El periodista y escritor Juan Fernández Miranda premiado con el cuadragésimo primero Premio Espasa

El periodista y escritor Juan Fernández Miranda premiado con el cuadragésimo primero Premio Espasa EFE

Política

Juan Fernández-Miranda: "La Constitución dejó sin resolver el problema territorial"

  • El autor ganó el Premio Espasa 2024 con 'Objetivo democracia: crónica del proceso político que transformó España', una narración sobre el proceso político que transformó España
  • Más información: Constitución y espíritu de la Transición
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Juan Fernández Miranda ha ganado el Premio Espasa 2024 por su crónica política 'Objetivo democracia: crónica del proceso político que transformó España'. En esta narración, el autor ofrece una mirada profunda y cronológica sobre los momentos clave de la transición española, desde el fallecimiento de Franco en 1975, hasta la celebración de las primeras elecciones democráticas en junio de 1977.

Este fue uno de los momentos más importantes de la historia de España que dejó abierto uno de los cuatro grandes desafíos que secundaban España por entonces aparte del religioso, el social y el militar: el problema territorial.

En el libro menciona que antes y después de Franco, ETA mata igual. Quiere participar en el proceso de reforma, pero no para influir, sino para reventarlo. ¿Cómo actúa ETA entonces para que esta sea su percepción?

ETA nace en pleno franquismo y todo el mundo entiende que es una organización que busca derrocar al dictador. En la reforma hacia la democracia, ETA no cesa su actividad, sino que trata de reventarla con violencia porque no quieren la democracia liberal y la voz del pueblo que se está empezando a perfilar en España de la mano del Rey Juan Carlos I.

ETA buscaba otra cosa durante la transición y por eso irrumpió en distintos momentos de la transición para tratar de reventar el proceso, y no estuvieron lejos de conseguirlo.

¿No estuvo lejos de conseguirlo?

ETA recurrió al terrorismo para tratar de reventar el proceso de transición democrática. También los GRAPO, que también cometía secuestros, y sectores de extrema derecha, como la Matanza de Atocha de 1977. Todo esto representó una gran amenaza al proceso de reforma que impulsó el rey. 

El gobierno de entonces era aún un gobierno débil tratando de consolidar una reforma que generaba una gran ilusión, pero también había mucho temor entre la ciudadanía ante la posibilidad de que el terrorismo rompiese un proceso que parecía ilusionante. En definitiva, era un gobierno que estaba tratando de poner en marcha una reforma muy amenazada por todas partes y tenía que consolidarse y la ciudadanía estaba muy atemorizada ante la posibilidad.

Como afirma en el libro, la violencia es un elemento que pone en riesgo el plan reformista del rey...

Sí, por parte de ETA, los GRAPO, y también a algunos comandos de extrema derecha. Esta idea tiene que ver con cualquier forma de violencia que fuera en contra de la concordia y de unas elecciones generales libres. 

Cuando los extremistas atentaban, el ejército pedía mano dura. Si en estos casos el ejército se sublevaba, España podría haber terminado en un enfrentamiento civil, y esto es lo que había que evitar, volver a cometer los errores del pasado.

Y, ¿cómo actuó Adolfo Suárez, el primer presidente democrático, frente a estos actos violentos? 

El gobierno de Suárez siempre fue firme y claro en su rechazo al terrorismo. El gobierno estaba radicalmente en contra de estos actos con violencia. Suárez apostó por la serenidad y la firmeza, no por una respuesta violenta o de venganza, a pesar de las enormes amenazas contra el proceso.

¿Fue el caso del asesinato de Juan María Araluce?

Araluce fue asesinado en 1976 junto a los cuatro escoltas que le acompañaban, a plena luz del día en la playa de La Concha de San Sebastián, en la puerta de su casa. Fue un atentado muy simbólico. Para entonces, era consejero del Reino y presidente de la Diputación de Gipuzkoa.

Todo el Consejo del Reino asistió a su funeral. Allí, Torcuato Fernández Miranda, lejos de acobardarse, envió un mensaje de respeto a Juan María Araluce y de apoyo al proceso de transición pese a la violencia terrorista. Esta postura, de firmeza y de rechazo absoluto a la violencia, fue esencial para avanzar. 

En la Constitución de 1978 se reconoce “la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran”. ¿Considera que este reconocimiento pudo alentar a los terroristas a continuar con su lucha violenta?

La Constitución fue la consolidación de la transición política española. La democracia liberal ya era una realidad. Pero ETA no quería una democracia liberal; sino que parecía que quería una república socialista vasca, exactamente lo contrario a lo que establece la Constitución, que reconoce la diversidad y las nacionalidades de regiones. Después vino el reconocimiento de las comunidades autónomas.

¿Cómo recibió el País Vasco la Constitución?

A nivel nacional, casi el 86% de la población aprobó el referéndum del 6 de diciembre de 1978, que establecía que España es un Estado social y democrático, y que la soberanía nacional reside en el pueblo, 

En el País Vasco, aunque fue el índice de abstención más alto de España (55%), casi tres de cada cuatro (70%) de los votantes respaldaron la Constitución. Así, la sociedad vasca, avaló con su voto abiertamente la Constitución, y por lo tanto el proceso de transición. En España había mucho temor a que la violencia reventara el proceso de transición y la ciudadanía estaba ilusionada con dar un salto hacia Europa y la modernidad. 

¿Hubo algún político vasco relevante en la transición?

En la primera parte de la transición aún no se había llegado al estado de autonomías, pero por supuesto que sí. El nacionalismo vasco fue partícipe de la transición y fue clave también la construcción del estado. La transición fue un proceso en el que participaron la mayoría de los españoles y, en general, las posiciones extremistas, como las de ETA, quedaron aisladas.

El franquismo se moría con Franco, y había que construir un país con una democracia liberal a la altura de la época y del continente europeo. Por ejemplo, Carlos Garaikoetxea, representante del PNV, se reunió con Suárez en 1980 y tuvo un papel importante en la negociación de los estatutos de autonomía.

¿Cuál fue la percepción de ETA por parte de la sociedad española en general?

Aunque el rechazo era generalizado, en el tardofranquismo, desde cierta parte de la izquierda, no se veía del todo mal. Por ejemplo, el asesinato de Carrero Blanco en 1973, que en círculos de la izquierda española se aplaudió con cierta simpatía en un contexto de lucha antifranquista. 

Sin embargo, durante la transición, no. En este momento había ilusión por un cambio, y el terrorismo fue ampliamente rechazado en el conjunto de la ciudadanía. Otra cuestión es quien fuera partidario de reventar el proceso de transición a cualquier precio. Habría que medir cuánta gente estaba detrás.

Hoy en día, ¿cree que existe un revisionismo exagerado sobre la transición, ya sea para alabarla o para minimizarla?

Creo que la mayoría de los ciudadanos se ve representada en la Constitución, aunque eso no significa que no deba reformarse con el tiempo. Hay que tener una mirada bien abierta, lo que ocurre hoy en día es que la clase política es incapaz de ponerse de acuerdo hasta en cosas que está de acuerdo. 

¿Hay algún español que no esté de acuerdo en modificar la Constitución para eliminar la preferencia del varón sobre la mujer en la sucesión al trono? Todos estamos de acuerdo, y, aun así, la clase política es incapaz de alcanzar un consenso, pero como los Reyes han tenido dos hijas, no ha habido problema, pero sí incapacidad para cambiar la Constitución en un asunto en el que el 100% de la población está de acuerdo. 

Entonces, ¿cómo vamos a ser capaces de llegar a acuerdos para reformar cuestiones que tengan que ver con el modelo territorial, que es una de las cuestiones que se quedó colgando de la transición? Pero esto ya es una cuestión que haya que reprochar a los que llevaron a cabo la transición, sino a los que gobiernan hoy en día. Algunos quieren reformar la Constitución para cargarse la Corona; otros buscan blindar el Estado de las Autonomías; y otros desean reformar el papel del Estado central. Hay muchas propuestas de cambio, pero con objetivos opuestos, lo que dificulta llegar a un acuerdo sobre qué y cómo reformar. 

¿Cómo se puede modificar la Constitución? 

Depende del Capítulo a reformar. Hay capítulos especialmente protegidos, por ejemplo el de La Corona. Pero, básicamente, para hacer una reforma de la Constitución se necesitan tres quintos de la cámara, es decir, que tanto el PP como el PSOE estén de acuerdo.

La Constitución ha sido reformada en tres ocasiones. La última ha sido este año, que se ha reformado el Artículo 49, que decía “minusválidos” en lugar de “personas con discapacidad”.

¿Cómo puede un ciudadano de a pie proponer una reforma constitucional?

Los ciudadanos tienen la opción de presentar una iniciativa legislativa popular, que requiere 500.000 firmas para ser debatida en el Congreso de los Diputados.

Finalmente, ¿considera que quedó alguna cuestión abierta en la Constitución? 

Creo que la Transición resolvió tres de los cuatro grandes problemas históricos de España: el problema religioso, marcado por el fuerte enfrentamiento que culminó en la Guerra Civil; el problema social, con desigualdades profundas; y el problema militar, en un país acostumbrado a golpes de estado militares.

El problema territorial, en cambio, aunque parecía haber quedado resuelto con la Constitución, sigue siendo una cuestión abierta que genera grandes tensiones.