Trabajar para ser pobre. Trabajar para no llegar a final de mes. Trabajar para estar en riesgo de exclusión. Esta circunstancia se da, y sin ningún lugar a dudas es dramática. Afecta al 12% de los empleados que a pesar de disponer de trabajo, lo que perciben no les alcanza para vivir de una forma digna.
Lo primero que nos viene a la cabeza ante este penoso paradigma, que parece que ha llegado para quedarse, es que los salarios no son suficientes. Inmediatamente después, imbuidos también por algunos discursos repetidos hasta la saciedad, muchos tienden a pensar que la clave es subir los sueldos más bajos, o lo que es lo mismo: el salario mínimo. Sin embargo hay otras circunstancias que debemos tener en consideración.
Hace unas semanas la Fundación ISEAK sin ánimo de lucro y dedicada a la investigación económica ponía el acento en otra cuestión ajena al salario: las horas trabajadas.
La tesis sostiene que hay un buen número de trabajadores particularmente mujeres y los denominados fijos discontinuos que trabajan, porque no tienen otra opción, menos horas de las deseables para percibir el salario completo. La idea no es desdeñable, máxime cuando el interés de la mayoría y del propio Gobierno, pasa por dos tesis: reducir la jornada laboral sin perder capacidad adquisitiva, e incrementar de nuevo el Salario Mínimo Interprofesional.
¿Y si eso no resuelve el problema? Es más que probable que lejos de reducir ese 12% de personas que trabajan y no llegan a final de mes, se incremente
¿Y si eso no resuelve el problema? Es más que probable que lejos de reducir ese 12% de personas que trabajan y no llegan a final de mes, se incremente. Por cierto el 12% es justamente el doble de la media de gente que en Europa se encuentra en esta situación, donde la cifra es un 6%.
La realidad es que las empresas sobre todo en algunos sectores, al encontrarse con incrementos salariales impuestos por ley, no tienen otra opción que reducir las horas trabajadas a algunos de sus empleados/as para poder compensar la subida, y de este modo, mantener la empresa. Hablamos sobre todo de negocios relacionados con el comercio o la hostelería, en los que sus responsables optan por asumir esas horas ellos mismos, o directamente por ofrecer menos horas de servicio al público.
Esos empleados ven como van perdiendo capacidad adquisitiva al igual que los fijos discontinuos, cuyo problema no siempre es la remuneración, sino el número de horas trabajadas al cabo del año que se quedan muy por debajo de las deseables, para recibir el salario anual en su integridad. No se trata además de que los trabajadores estén recortando su jornada de forma voluntaria, se trata de que no tienen posibilidad de trabajar la jornada completa, con lo que la única opción es acumular empleos, o en caso contrario, y tal y como se deduce de la actual situación, caer en la precariedad.
No está nada claro que el incremento del SMI termine con esta lacra
Por lo tanto, no está nada claro que el incremento del SMI termine con esta lacra. De hecho aumentado el salario mínimo desde los 600 euros del 2008 hasta los 1.184 del 2024, la cifra de gente trabajadora con riesgo de exclusión se ha ido incrementando paulatinamente hasta llegar a ese terrible 12% en el que nos encontramos.
Tenemos obviamente otro acuciante problema que hace que pocos sueldos estén a la altura de las actuales circunstancias: la vivienda.
El caos que está generando la escasez y carestía de la vivienda, no se arregla a través de incrementos salariales que acaben poniendo a las empresas entre la espada y la pared. La vivienda, que por cierto es un derecho universal, requiere de políticas públicas proactivas y sobre todo acertadas y rápidas. Aquí no valen los parcheos.
En las próximas semanas volveremos a escuchar en repetidas ocasiones los mantras sobre las bondades del incremento del Salario Mínimo Interprofesional y la importancia de la reducción de jornada.
Igual conviene abrir el debate contemplando otros planteamientos e incluso pensar que la solución está en las horas trabajadas. El análisis de los datos, de todos los datos permite incrementar el número de hipótesis sobre las que elucubrar y de este modo, afinar más en las posibles soluciones.