El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, sale del Tribunal Supremo en una imagen de archivo a 5 de noviembre de 2025 Efe
Nada por aquí, nada por allá... ¡Abracadabra, pata de cabra! Usted pensaba que al ex fiscal general del Estado se le había juzgado por un presunto delito de revelación de secretos al filtrar los correos entre la fiscalía y el defraudador confeso que además, es pareja de la presidenta de la Comunidad de Madrid. O algo así. Iluso que mira el dedo que tapa la luna.
Supongo también que, como buen lego en leyes, lo cual ¡sépalo! le invalida de emitir juicio o crítica alguna que no sea favorable a los magistrados condenadores, imaginaba que el veredicto del juicio dependía de que las acusaciones pudieran probar, sin ningún tipo de dudas -in dubio pro reo y esas chorradas- que dicha información había sido filtrada el ex fiscal general de Estado.
You know nothing, Jon Snow. Para nada pardillo ¡Menudo trucazo del Supremo! David Copperfield y el Mago Pop llevan desde el 20-N intentando desentrañar el númerito. Esto ha sido más grande que la desaparición la Estatua de la Libertad.
Otro colectivo que también intenta explicar el tocomocho es el de los juristas. Por ejemplo, el conocido doctor en Derecho y fino articulista Jose María Ruiz Soroa explicaba que “si no hay forma de probar que el fiscal filtró los correos, demos un paso y distingamos entre 'secretos' y 'datos reservados'. Secretos son los hechos que están declarados oficialmente como tales; datos reservados son aquellos que una norma ordena no divulgar al funcionario o autoridad que los guarda. Lo que los define objetivamente como tales es la prohibición al funcionario de divulgarlos, no su condición de ser más o menos desconocidos”.
En román paladino, parece que el juzgador ha engañado al acusado al ocultarle el hecho sobre el que debía defenderse, por lo que es muy probable que este juicio haya sido una pantomima y una farsa destinada solo a obtener el premio buscado, la dimisión del ex fiscal general
Y digo yo que si hay que explicar algo tanto, tanto, hasta el punto de que parezca un trabalenguas, yo la verdad... Lástima que el juicio de Ruiz Soroa quede empañado por su ideología de extrema izquierda y por su devoción perruna al gobierno social comunista y traidor.
En román paladino, parece que el juzgador ha engañado al acusado al ocultarle el hecho sobre el que debía defenderse, por lo que es muy probable que este juicio haya sido una pantomima y una farsa destinada solo a obtener el premio buscado, la dimisión del ex fiscal general. Luego, si eso, con tranquilidad, nada de prisas procesales, veremos si el Constitucional ampara al acusado y anula el juicio. Pieza cobrada.
Intuíamos que la justicia nunca ha sido igual para todos y que si podías pagarte unos buenos abogados, o conocías a miembros de la judicatura, tu paso por el sistema judicial siempre sería más benigno y liviano que el de un desgarramantas. Cuestión de dinero y estatus.
La novedad reside en que, en estos últimos años, se ha introducido el factor ideológico en los procesos y en las instrucciones. Tienes más posibilidades de salir indemne o relativamente indemne si eres de derechas que si eres de izquierdas. Así de triste y así de claro. Que se preparen la mujer y el hermano del presidente del Gobierno.
Otro tema que me ha llamado mucho la atención estos días es el ataque a determinados periodistas -todos de tintes progresistas- a través de sus hijos. Hijos que ejercen o comienzan a ejercer el trabajo de sus padres, algunos como simples becarios, y que se han visto expuestos por otros periodistas, comentaristas y hasta políticos, adscritos a la derecha extrema de este país. No hay otra.
Algunos de estos denunciantes alegan que no se trata de que haya o no enchufismo en los casos citados, no lo saben, sino que al ser de izquierdas, los padres de las personas expuestas están obligadas a ser como la mujer del César. Es decir, no basta con que sean honrados o inocentes, sino que deben parecerlo.
Es decir, lo que vende la extrema derecha española -no hay otra, repito- es que si eres de izquierdas no puedes progresar, mejorar, alcanzar acomodo y felicidad. Pero si eres de derechas, todo esto está a tu alcance
Es un argumento ridículo, pero es un argumento que funciona entre el facherío patrio, el mismo que justifica el golpe de Estado del 36, glorifica a Franco y ansía un estado autoritario (de ellos, claro). Un razonamiento que excluye a los hijos de los progres de trabajar en lo de sus padres, de ser ricos, de tener un velero o tener una casa, pero que justifica las sagas interminables de periodistas de derechas, de arquitectos, de médicos, de jueces, de empresarios o de abogados con bufete, por citar solo algunas profesiones donde el ascensor social solo funciona en las plantas altas. Con sus casas, sus veleros, sus millones.
Es decir, lo que vende la extrema derecha española -no hay otra, repito- es que si eres de izquierdas no puedes progresar, mejorar, alcanzar acomodo y felicidad. Pero si eres de derechas, todo esto está a tu alcance: enchufismo familiar, comisiones, negocios turbios, manejos por la puerta de atrás, y todo ello corresponderá a una visión de los negocios de la que carecen los zurdos que solo saben corromperse y robar, en escala básica, por supuesto.
Y esos votantes de extrema derecha que piensan que sus problemas proceden de los emigrantes que roban y violan a sus hijos y que se quedan con sus trabajos, cuando se den cuenta del timo y el juego de prestidigitación que les están haciendo los grandes magos que se lo llevan crudo desde hace siglos, siempre podrán decir aquello de “Emosido engañado”.