Mientras tecleo estas letras me imagino en Katmandú, rodeada de montañas, de gente de todos los países deseando ascenderlas y soñando con lo que sentirán cuando alcancen la cima. Seguramente habrán empleado mucho tiempo, mucha ilusión y bastante dinero en hacer un viaje que, probablemente, tendría un objetivo vital, personal o solidario. Este es precisamente mi caso.
La II Expedición a Nepal bajo la premisa Infancia Asia que debía estar desarrollándose ahora mismo, y de la que yo formaba parte, quedó en agua de borrajas cuando el pasado lunes la Generación Z salió en multitud a la calle para demostrar su hartazgo ante la galopante corrupción que asola a un pequeño país como Nepal. Es grande en paisaje, en montañas y naturaleza y más grande aún en desigualdades sociales, actitudes corruptas por parte de sus mandatarios y mal gobierno.
Después de muchos años asistiendo a una situación política que cada vez ensanchaba más la brecha entre las distintas clases sociales nepalíes, la prohibición por parte del gobierno de usar las redes sociales hizo que todo saltara por los aires. No solo prohibición de uso, sino cierre total de plataformas como Instagram, Facebook, Youtube o WhatsApp además de otras más utilizadas en esa parte del mundo.
Esta censura digital fue promovida ante la denuncia por parte del gobierno de ser redes de manipulación y de información contraria a sus intereses
Esta censura digital fue promovida ante la denuncia por parte del gobierno de ser redes de manipulación y de información contraria a sus intereses. La clausura de las redes coincidió con una campaña viral en TikTok en la que bajo el hashtag “Nepo Kid” miles de ciudadanos y ciudadanas, especialmente de esa generación Z, denunciaban la corrupción de la élite política.
La revuelta, que se ha saldado con nada más y nada menos que 72 muertos, cientos de heridos, edificios públicos y privados incendiados, aeropuertos cerrados y presos huidos de las cárceles porque los manifestantes derribaron sus muros provocó la caída del gobierno y la sustitución del dimitido presidente por Shusila Karki, expresidenta del Tribunal Supremo. Se ha comprometido a enfrentarse a las urnas dentro de seis meses.
Mientras esto sucedía, cientos de vuelos, de expediciones, de senderismo por las montañas del Himalaya eran cancelados con el consiguiente agujero billonario para un país que tiene en su propia naturaleza su mayor fuente de ingresos. Este año la economía nepalí no crecerá más de un 1% y el destrozo para miles de familias ha sido brutal.
La Generación Z ha crecido en un mundo en crisis que no les ofrece un futuro laboral que les permita un mayor bienestar del que disfrutan sus mayores
¿Por qué ha sido la Generación Z, aquella formada por nacidos entre 1997 y 2012, la que ha protagonizado las protestas? Simplemente, porque han crecido en un mundo en crisis que no les ofrece lo que buscan, es decir, un futuro laboral que les permita un mayor bienestar del que disfrutan sus mayores y que les aporte experiencias por encima de bienes materiales.
Pero sobre todo, la Generación Z está hiperconectada y conoce lo que se mueve en cualquier parte del mundo, es una generación comprometida con la lucha contra el cambio climático, la diversidad y la igualdad y valora altamente la transparencia. Por eso un gobierno corrupto no tiene cabida entre ese grupo que liderará el mundo de una manera diferente. Quien intente desconectarles, como intentó el gobierno nepalí, los tendrá firmemente en contra.
Sin embargo, algo no está funcionando a nivel global en esa generación, cuando en España, por ejemplo, el mayor peso de voto al partido de la ultraderecha se concentra en esa franja de edad, menores de 35 años, y en los hombres.
Parece que la reacción ante lo políticamente correcto, el hartazgo con el bipartidismo, la falta de vivienda y la precariedad está siendo en Europa el caldo de cultivo que está llevando a los jóvenes a inclinarse a la derecha de la derecha.
Hay que trabajar mucho para explicarles lo que significan los gobiernos excluyentes y nada democráticos
Se nota que han vivido siempre en libertad, que para cuando llegaron muchos de los derechos de los que disfrutan ya estaban conquistados y sienten que el populismo, ese que ofrece soluciones sencillas a problemas complejos, es precisamente lo que ellos creen que puede mejorar su calidad de vida. Craso error. Hay que trabajar mucho para explicarles lo que significan los gobiernos excluyentes y nada democráticos. Nos va mucho en ello.
La revuelta de Nepal nos ha puesto una vez más ante los ojos las grandes diferencias entre oriente y occidente, entre quienes disfrutan de una calidad de vida democrática y quienes viven en el lodazal de la corrupción a todos los niveles. Y se ha vuelto a comprobar que el aleteo de una mariposa en el último confín del mundo acaba afectándonos a quienes estamos en el otro extremo. En todos los sentidos.