José Luis Ábalos ha sido el protagonista político de la semana. Su presunta implicación en las corruptelas del conocido como 'caso Koldo', primero, y su rebelión ante el PSOE al no dejar su acta de diputado en el Congreso, después, constituyen uno de esos comportamientos que genera desafección de los ciudadanos para con los representantes de la cosa pública.
Aunque pueda argüir en su defensa que no está imputado en causa alguna (todavía), el ex ministro Ábalos no está en condiciones de seguir en la primera línea política. Su innegable cercanía con la trama supuestamente corrupta, sus palmarias contradicciones -dijo esta semana que llevaba tiempo sin ver al famoso Koldo y luego se publicó una reunión suya del pasado enero- y su forma de incumplir las directrices de su partido le inhabilitan para seguir como representante de la soberanía nacional.
Cada día que pasa con Ábalos como diputado el caso es más dañino para el Gobierno de Pedro Sánchez y, sobre todo, para el PSOE. No es de extrañar que esta semana desde el PSE -formación sin vínculo alguno con la trama- se hayan afanado por intentar frenar la irrupción de este caso truculento en la precampaña de las elecciones vascas. Con su actitud, el ex ministro y ex secretario de Organización del PSOE sólo genera problemas a la política, en general, y al partido que tanto dice querer, en particular.