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La directora Icíar Bollaín posa durante el photocall de la película ‘Soy Nevenka’, en el Festival de Cine de San Sebastián, a 21 de septiembre de 2024, en San Sebastián

La directora Icíar Bollaín posa durante el photocall de la película ‘Soy Nevenka’, en el Festival de Cine de San Sebastián, a 21 de septiembre de 2024, en San Sebastián Europa Press

Opinión

Las de la resistencia

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Me alegro de ser una de esas mujeres que aparecen como símbolo de resistencia ante el avance de la ultraderecha, no solo en España, sino también en otros países en los que los conservadores a la derecha de los conservadores van ganando terreno.

Me refiero a las mujeres que nacimos en la segunda parte de los años 60 y que nos formamos social, cultural y políticamente a la sombra de los hombres. Somos, según todos los estudios y encuestas, las que representamos un escollo para el partido liderado por Abascal.

Mujer y rondando o sobrepasando los 60 años, el muro de resistencia ante el avance de un partido que sabemos va a suponer una vuelta al pasado en cuanto a derechos y libertades. Pueden negarlo, sí, pero el feminismo les da pavor.

Lo cierto es que ven como amenaza cualquier situación o grupo poblacional que puede restarles privilegios

Quizá sea porque lo entienden como una amenaza más que como una oportunidad de sumar y aunar esfuerzos para lograr una vida mejor para toda la ciudadanía. Lo cierto es que ven como amenaza cualquier situación o grupo poblacional que puede restarles privilegios. Porque de eso van los ultras, de prebendas y beneficios, de supremacismo y explotación hacia quien consideran inferior.

Parece que hablamos de otros tiempos, pero no, hablamos de un siglo XXI que ciertamente parece retroceder en todos los sentidos más que avanzar.

Entre las mujeres de 44 a 59 años, las de la generación X, la intención de voto a VOX se queda en un 15,3%. Las de 60 o más años bajan esa intención de voto hasta el 8,3%. Un auténtico quebradero de cabeza para una formación a la que las féminas de esos grupos vemos como veíamos en nuestra infancia, adolescencia y adultez temprana, a quienes se situaban claramente por encima de nosotras.

Si lees esto y naciste en los 60 recordarás que tu madre no podía tener una cuenta corriente en el banco sin el permiso de su padre o marido, ni comprarse una casa, ni trabajar, ni viajar, ni firmar un contrato, ni sacarse el pasaporte, por ejemplo.

Y si lees esto y no te suena lo de la “licencia marital” tienes que saber que a las mujeres en España, hasta bien entrados los 70 y muerto el dictador, un hombre les administraba los bienes y tenía su representación legal.

Todo esto porque consideraban que las mujeres éramos personas frágiles e irreflexivas

Entre otras cosas, esto suponía que ni podíamos firmar documentos sin autorización del cónyuge ni presentar denuncias. Todo esto porque consideraban que las mujeres éramos personas frágiles e irreflexivas. De la independencia económica y social, ni hablamos.

Todo esto en el plano legal. En el doméstico, tú, chica, le hacías la cama a tu hermano, que ni siquiera levantaba un plato de la mesa, le cedías a él o a tu padre el mejor sitio del sofá si es que habías osado sentarte ahí, y nunca ponías en entredicho que los hombres venían de serie con el privilegio de mandar sobre nosotras.

No puedo imaginar a una joven veinteañera asumiendo esta situación sin rechistar. Me alegro de que no tenga que hacerlo, pero siento la necesidad de contárselo para que no caiga en las redes de personajes como las tradwifes que pueblan las redes sociales.

Hablamos de mujeres jóvenes que sienten al feminismo como una amenaza a sus deseos de ser un ama de casa tradicional y de practicar los roles de género de los años 70. Abandonan sus carreras profesionales para dedicarse a las necesidades de su familia y sienten que, efectivamente, el hombre ha de ser el cabeza de familia.

RoRo se ha convertido en icono para chicas que ven su estilo de vida como una opción a imitar

En España, el ejemplo más claro de estas tradwifes es RoRo, una joven de 22 años que, con más de cinco millones de seguidores en las redes sociales, se ha convertido en icono para chicas que ven su estilo de vida como una opción a imitar.

Y eso es lo que me da miedo realmente, que tras décadas de plantar cara al machismo y de consecución de libertades, volvamos atrás simplemente porque nadie les ha contado a esos jóvenes, a ellos y a ellas, que hasta hace no tanto tiempo nosotras éramos el sexo débil al que ellos se encargaban de tutelar. Rotas las barreras, rotas las tutelas, hay quien está invirtiendo mucho tiempo, marketing y dinero para que volvamos a ser dependientes.

Por eso las mujeres que vivimos aquello debemos contar cómo eran las cosas y el trabajo que costó cambiarlas.

Nada llega gratis, nada sin esfuerzo y sin sacrificio. La supuesta decisión individual de volver a la “tradición” no es sino una amenaza para todas.

Las mujeres mayores lo sabemos bien y por eso nos hemos convertido en la china en el zapato de VOX. Somos el grueso muro que no han de atravesar.