La existencia de clubes siempre ha sido típica en las ciudades. No hace falta mucho para que se cree uno, tan solo grupos de presión y económicos o intelectuales. En España existen dos con muchísima historia y que son de los más antiguos, como el Casino de Madrid (1836) y Sociedad Bilbaína (1839)

Este último fue nombrado un bien cultural por el Gobierno Vasco y es el más señorial del norte de España. Uno con 180 años de historia con el que transportarse a Inglaterra, ya que su decoración recuerda a un club inglés. En la villa se crearon clubes de todo tipo en aquel entonces, pero también unos muy peculiares más adelante. 

Prohibido hacer deporte 

Tres condiciones: no seguir un régimen, no sufrir dolencias y pesar más de 100 kilos. Es lo que se pedía para acceder al Club de los Gordos de Bilbao, nacido en 1953. El locutor del NO-DO, en su momento, lo describía como un club que empleaba las básculas "para interpretar las condiciones según las cuales se puede pertenecer a esta organización. Ninguno de los miembros del club ha de pesar menos de 100 kilos, ni debe haber tenido otra enfermedad que la del sarampión". Y aparecen unos señores en el vídeo, orgullosos y sonrientes por ser como son. 

Ahora a los gordos se les atribuye la característica de perezosos, pero, hace unas décadas, serlo no estaba mal visto y la idea de 'gordo bonachón' o 'gordo próspero' fue muy extendida. A estos se les asociaban tres atributos: generosidad, humor y bondad. Este fue, de hecho, el lema del club bilbaíno. 

El vasco no fue el primero, ya existían en las ciudades de Nueva York, París o Londres, que triunfaron en el siglo XIX, donde se servían menús que consistían en nueve platos. Estos fueron un cóctel de ostras, filete de ternera, ensalada de camarones, sopa de pollo, pargo, cochinillo y pollo asado, pudin de frutas con salsa de brandy y un postre y café. Ya en la posguerra se comenzaba a hablar de dietas y tratamientos para mejorar la salud, hasta que los bilbaínos crearon su club para enorgullecerse de ser gordos. 

Hubo varios candidatos en todo el Estado y el club se acabó creando gracias con un almuerzo, acompañado de vino y champán, a base de un kilo de entremeses para cada individuo, sopa de tortuga, solomillo, angulas, un pollo entero, fruta, tostadas de crema, arroz con leche, tarta, café y copa. Una comida que tuvo lugar en el restaurante Nicolás de la calle Ledesma, creado en 1943 por Nicolás Goirigolzarri, quien acabó siendo presidente del Club de los Gordos por sus 145 kilos

Solo contaban con algunas obligaciones, como la de reunirse una vez cada mes con mucha comida y la de seguir el lema. También fueron tradición los partidos de fútbol entre gordos y delgados, con los que el restaurante de Goirigolzarri se volvió popular. 

El Club de los Gordos continuó hasta mediados de los años 60 y la tradición se volvió a vivir en 1993, porque Nicolás era un gran creyente de que la gastronomía da la felicidad. Hoy día, el restaurante El Nicolás sigue en pie provocando alegrías a través de sus platos. 

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