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Imagen de archivo de periodista.

Imagen de archivo de periodista. Vlada Karpovich (Pexels)

Opinión

Fin de una era

Publicada

El viernes pasado esta mancheta celebró su cena anual de Navidad con presencia de las personas que hacen el digital cada día. Ocasión que, como siempre, fue alegre y distendida y culminó -la cena- con las habituales palabras del director en las que, básicamente, se congratuló de seguir vivo un año más. Me refiero al proyecto. Ya son cinco años y tiene mucho más mérito de lo que puede parecer.

Me explico. A mí, y a otro veterano de este mundo, nos tocó el papel de abuelos cebolletas y no paramos de contar batallitas a los desafortunados que nos tocaron cerca. Una chapa que fue recibida con educación y benevolencia por las personas afectadas, todo hay que decirlo. En realidad, me di cuenta a la mañana siguiente, lo que estábamos haciendo -torpemente, supongo- era levantar acta de defunción de una era que se ha ido y está siendo sustituida por otra que no me gusta un pelo.

Los medios de comunicación van siendo sustituidos por el algoritmo. El algoritmo está en manos (muy pocas) de oligarcas y metabarones crueles, caprichosos y muy peligrosos, que no creen en la democracia y que usan su inconmesurable poder e infinitos fondos para crear la sociedad del futuro (o presente).

Decía alguien que la prensa libre y crítica murió el día que el gerente entró en la redacción y cambió una información para mantener una campaña de publicidad. Eso ya ha quedado antiguo. Hoy los medios no viven de la publicidad tradicional, ni de las ventas (en el caso de los escritos y digitales de pago). Sobreviven, con respiración asistida, de las subvenciones directas e indirectas (congresos, jornadas, bolos radiofónicos,...) de gobiernos y empresas públicas y privadas, que son directamente dependientes y proporcionales al sometimiento editorial a la ideología que se nos está imponiendo.

Por eso son excepciones, y muy estimables, aquellos profesionales, televisiones, radios, o prensa que, por convencimiento y con una cierta temeridad, resisten a las presiones y aguantan ataques diarios por parte de supuestos medios y colegas en la redes sociales, o en tertulietas y videos ampliamente difundidos por el algoritmo. Y Crónica Vasca y sus profesionales, hasta hoy y en la proporción que les toca, entran en la categoría de los justos, aunque solo sea por publicarme a mi.

Se acaba la democracia ante nuestros ojos, y se ha terminado cualquier utopía que suponga avanzar hacia una sociedad más justa e igualitaria. La aporofobia, el racismo, la xenofobia, el nacionalismo, el machismo o el totalitarismo han pasado a ser valores positivos entre los más desfavorecidos, que están cambiando su voto a opciones de extrema derecha, teleridigidas desde los laboratorios de ideas ultras de organizaciones muy ligadas a los infantiloides e insensibles tycoons tecnológicos.

Una peña que, a través de sus servidores bien pagados, prometen una sociedad segregada racialmente, económicamente y sin impuestos, ni extranjeros pobres. En qué va a favorecer esto a los jóvenes y no tan jóvenes que están ¡tan frustrados! porque el gobierno de turno no les provee de lo que ellos creen que merecen (vivienda, un buen sueldo, capacidad para hacerse un proyecto de vida y no se que más) es algo que se me escapa.

Como no acabo de entender como, en la sociedad que está construyendo el imperio que tiene a Trump de marioneta y recurso tragicómico, van a vivir los que apoyan dicho proyecto cuando descubran que no se pueden permitir una atención sanitaria ni una educación como la que reciben ahora. O lo que llaman despectivamente paguitas, es decir subvenciones, ayudas y pensiones.

Los mundos utópicos generados en películas como Elysium, Ready player one, Running Man o Gattaca, por citar solo algunas, donde los muy pocos viven de lujo y los muchos se matan por las sobras está en marcha.

Y nosotros mirando impotentes como el sistema que mejor ha funcionado y que más nos ha hecho avanzar socialmente, se diluye. Por fallos propios y por aciertos ajenos. Los que mandan tienen medios y esclavos de sobra y les falta compasión y escrúpulos. Una lucha desigual.

Pero aquí estaremos, aguantando. Que vengan.