Publicada

Euskadi es una tierra llena de historia, patrimonio y paisajes de belleza impresionante. Sus monumentos y construcciones son reflejo de siglos de cultura y tradiciones que moldean la identidad vasca. Desde antiguos caseríos y ermitas hasta imponentes fortalezas y castillos, esta región guarda un legado arquitectónico único.

Sin embargo, no todo el patrimonio está rodeado de esa aura encantadora; hay construcciones que guardan un pasado sombrío o incluso espeluznante, y algunos lugares han quedado abandonados, convirtiéndose en estampas de una historia que pocos quieren recordar.

Así como ocurre con sitios históricos marcados por eventos oscuros, el patrimonio de Euskadi también tiene sus propios rincones enigmáticos que son reflejo de momentos difíciles. En otras latitudes, como en los campos de concentración de Auschwitz, el legado de estos lugares simboliza no solo ruinas arquitectónicas, sino heridas abiertas en la memoria histórica de las naciones.

El monumento más terrorífico de Euskadi

Aunque la intensidad de esos eventos es incomparable, Euskadi alberga sitios que, a menor escala, tienen una carga histórica similar. Uno de ellos es la central nuclear de Lemóniz, una construcción imponente que yace abandonada junto al mar y que simboliza un capítulo oscuro de la historia reciente del País Vasco.

Herri Batasuna, en contra de la central nuclear de Lemóniz / Wikipedia

La central nuclear de Lemóniz, situada en la localidad costera de Lemóniz, fue un proyecto ambicioso que nunca llegó a ponerse en marcha. En la década de 1970, cuando comenzó su construcción, el gobierno buscaba una solución a la dependencia energética del País Vasco, que atravesaba una crisis debido a su acelerada industrialización.

Sin embargo, la construcción de la central nuclear encontró fuerte oposición por parte de la sociedad vasca, que temía los riesgos que una planta nuclear podía representar para el medioambiente y la salud pública.

La organización ETA, que se posicionó en contra del proyecto nuclear y en varias ocasiones atentó contra las instalaciones y los trabajadores, causando un clima de inseguridad y temor alrededor de la planta.

A pesar del avance en las obras, en 1984 el gobierno del PSOE decretó una moratoria nuclear que puso fin a la expansión de estas infraestructuras. Desde entonces, la central nuclear de Lemóniz ha permanecido como un coloso abandonado frente al mar, un testimonio tangible de la tensión entre la industrialización y los riesgos ambientales.

Prácticamente acabada, la planta ha sido objeto de diversos planes de reutilización, que incluyen propuestas de reconversión a una central de ciclo combinado e incluso como un parque temático. Sin embargo, ninguna de estas propuestas ha llegado a concretarse, y el edificio se ha mantenido como una especie de monumento fantasma en la costa vasca, siempre en espera de un propósito final.

De central nuclear a piscifactoría

En 2023, sin embargo, el gobierno vasco anunció un cambio de rumbo: las obras para convertir la planta en una piscifactoría comenzarían a finales de ese mismo año. En los primeros meses de 2024, se confirmó una inversión de tres millones de euros destinada a la remodelación de los 300 metros de rompeolas que la rodean, una primera inversión para su recuperación.

Aunque el futuro de la central de Lemóniz aún está por definirse, los pasos para su reutilización parecen ser un indicio de que este sombrío vestigio finalmente encontrará una nueva vida, y quizá, un resarcimiento de su oscuro pasado.