Al escuchar a Joseba Azkarraga hay que frotarse los ojos para creerse lo que dice. Esto, que no es nuevo, volvió a ocurrir el pasado jueves, cuando el portavoz de Sare ofrecía una comparecencia en Vitoria. Nuevamente el exconsejero de Justicia del Gobierno vasco demostraba en qué éticas se mueve.
Ni corto ni perezoso, Azkarraga reclamaba que no haya "maniobras torticeras" de los jueces para dilatar la salida de la cárcel de los 52 presos de ETA que podrían beneficiarse de la ya célebre norma que les permitirá reducir sus penas gracias a los años de prisión cumplidos en Francia.
Por supuesto, es lógico pedir que la legalidad se aplique estrictamente a los reclusos. A los etarras y al resto. Claro que sí. También es justo reclamar, como hacía el propio interesado el pasado fin de semana, que se investiguen los casos de violencia policial por esclarecer. Lo justo es justo.
Sin embargo, no parece razonable ni estético ni mesurado lanzar este tipo de diatribas contra quienes imparten justicia precisamente ahora, cuando el Gobierno y sus socios, Bildu incluido, han sacado adelante esta modificación legal. ¿Es una forma de presión a los jueces? ¿O una manera de inflamar la situación?
Parece mentira, en suma, que un exconsejero de Justicia haga este tipo de declaraciones. Aunque en el caso de Azkarraga ya no resulta sorprendente.