Esta semana Iñigo Urkullu alcanzó los diez años como lehendakari. Y, por lo visto en los últimos tiempos, parece que le queda cuerda para rato. ¿Intentará una cuarta legislatura en Ajuria Enea? Nadie sabe qué pasará con su futuro, pero desde el pasado verano deja entrever que se ve con ganas de seguir en el cargo.
El propio jefe del Gobierno vasco, que por su perfil cauteloso es poco amigo de estas celebraciones, valoraba estos diez años mediante un mensaje en las redes. A su juicio, tras este tiempo la convivencia en Euskadi está "más asentada" y "los acuerdos entre diferentes y la estabilidad institucional son una seña de identidad".
Su futuro no está claro, aunque muchas voces hablan de que se presentará a la reelección. Lo que sí es seguro es que él tendrá la última palabra. Nadie en el PNV quiere que se vaya y si lo desea, seguirá.
Urkullu accedía a la Lehendakaritza ahora hace una década tras la legislatura de Patxi López, único paréntesis de gobierno no nacionalista desde el inicio de la democracia. Cada vez con más porcentaje de apoyo en las urnas, en 2016 y en 2020 el lehendakari repitió victorias electorales. Eso sí, antes de la pandemia todo hacía indicar que el triunfo de 2020 sería el último.
Tres victorias...¿A por la cuarta?
Para muchos en la política vasca era casi una evidencia que Urkullu tenía el 2024 como fecha de caducidad. Tres mandatos parecían un ciclo perfecto que él pretendía concluir con la aprobación un nuevo Estatuto vasco. Incluso en no pocos mentideros empezaban las quinielas sobre sus posibles sustitutos. Sin embargo, la pandemia, primero, y la crisis derivada de la guerra de Ucrania, después, pueden haber modificado sus planes.
Las tornas parecen haber cambiado sobremanera. Y ahora son muchas las voces que apuntan a que volverá a presentarse a la reelección. En el mensaje de esta misma semana Urkullu decía que tiene "la misma ilusión y compromiso del primer día". ¿Un mensaje sobre su futuro? No está claro, pero lo que sí es seguro es que él tendrá la última palabra. Nadie en el PNV quiere que se vaya y si lo desea, seguirá.
El pasado verano evitó especular sobre si continuará o no pero dio alguna pista. Afirmó que "tengo un compromiso con esta legislatura y luego veremos", aunque ya apuntó, en la línea con lo dicho esta misma semana, que conservaba la "energía" y que se sentía "con todas las fuerzas" del primer día.
Una época dorada
Más allá de hipótesis, lo cierto es que desde 2012 hasta ahora Urkullu ha participado en una época dorada del PNV, que ha ido ganando apoyos y conquistando poco a poco una mayor hegemonía. Siempre ha contado con el respaldo total de Sabin Etxea. Junto a los presidentes jeltzales, su amigo Josu Jon Imaz, primero, y Andoni Ortuzar, después, han impuesto las tesis más moderadas en el partido, cada vez más lejos de intentar un 'procés a la vasca' u otro Plan Ibarretxe.
Los problemas de gestión nunca le han pasado factura. Tampoco la corrupción del caso De Miguel, quizás el momento más complicado para el PNV en décadas, u otros escándalos como los varios acontecidos en Osakidetza. Esta legislatura gobierna con una cómoda mayoría gracias a su pacto con el PSE.
En cuanto a sus objetivos, insiste a menudo en reclamar al Gobierno central las competencias pendientes del Estatuto de Gernika. Y ya tiene claro que si quiere alumbrar otro Estatuto, tendrá que repetir, porque en esta legislatura no tendrá tiempo para ello. La Ley de Educación, ahora tan controvertida, es otra de sus aspiraciones. En todos esos casos siempre persigue el máximo consenso. Algo normal en alguien con su talante político.