Un estudio reciente del Gobierno vasco revela que el 78% de los vascos no conoce las políticas de memoria sobre terrorismo, y hasta un 33% aboga por "no remover el pasado". Asimismo, Covite denuncia que los actos de apoyo a ETA se han duplicado en 2022. Estos datos reflejan que gran parte de la ciudadanía desconoce el pasado, o que al menos, no ha recibido una educación basada en la memoria y en los principios de convivencia y democracia.
Algo falla en una sociedad donde habitualmente numerosas instituciones y asociaciones realizan actos en memoria de las víctimas, ya sean de ETA, del franquismo, de los GAL o de otros episodios violentos que ha sufrido Euskadi en su pasado reciente, y aún así la ciudadanía muestra un nivel de indiferencia tan alto con respecto a este tema.
Es fundamental difundir unos principios democráticos y éticos construidos sobre la defensa de la libertad y de los derechos humanos para construir un compromiso colectivo hacia el reconocimiento y la memoria de las víctimas. Y uno de los lugares más comprometidos en inculcar a la sociedad dichos valores es el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria-Gasteiz, que desde junio de 2021 se ha convertido un espacio de recuerdo y homenaje a aquellos que perdieron la vida por el terrorismo. Además de ETA, los GAL, el Batallón Vasco Español y otros grupos que actuaron en España, el centro también incluye datos sobre diferentes atentados, como el de Las Ramblas de Barcelona o el 11-S de Nueva York.
Este museo, que se acordó con el máximo nivel de consenso parlamentario, busca ser un signo de reconocimiento y respeto con las víctimas de todas las manifestaciones de terrorismo registradas desde el 1 de enero de 1960. Desde esta década más de 50 organizaciones terroristas se han llevado por delante la vida de 1.451 personas.
Uno de los retos de la sociedad en general y del Centro Memorial en particular es acercar a los más jóvenes a la historia reciente de Euskadi para que construyan su relato de la historia. Para ello el museo realiza visitas guiadas a los estudiantes de secundaria de los institutos vascos. Estas visitas se realizan desde que se inauguró el centro, pero en este curso escolar han puesto en marcha una nueva iniciativa con la que pretenden ir más allá a la hora de llamar la atención y desarrollar el pensamiento crítico de los estudiantes: visitas teatralizadas.
Hacer memoria de forma atractiva
En el museo son conscientes de la necesidad e importancia de acercar a los más jóvenes a la historia, y es por ello por lo que han reafirmado su apuesta por llevarles la memoria de forma atractiva para conseguir que crezcan desde la empatía, el respeto y el conocimiento de la historia.
El pasado mes de diciembre el espacio puso en marcha unas visitas teatralizadas. De la mano de la actriz Arantza Cordero, los jóvenes pasean por las instalaciones del museo recreando diferentes situaciones históricas que buscan transportar a los adolescentes a escenarios y momentos concretos de la historia.
“Bienvenidos al Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo, un espacio de verdad donde espero pasearos por la memoria y por la historia”. Así comienza Cordero un teatro que lleva a los jóvenes a recorrer el museo mientras les introduce en diferentes historias a través del arte: danza, elementos visuales, sonido e historias reales sumergen a los estudiantes durante una hora y cuarto en la memoria y la verdad.
Después de estudiar las unidades didácticas sobre el terrorismo en clase, los estudiantes visitan el Memorial como clase práctica; acceden al zulo donde José Antonio Ortega Lara estuvo durante 532 días, escuchan a través de un audio cómo fue el aviso de bomba del aeropuerto de Barajas o recrean la llamada de chantaje de un terrorista.
Uno de los tramos de la visita que más impacto genera en los jóvenes es el momento en el que acceden al espacio que simula el zulo donde encerraron a Ortega Lara. "¿Qué tiempo hará?" o "¿Por qué sigo viva?" son algunas de las respuestas que lanzan cuando Cordero les interpela a reflexionar con qué preguntas se hubieran hecho ellos si llegan a estar casi dos años encerrados ahí.
Precisamente una de las claves de esta dinámica es despertar el pensamiento crítico de los jóvenes, invitándoles a reflexionar y a acercarse a las historias que se encuentran inmortalizadas en el museo.
La banda sonora de un pueblo
Durante la visita el grupo avanza por diferentes espacios del Centro Memorial. Uno de los momentos más destacados llega cuando los estudiantes se paran frente a la batería que tocaba Miguel Ángel Blanco. Este instrumento tenía un gran valor sentimental para el concejal de Ermua, secuestrado y asesinado por ETA en 1997, porque fue un regalo de sus padres con el que aprendió a tocar y a disfrutar de su pasión por la música.
“Quiso el mal azar que durante 48 horas esta persona pusiese la banda sonora a un pueblo, que ese pueblo llorase durante 48 horas hasta que su batería dejo de sonar. Pero quiso el azar que esa batería y esa banda sonora se convirtiesen en un icono de unión; la batería sigue sonando en la cabeza de muchas personas”, reflexiona la actriz junto a la batería y ante el silencio y expectación de los adolescentes.
Aunque la batería dejara de sonar aquel 13 de julio de 1997, Cordero transmite a los jóvenes que el instrumento sigue resonando en los corazones de muchas personas: “Ahora se dice que las baterías se tocan con las manos blancas, porque durante mucho tiempo las personas que salieron a pedir ese ‘basta ya’ tenían las manos limpias, tenían las manos blancas”.
En la visita los jóvenes también se encuentran con los efectos personales de otras víctimas, como el uniforme del ertzaina Jorge Díaz Elorza, escolta que murió junto con el socialista Fernando Buesa en un atentado de ETA en el año 2000, o el patinete con el que Ignacio Echeverría se enfrentó en Londres a los yihadistas que le causaron la muerte en un atentado en 2017. Desde el museo destacan que los artículos personales de las víctimas "acercan más a la persona que fueron".
Esta iniciativa, que se está llevando a cabo desde el inicio de este curso escolar, tiene el objetivo de que "todos los colegios pasen por el museo para conocer la historia de Euskadi". Hace unos días les tocaba a los alumnos de 4º de la ESO del instituto Paula Montal de Vitoria-Gasteiz, aunque se espera que lleguen jóvenes de diferentes centros de Euskadi, de Navarra y también de otras provincias limítrofes.
Un reto mayúsculo
En declaraciones a ‘Crónica Vasca’, la actriz que interpreta este teatro, Arantza Cordero, explica que esta forma de mostrar la historia se diferencia del resto por ser más artística. “Otros lo explican con fechas o hechos, y resulta más duro. De esta forma el mensaje les llega en un formato más atractivo. Sólo sabiendo lo que ha pasado podrán construir el futuro.”
No quería ser una guía más del centro que explique la historia pura y dura. Quería utilizar el arte
Cordero destaca que cuando le propusieron el proyecto le pareció uno de los retos más difíciles que ha afrontado: “El sitio es el que es, esto es pedagogía y divulgación y hay que hacerlo con mucho respeto”. La actriz está acostumbrada a hacer pedagogía en los museos utilizando mucho la fantasía, pero explica que “no es lo mismo explicar a un pintor o un edificio que toda la historia del terrorismo y la carga que tiene”. “No quería ser una guía más del centro que explique la historia pura y dura. Quería utilizar el arte”, señala.
Del mismo modo, Cordero explica que no sólo ha sido difícil para ella, ya que el desconocimiento generalizado hace que para los más jóvenes también sea un sitio complicado: “No conocen pasajes de la historia. Hay un desconocimiento brutal, saben cosas concretas; que ETA existió o los atentados de torres gemelas, entre otros”.
Este proyecto teatral no sólo está dirigido a estudiantes, también se ha ofrecido en visitas grupales a adultos. Además, se suma a otras iniciativas del museo como ofrecer testimonios de las víctimas o visitas de colegios a las instalaciones.
No hay futuro sin memoria
La memoria hay que contarla. Cada historia tiene un recorrido y debe ver la luz. Es necesario que la ciudadanía conozca el pasado para poder desarrollar su futuro con una visión plena en lo que a memoria se refiere, y ese es el objetivo del Centro Memorial.
Precisamente durante el teatro se hace un especial hincapié en que las lágrimas tienen “una historia que contar”, ya que son las que “nos llevan al pasado para entender el presente y construir el futuro”.
"La memoria es lo que tenemos con nosotros, y hay que sacarla a bailar, hay que cantarla. Cada historia siempre va a tener un recorrido y de vosotras y vosotros depende que se convierta en una preciosa bailarina o de que se quede enterrada”. Así concluye la intérprete un teatro que recoge la historia del sufrimiento que ha padecido Euskadi en las últimas décadas. Y como en todas las historias, la actriz subraya la moraleja de que siempre habrá personas valientes que nos harán recordar que la humanidad merece la pena, y que entre todos se puede vencer a los ‘dragones malos’.