Santos Cerdán a su salida de prisión hace unos días
Caso Gurtel, caso Koldo-Abalos-Cerdán, caso Leire, caso Revuelta, infinidad de casos en diputaciones, municipios…
Los tres primeros partidos de ámbito estatal están implicados en casos de corrupción. La afirmación es dura y la realidad más. Son los tres partidos que tienen o tendrán responsabilidades de gobierno en el Estado y no parece que se vayan a bajar de la burra de la corrupción si tenemos en cuenta que la polarización política hace que cada cual justifique, minimice sus casos o potencie mediáticamente los de sus rivales.
Y así, la ciudadanía se queda sin opciones de representación, comienza a desconfiar de los partidos como instituciones para gestionar la democracia y esa desconfianza se acaba trasladando a parlamentos, gobiernos, ministerios, otras instituciones y políticas públicas.
Pero ¿Cómo hemos llegado a esta corrupción tan generalizada o esta sensación de que toda la clase política está corrompida?
Es a nivel europeo donde debemos fijarnos para tener una radiografía más precisa de la percepción que tiene la ciudadanía con respecto a la corrupción de sus políticos
Según el Índice de Percepción de la Corrupción, España tiene una puntuación de 56 sobre 100 y se mantiene por encima de la mitad de la tabla a nivel global, ya que ocupa el puesto 46 de 180. Lógicamente, a nivel global esta posición no nos revela muchos datos, ya que aunque haya critica a la realidad del Estado, hay muchos países con niveles de percepción de la corrupción mucho más elevados, sobre todo en África, Asía y América Latina. Es a nivel europeo donde debemos fijarnos para tener una radiografía más precisa de la percepción que tiene la ciudadanía con respecto a la corrupción de sus políticos.
En Europa, el Estado español ocupa un 14 de 27 y se queda lejos de los países nórdicos, Alemania y Francia. Tan solo, Italia —tercera potencia económica europea— tiene peores números. Además, la posición de España en este ranking ha empeorado en los últimos años, mostrando un estancamiento en la mejora de política de rendición de cuentas y transparencia que fija la organización Transparencia Internacional.
Es importante ver el estado actual de la situación. Ello nos permite darnos cuenta de que hay reformas políticas e institucionales pendientes y muy necesarias y que no basta con la buena voluntad de los actores políticos.
Pero también debemos fijarnos en la historia de la corrupción en España.
En el estado se han desarrollado 3 olas de corrupción: La primera, derivada del cambio de régimen y de la percepción de corrupción generalizada del franquismo, se arrastró hasta los últimos gobiernos de Felipe González. Sus gobiernos tampoco ayudaron a mejorar la situación. Filesa, GAL, fondos reservados, etc. arrastraron la puntación en el índice hasta los 43 puntos y solo un cambio de partido en el gobierno mejoró estos números.
Los gobiernos de Aznar ascendieron la puntuación hasta los 71 puntos en el año 2004 y estos números se mantuvieron hasta la llegada de la crisis económica de 2008. Zapatero empezó su gobierno con 70 puntos y lo dejo con 62, curiosamente en la época que más reformas se empezaron a implementar para combatir la corrupción.
La crisis económica tuvo una influencia fundamental en el descenso de la percepción de la corrupción, pero los números no volvieron a ser los mismos ni con el regreso del PP al poder. Mariano Rajoy empezó con 65 puntos y dejo el gobierno con 58. Esta es la segunda oleada y vuelve a ser definitiva.
Es en esta segunda ola donde la ciudadanía empieza a asumir que poder es igual a corrupción y las puntuaciones no volverán a acercarse a los 70 ni con el cambio de gobierno y la llegada de Sánchez a la Moncloa. El socialista empieza su gobierno con 62 puntos y la posibilidad de reflotar los malos datos, pero según ha ido avanzando su mandato, la puntuación ha descendido hasta los 56 puntos, la más baja desde la salida de González del poder. Esta es la tercera ola de corrupción en España y en la que nos estamos ahogando hoy.
Me atrevo a decir que el partido de Abascal, de llegar al poder, institucionalizará la corrupción y la convertirá en parte de la cultura política del Estado
La situación no es para ser optimistas. Solo Aznar mejoro los datos desde su inicio en el gobierno hasta su salida, pero hoy en día ni PP ni PSOE son percibidos como partidos honestos y honrados y VOX no tardará en caer visto sus tejemanejes con financiación extranjera, de su organización juvenil y de algunos de sus máximos dirigentes. Es más, me atrevo a decir que el partido de Abascal, de llegar al poder, institucionalizará la corrupción y la convertirá en parte de la cultura política del Estado.
En cualquier caso, queda claro que están pendientes reformas de los partidos políticos, mayor control de sus cuentas y sobre todo análisis sobre la selección que hacen estas instituciones de sus élites. Y lo siento, pero esto no se puede dejar a la vida interna de los partidos. Se regula con ley. Los partidos políticos no son una casa propiedad de los militantes y los dirigentes de cada agrupación. Son una herramienta fundamental de la democracia y, por tanto, propiedad de la ciudadanía.