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Imagen de archivo de una frutería de barrio.

Imagen de archivo de una frutería de barrio. EFE

Opinión

Los héroes del pequeño comercio

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La pescadería de la esquina, la frutería del barrio, la carnicería familiar, la librería del barrio, la juguetería con cuyo escaparate se despertaban los sueños, el bar de toda la vida… y en general todos los pequeños comercios de proximidad, o lo que es lo mismo: una especie en extinción.

Deprime recorrer las calles de prácticamente cualquiera de nuestras ciudades y ver el desierto paisaje que dejan los cierres del comercio de barrio, que en el mejor de los casos y además en contadas ocasiones son sustituidos por otros, que son más de lo mismo porque responden al mundo globalizado en el que vivimos.

Las cifras que recientemente ha facilitado ATA sobre el sector dejan poco margen para la esperanza. En España y sólo teniendo en cuenta el último año, han echado el cierre 13.210 autónomos que se dedicaban al comercio. En la última década las cifras van en caída libre, y se incrementan en cada ejercicio. Si nos acercamos hasta Euskadi el panorama no mejora, en 15 años se han perdido 13.500 autónomos de los cuales el mayor porcentaje estaba vinculado al comercio.

Comerciante y autónomo. Una combinación letal. Una combinación que a nivel estatal ha supuesto la perdida de 60.000 empleos en 7 años. ¡60.000 empleos!.

Muchos de esos 60.000 fueron emprendedores que optaron por poner en marcha un negocio, con el riesgo que eso siempre supone. Y además crearon empleo, un empleo que desgraciadamente se ha destruido para siempre. No hay ningún pequeño comercio que cierre para volver a abrir. Cuando se baja la persiana es para siempre. Detrás quedan los sueños que se ven truncados, y las historias de quienes arriesgaron para permanecer.

Los demás también perdemos y perdemos mucho. Tenemos que olvidarnos de la cercanía, de la facilidad de bajar a comprar el pan en zapatillas a la panadería de siempre de hacer comunidad y de socializar. Empezamos a acostumbrarnos a que nuestras calles pierdan identidad, luz y brillo.

De hecho, nuestras calles son cada vez más grises. Si esto no nos gusta, tendremos que intentar proteger lo que queda, porque lo que es incuestionable es que los que ya se han ido no van a volver.

Hay que recuperar la pasión por el comercio de barrio. La realidad es que comprar a través de una plataforma en internet, no tiene nada que ver con la experiencia que te ofrece que te conozcan, que te llamen por tu nombre, que sepan cuales son tus gustos y tus costumbres. Esto no se parece en nada a la compra online, que por cierto nos aísla cada vez más con los problemas que eso genera. Favorecer el aislamiento es una cuestión seria, que los más talluditos ya libramos, pero que afecta claramente a los más jóvenes. No tardaremos mucho en conocer a chicas y chicos que no hayan pisado una tienda en su vida. Sinceramente, no saben lo que se pierden.

Habrá quien esté pensando que comprar en el comercio físico, o acercarse a la tienda de barrio es más caro, y sí lo es, pero como contraprestación te ofrecen todo esa cariño y esa experiencia de compra que acaba siendo sociológica, que de ningún modo se adquiera a través de una pantalla.

Soy de la opinión de que cuando se puede, merece la pena pagar esa diferencia que no es tanta, si valoramos todo lo que conlleva la compra física.

Estamos en un momento clave donde tenemos que elegir qué queremos para nuestras ciudades, para nuestras calles y para nosotros mismos.

¿Qué tipo de consumidores queremos ser? Una vez que respondamos a esta cuestión ya sólo queda recordar todo lo que nos aporta, en muchos casos de forma desinteresada el comercio de barrio.

Si no apoyamos al pequeño comercio, a esos negocios familiares que en muchas ocasiones han permanecido durante generaciones, los vamos a perder. La administración también debe tomar cartas en el asunto porque entre las cargas impositivas, los incrementos salariales y la falta de ayudas, están contribuyendo a una sangría que parece imparable.

Yo no quiero ver los pequeños comercios en las fotos históricas, quiero verlos y disfrutarlos en la calle.