetivas, como quienes pretenden convencernos de que no nos amenaza nada y que, por lo tanto, no hay que hacer nada. Ni un extremo, ni el otro aportan algo, simplemente alimentan un relato: el suyo.