La apertura del debate sobre la nueva Ley de Educación vasca ha puesto de nuevo sobre la mesa la cuestión recurrente del idioma como foco de conflicto. Un tema que lleva décadas generando fricciones, una veces soterradas, otras con enfrentamientos claramente abiertos, entre diversos sectores políticos y sociales que vuelven a colocarse ahora en la primera línea de actualidad, aunque con un prisma diferente.
Durante años la defensa del euskera y de la necesidad de la inmersión lingüística ha supuesto en la mayoría de los casos una línea divisoria entre nacionalistas y no nacionalistas. Como si el euskera y su defensa fuera solo patrimonio de unos y el castellano de otros.
Después de 20 años de un sistema educativos con tres modelos lingüísticos -A,B y D- que año tras año de sucesivos gobiernos nacionalistas han ido escorando hacia solo uno, el D, en euskera, que es hoy en día en el que acoge a más del 75% del alumnado y es prácticamente hegemónico en la red pública y en la concertada, el debate ya es otro.
Esa división política patrimonializando la defensa o no del idioma no ha desaparecido del todo, pero la discusión ha pasado ser aquella que está directamente relacionada con si se puede primar la inmersión lingüística a la excelencia en la formación o a la captación de talento, porque la cuestión se extiende más allá de del sistema educativo y condiciona a los investigadores en la Universidad o al personal sanitario en Osakidetza.
Las evidencias de que la inmersión en una lengua diferente a la materna llevan a pobres resultados académicos están siendo cada vez más palpables en estudios y análisis de diferentes ámbitos, a los que no se les puede acusar precisamente de querer ir en contra de la expansión del euskera.
Informes del propio gobierno vasco constatan las carencias de los alumnos en diversas competencias básicas que van desde las matemáticas, a la lectura. Detrás de esas dificultades para que los alumnos vascos superan la media en muchas asignaturas en estudios, como por el ejemplo el PISA está unos alumnos que estudian en un lenguaje que es su lengua materna y en el que mantienen dificultades de comprensión que se hacen más evidentes cuanto más complicada es la asignatura en cuestión.
Son muchos los expertos que coinciden en que la lengua materna es fundamental en la enseñanza y un informe del Banco Mundial así lo recoge al afirmar que "cuando a los niños se les enseña por primera vez en un idioma que hablan y comprenden bien, aprenden más y están en mejores condiciones para aprender otros idiomas".
Sin embargo, a la espera de que se finalicen los trabajos de la ponencia que en el Parlamento Vasco está recogiendo opiniones sobre hacia donde debe ir esa nueva Ley de Educación, la mayoria política vasca parece inclinarse por la inmersión.
EH Bildu y el PNV no han ocultado su sintonía para sacar adelante esa norma y la coalición abertzale ya ha anunciado que apuesta por una inmersión total en la escuela vasca. Una escuela en euskera, mucho más allá de lo que ya lo es ahora, arrinconando el castellano, independientemente de la lengua materna de los alumnos.
Son muchos los pasos que se han dado en este ámbito del camino de la inmersión en distintos ámbitos de la sociedad vasca, no exentos de polémica.
Por ejemplo, la universidad vasca tiene ya varias denuncias con el euskera como centro, algunas de ellas de doctores investigadores a los que se les ha cambiado su perfil lingüístico, y que se arriesgan a perder su puesto de trabajo por el idioma pese a ser expertos en la materia que tratan. Otros recursos se corresponden con personal administrativo, que, tal como ha publicado Crónica Vasca consideran discriminatorio que se les exija ahora niveles superiores de euskera que cuando accedieron a su puesto de trabajo. Todo porque la UPV, tal y como reconocoió la viceconsejería de Política Lingüística en un informe, busca con su política de euskera, más que caminar hacia el bilingüismo, busca una universidad, "sólo en euskera".
Es en realidad la misma línea que se marca en el acceso al empleo público en Euskadi, con la práctica totalidad de los puestos con euskera como exigencia, o al menos como mérito, primando por encima de otras cuestiones más relacionadas con su talento o con la labor específica que realizan.
Por ejemplo, para un médico de Osakidetza puntúa más saber euskera que tener un doctorado, primando el idioma sobre el talento. Los baremos de méritos para un médico o pediatra con un doctorado cum laude suman a sus méritos 10 puntos, saber euskera puntúa ocho más, 18.
Paralelamente a la intención de la administración de extender el euskera a todos sus empleados se están presentándose cada vez más recursos ante los tribunales contra lo que se considera una discriminación al acceso al empleo público por cuestión del idioma.
Al citado recurso de UGT contra modificaciones de exigencias lingüísticas para el personal de administración le precedió una sentencia del TSJPV sobre las oposiciopnes a la Policía Local de Irún recurre la que se entiende que no todos los funcionarios tienen que saber euskera. Esta sentencia está recurrida al Supremos que está recurrida al Supremo.
En paralelo, el TSJPV ha consultado al Constitucional si la Ley Municipal vasca que permite a los ayuntamientos vascos dirigirse a sus vecinos solo en euskera vulnera la ley. El euskera, de nuevo, en el ojo del huracán.