Este lunes se cumplen 20 años del peor atentado de la historia de España. El 11 de marzo de 2004, diez bombas explotaron, de forma prácticamente sincronizada, en varias estaciones de tren de Madrid. El atentado, a manos de una célula yihadista de Al Qaeda, dejó 192 muertos y casi dos mil personas heridas ese mismo día, a lo que se sumó otro fallecido, un policía que murió en la operación antiterrorista para detener a los autores de la masacre. La dimensión de los hechos unió a todo el país, pero la confusión inicial sobre la autoría, produjo una gran división política y social.
En un país que sufrió el terrorismo de ETA durante 60 años y que, por aquel entonces, todavía viviría asesinatos, secuestros y extorsiones durante siete años más hasta que la banda terrorista anunció el cese definitivo de su actividad armada en 2011, en un primer momento, muchas miradas apuntaban a ETA como autor del atentado, también las de muchos vascos, pues era difícil que la palabra terrorismo no se vinculara con esta organización terrorista.
Después de todos los rumores y de conocerse al fin la verdadera autoría, para la sociedad vasca supuso, en cierta manera, un 'desahogo' saber que ETA no había sido el artífice. No porque ello le restase importancia el atentado, sino porque muchos temían ser señalados por el resto de españoles. "Para la sociedad vasca, saber que no ha sido ETA, dentro del horror, supondría que se nos quitase una losa de encima", declaraba el 12 de marzo de 2004 el entonces presidente del PNV, Josu Jon Imaz, y actual consejero delegado de Repsol.
La movilización de la sociedad vasca
En cuanto a si este atentado yihadista influyó en la percepción de los vascos sobre el terrorismo y les animó a movilizarse más, se podría decir que no exactamente, pues es algo que ya se venía haciendo en Euskadi. Desde años anteriores, sobre todo entre 1996 y el 2000, la movilización social por parte de la sociedad vasca contra el terrorismo fue significativa. Tal y como explica la doctora en Historia Contemporánea, Irene Moreno Bibiloni, los secuestros y las movilizaciones del lazo azul, así como el asesinato de Miguel Ángel Blanco, fueron hechos clave.
Así pues, multitud de personas se echaron a las calles en repulsa al atentado de Madrid y, tal es así, que la manifestación del 12 de marzo de 2004 ha sido la más multitudinaria en la historia de la democracia española, llegando a concentrarse más de 11 millones de personas por todo el país. En Euskadi, se produjeron concentraciones de un cuarto de hora y en silencio en las tres capitales vascas. En Vitoria-Gasteiz, frente al ayuntamiento, se reunieron todos los partidos políticos y más de mil personas. En San Sebastián, cientos de personas mostraron su repulsa en tres concentraciones distintas: en el ayuntamiento, en la Diputación de Gipuzkoa y en el campus de la Universidad del País Vasco. Frente al ayuntamiento de la capital vizcaína también se concentraron centenares de personas, así como en varios consistorios de la Margen Izquierda.
Sin embargo, algunos pueden preguntarse a qué se debe esa contradicción en las diferentes reacciones por parte de la sociedad vasca entre el yihadismo y los actos terroristas de ETA, teniendo en cuenta que una parte llegó a justificar estos últimos. Desde la experiencia de la historiadora, no hay que hablar tanto de diferentes reacciones, sino de diferentes épocas, puesto que la respuesta no era la misma en los años 80 que en los 2000. Por otra parte, la magnitud y el número de víctimas son elementos determinantes a la hora de manifestarse contra el terrorismo. Aunque el ser humano considere todas las vidas igual de importantes, las conciencias se remueven más si se habla de casi 200 víctimas que de una.
Asimismo, las movilizaciones por el 11-M estuvieron marcadas y bastante relacionadas con la falta de transparencia del Gobierno de José María Aznar (PP) y posterior cambio de gobierno con la victoria del PSOE, ya que las elecciones generales se celebraron tres días después del atentado.
El Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo de Vitoria —inagururado en junio de 2021—, dedica un espacio permanente al 11-M. El terrorismo yihadista tiene una notable presencia, tanto por el alcance del 11-M como por la amenaza permanente que vive Europa. Además, a lo largo de estos casi cuatro años, han pasado por el Centro Memorial varias exposiciones que hablan sobre el yihadismo y, además, en su página web hay disponibles numerosos documentos sobre ello.
Un punto de inflexión
El mayor atentado de la historia de España supuso un punto de inflexión en todo el país y también en Europa por la dimensión de la tragedia. A partir de entonces, se pusieron en marcha diferentes medidas para combatir el terrorismo yihadista en Europa.
Los ministros de Interior de la Unión Europea constataron que los instrumentos de los que disponían para combatir el terrorismo desde los atentados de septiembre de 2001 en Estados Unidos debían mejorarse, profundizando en las posibilidades que ofrecen el Grupo de Trabajo de Jefes de Policía, Europol y Eurojust. En esta línea de trabajo, se estimó conveniente la mejora de los flujos de información entre los Estados, a través de sus servicios de inteligencia y de información en las labores de prevención de atentados terroristas.
Solo tres condenados siguen en la cárcel
La Audiencia Nacional condenó a 21 de los 28 procesados por estos hechos en 2007. De estos 21, solo tres de ellos siguen en prisión actualmente.
Jamal Zougam fue condenado a 42.922 años de cárcel —el máximo que permite la ley— por colocar el último artilugio explosivo en el cuarto vagón del tren de Cercanías que salía de Alcalá de Henares a las 7:14 am y explotó a las 7:38 am cuando estaba parado en la estación de Santa Eugenia. La sentencia también menciona su relación con las tarjetas usadas en el atentado. "Al menos nueve tarjetas de la partida de treinta que llegaron al locutorio de Jamal Zougam fueron usadas por los miembros del grupo que intervinieron en los atentados", dice textualmente la sentencia de la Audiencia Nacional consultada por Europa Press.
El segundo terrorista que continúa cumpliendo condena es Otman el Gnaoui, al que también condenaron a 49.922 años como responsable en concepto de autor de un delito de pertenencia a banda armada. En concreto, la sentencia constata su participación en el transporte de los explosivos desde Asturias hasta la casa de Morata de Tajuña (Madrid), donde se montaron las 13 bombas que luego fueron colocadas en los cuatro trenes de Cercanías.
El tercero que sigue en prisión es José Emilio Suárez Trashorras, condenado a 34.715 años. Este exminero asturiano se encargó de facilitar los explosivos de Mina Conchita que luego usó la célula yihadista.
El resto de los implicados cumplieron penas de entre dos y 18 años, otros quedaron absueltos y otros cinco se suicidaron en la operación antiterrorista llevada a cabo semanas más tarde del atentado.