Silencio, pintadas y reparación: el periplo de la sociedad vasca ante el terrorismo de ETA
El Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo inauguró el pasado 12 de enero la exposición temporal "La sociedad vasca ante el terrorismo". Realizada junto a la Fundación Fernando Buesa y Sancho el Sabio
21 enero, 2024 05:00La banda terrorista ETA se mantuvo activa durante más de medio siglo. Cerca de 60 años en los que extorsionó, secuestro, y aterrorizó a buena parte de la sociedad de Euskadi, Navarra y el conjunto de España. Dejando a su paso a más de 850 víctimas mortales y otros tantos miles de heridos que, a día de hoy, todavía siguen esperando que se resuelvan legalmente muchas de las acciones cometidas por esta organización criminal.
Pero en muchas ocasiones el daño cometido por ETA no solo se tradujo en atentados, amenazas u otras acciones de este tipo, sino que la complicidad -muchas veces involuntaria o fruto del temor y el silencio- hacia esta banda terrorista fue lo que realmente hizo que el sufrimiento de las víctimas se acentuara en exceso. Llegando incluso a afirmar que las víctimas, sobre todo en Euskadi y Navarra, eran "doblemente" víctimas puesto que tras cada atentado debían soportar las miradas y el desprecio de aquella parte de la sociedad a favor de lo que hacía esta banda terrorista.
Una realidad que el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, en colaboración con la Fundación Fernando Buesa y Sancho el Sabio han plasmado a través de la exposición "La sociedad vasca ante el terrorismo". Muestra desarrollada por Antonio Rivera Blanco, catedrático de Historia Contemporánea de la UPV-EHU, e Irene Moreno Bibiloni, doctora en Historia Contemporánea de la UPV-EHU y miembro del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda, y que permanecerá abierta hasta el próximo 7 de abril.
En ella se recoge una cronología de lo que fue vivir en Euskadi durante los años en los que ETA estuvo activa. Especialmente desde que en 1968 pasaran la línea de los delitos de sangre y en las siguientes cuatro décadas acabaran con la vida de casi un millar de personas. Aquellos años en los que prácticamente todos los municipios del País Vasco quedaban inundados por las pintadas, los carteles y las movilizaciones en relación con la banda terrorista. Primero con aquellas en su favor, y poco a poco, conforme los atentados se iban encrudeciendo, con aquellas protagonizadas por familiares o conocidos de las víctimas y esa parte de la sociedad que fue tomando conciencia casi por obligación.
Un silencio cómplice
Como refleja 'La sociedad vasca ante el terrorismo' el gran problema no solo estuvo en quienes se posicionaban abiertamente en favor de ETA y que llenaban las calles de mensajes que apoyaban sus acciones. Incluso llegando a señalar a cientos de personas por el simple hecho de tener una opinión política diferente. Sino que buena parte del daño se debió a la actitud que la gran mayoría de la sociedad vasca mantuvo durante aquellos años.
Una especie de silencio cómplice que, aunque podía parecer simplemente un modo para no tomar partido, siempre, o casi siempre, iba en beneficio de quienes cometían estos atentados. Dejando de nuevo a las víctimas y a las personas de su entorno, asoladas y tiradas en un pozo del que pocas veces lograron salir.
Tal fue la situación que hubo quienes, en un intento de mantenerse imparciales, llegaron a abrir la fundación Elkarri. Un colectivo que comenzó sus andaduras en 1992 y que trataba de servir como barómetro para medir la opinión que el conjunto de la sociedad vasca guardaba ante un escenario como aquel. Sin embargo, tal fue la equidistancia en algunos casos que muchas víctimas y familiares de estas continuaron sintiéndose abandonadas.
Aunque es importante destacar que esta exposición, pese a que se centra mayoritariamente en esta banda terrorista, también refleja lo que supuso la aparición de otros grupos como los GAL. La muestra perfecta de cómo se trató de combatir el terrorismo con más terrorismo mediante una organización que entre 1983 y 1987 acabó con la vida de 27 personas.
De hecho, precisamente la creación de los GAL y sus acciones durante aquellos años llegaron a dale aire a ETA en su conjunto y un nuevo argumento para justificar las acciones que estaban llevando a cabo. Llegando, incluso, a poner a terrorista como "mártires" de la patria vasca, cuando solo, el mismo año en que estos se disolvieron, el atentado de Hipercor acabó con la vida de 21 personas.
El lazo azul y un punto de inflexión
Conforme pasaron los años, a la par que el discurso del terrorismo fue calando en toda una generación que había crecido con pintadas y mensajes en favor de ETA, la reacción del resto de la sociedad vasca fue siendo cada vez más clara. Primero con pequeñas movilizaciones a las que solo acudían unas pocas personas y que se realizaban justo en el lugar donde ETA acaba de realizar un atentado mortal, las cuales acabaron mutando en una respuesta masiva. Sobre todo tras el secuestro y el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Un punto de inflexión que movilizó a cientos de miles de personas por toda España y llenó las calles de Euskadi.
Pero la respuesta social no vino solo mediante manifestaciones y protestas de este tipo. También llegó con pequeños gestos y detalles como el del lazo azul. Una iniciativa impulsada en 1993 por las organizaciones Gesto por la Paz, Bakea Orain y la Asociación pro Deechos Humanos y diseñada por el artista Agustín Ibarrola, que sirvió como un método de distinción pública para quienes se posicionaban en contra de las acciones de la banda terrorista.
Primero con el secuestro de Julio Iglesias Zamora y después con otros como el de Ortega Lara, hubo quienes decidieron vestir este lazo azul como forma de protesta. Algo que en ciertos colectivos de la izquierda abertzale no gusto y contra el que muchas veces se respondió de forma violenta. Llegando incluso a llamar "asesinos" a quienes portaban dicho lazo.
A esto se le fueron sumando otras iniciativas, como por ejemplo la difusión de un cartel tras el asesinato de Dolores González Catarain (Yoyes), la exdirigente de ETA que fue víctima de un atentado mortal perpetrado por la propia organización terrorista después de que ella hubiera decidido abandonarla al verse en contra del camino que esta había decidido adoptar.
Todo esto llevó a que, con los años, la lucha en la calle por ver qué discurso vencía al otro fue decantándose por las víctimas y quienes buscaban el fin de ETA. Con la apertura de asociaciones como el Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) o la Fundación Fernando Buesa. Sin embargo, todavía quedan atisbos de lo que se vivió durante aquellos casi 60 años. Con quienes sufrieron la violencia del terrorismo con una voz todavía muy baja que no ha logrado alcanzar al conjunto de la sociedad vasca.