Les supongo suficientemente informados de la suspensión del final de la Vuelta a España acaecida el domingo en Madrid, por las protestas de parte de la ciudadanía contra la participación del equipo de Israel en la prueba, y en solidaridad con los palestinos masacrados en Gaza (y Cisjordania) por el Tsahal y el Gobierno de Netanyahu. Unas protestas que comenzaron en Figueres y se extendieron, como un reguero de pólvora o un incendio de quinta generación, por Euskadi, Cantabria, Galicia o León, antes de culminar en la capital de España. 

Estas movilizaciones contra el genocidio en Palestina han retratado a la derecha y a la extrema derecha, que nos han dejado jugosas declaraciones en las que hablan de no mezclar política y deporte y otras mamarrachadas típicas y tópicas de aquellos que acostumbran a mezclar ambas cosas (lo que se viene haciendo, por cierto, desde que el mundo es mundo) cuando les favorece. Ayuso en el coche de La Vuelta o Hitler en sus juegos olímpicos, por poner sólo dos ejemplos.

Por supuesto, no habrán visto ustedes a estos políticos de orden pedir a la organización de La Vuelta o a la Unión Ciclista Internacional -los estamentos que podían tomar esa decisión-  que expulsaran al equipo Israel de la prueba, de la misma manera que se hizo con el equipo Gazprom, cuando Rusia invadió Ucrania. Lo mismo afecta a otros deportes como baloncesto (dos equipos israelíes en la Euroliga) o fútbol (fase de clasificación para el Mundial 2066). O Eurovisión.

Y las caras, las caras del alcalde de Madrid ante lo inevitable, cuando entiende que no se va a celebrar el fin de la prueba deportiva. Y las cartas, como la de Feijóó en la que habla de “pérdidas civiles de personas de origen palestino” ¿? y responsabiliza, como no, a Sánchez de lo ocurrido. Y la frustración, como la del sindicato policial de ultra derecha Jupol, que denuncia que han estado con las manos atadas y no les han dejado -Sánchez y Marlaska, presumo- hacer su trabajo, que debe ser hostiar hasta el orgasmo a los manifestantes para que Ayuso pueda entregar una placa.

De ahí declaraciones como las duras críticas del alcalde tras los incidentes que forzaron la suspensión de la etapa acusando a los manifestantes de «usar la violencia poniendo en riesgo la seguridad, la salud y hasta la propia vida de los ciclistas». Según el primer edil, estos grupos serán “recordados como los grandes héroes de cargarse la buena imagen de la ciudad y del país y de la afición al ciclismo”.

No menos contundente fue la lideresa territorial que calificó lo ocurrido como “lamentable”. Afirmó además que “no se pueden mezclar las cosas”, y subrayó  que este tipo de incidentes daña la imagen de la ciudad y de la comunidad y “echa a tierra” el trabajo que desde las instituciones llevan años realizando en “una estrategia muy trabajada” para atraer eventos culturales y deportivos de nivel internacional.

Por último, otro responsable político del más alto nivel de esta formación política ha lamentado el "espectáculo" que se ha dado en La Vuelta "nada edificante" al convertir las protestas convocadas en favor de Palestina en "algo incívico y poco pacífico"

Y no nos equivoquemos, rubrica un exdirigente metido a articulista, “la etapa no la 'ganó Palestina', como señalaron los incitadores de la revuelta. La etapa la perdió el país. La perdió nuestra imagen mundial de pueblo civilizado y democrático”. 

Como ven, el discurso de la derecha ha sido claro, coincidente y contundente. Las valoraciones van todas en la misma línea: daño reputacional, incidentes violentos, mezclar las cosas... Yo no estoy de acuerdo. Y si fuera Juan María Aburto, alcalde de Bilbao, autor de las primeras declaraciones reseñadas más arriba, Elisabete Etxanobe, diputada general de Bizkaia, las segundas, Imanol Pradales, lehendakari, las siguientes, o Koldo Mediavilla, las últimas, me preocuparía mucho coincidir con Feijóo, Ayuso o Almeida. 

La vida, a veces, es puro teatro. Y perdonen el trampantojo.

Coda: La deriva del PNV es alarmante. No solo se han alineado con el PP y Vox en las manifestaciones sobre los incidentes en La Vuelta. Estos últimos días, por un puñado de votos, han decidido oponerse al centro de refugiados de Vitoria-Gasteiz. Repito: centro de refugiados. Los nacionalistas vascos han preferido enarbolar la bandera de la xenofobia por cálculo político cortoplacista. Vergüenza. Ongi Etorri Errefuxiatuak! Sí pero lejos...