Friburgo, la Suiza más polifacética
La ciudad de apenas 40.000 habitantes lleva el mismo nombre que el condado. Es una ciudad universitaria en la que se habla francés y alemán. A la llegada, si se hace en tren, ya se intuye que hemos pisado una ciudad universitaria, multicultural y dinámica en la que los jóvenes participan de las actividades que se desarrollan en la antigua estación de tren; un local alternativo en el que no falta un bar.
Aseguran los friburgueses que la región es una pequeña Suiza: lagos al norte, ciudades en el centro y montañas al sur. La más alta, Vanil Noir, de 2.389 metros en los Prealpes de Friburgo. La belleza de la región le ha conducido hasta el catálogo de paisajes y monumentos de importancia, en la que está incluido.
El aspecto bucólico del cantón no se apaga en la ciudad homónima en la que el agua juega un importante papel. Las residuales se usan como contrapeso para poner en funcionamiento el funicular que por tres francos une las zonas alta y baja de la ciudad. Es el único que desde hace 125 años aplica este ingenioso, aunque oloroso método, utilizando la gravedad en lugar de maquinaria. El agua fluye también de manera constante en las 12 fuentes históricas y hasta de los ojos de la estatua "La llorona", una escultura de Franziska Koch dedicada a una amiga consumida por el mal de amores.
El río ofrece un paseo arbolado similar a la senda de un bosque; pero no menos impresionantes son los acantilados surgidos por la retirada del glaciar al borde del río Sarine. Donde hay agua, hay puentes y Friburgo es una ciudad de puentes como el de Berna, punto de interés no sólo porque fuera el primero de la ciudad, construido con madera en el siglo XIII, sino porque es el último cubierto que queda en la ciudad. Desde aquí mismo, entre los meses de abril a septiembre, se puede iniciar la ruta de las torres que constituyen un claro ejemplo de arquitectura militar.
Hay que subir y bajar escaleras, callejear. Descubrir, a pie, Friburgo para tomarle el pulso y sorprenderse por las esculturas al aire libre. Para cruzar cada uno de sus puentes del centro medieval mejor conservado de Europa. Röstigtaben, la frontera lingüística y cultural, se pone de manifiesto en la Rue des Éspouses que une la Catedral con el ayuntamiento por donde pasaban los novios. Bajo la imagen de una pareja vestida con traje regional, se lee en francés a un lado de la calle "esta es la calle de las esposas fieles y esquina de maridos leales" y al otro, en alemán, "bueno, buen hombre, sé feliz hoy que te casas porque mañana será tu esposa la que lleve los pantalones en casa". Curiosidades.
Las empinadas cuestas se salvan con escaleras y durante toda la vista hay que tratar de fijarse en alguna de las 200 fachadas del gótico tardío. Unos cinco euros cuesta subir a la torre de la Catedral de 78 metros de altura y 365 escalones, tantos como días tiene el año. Lo hagas o no, será imposible bajar la vista ante las imponentes vidrieras de finales del siglo XIX. No tan conocida es la iglesia de San Juan, en cuyos jardines la calma es la protagonista y en cuyo frente, pese a los cambios sufridos a lo largo de los siglos, puede verse aún la Cruz de Malta.
Aunque inevitablemente tendrás que hacerlo, no deberías abandonar la ciudad sin dedicarle unos minutos al Espace Jean Tinguely et Niky de Saint Phalle, un lugar mágico, repleto de imaginativas obras de este matrimonio.
En la pequeña villa medieval de Gruyeres, en lo alto de una colina y de apenas una calle, se impone visitar el castillo del siglo XIII, considerado uno de los más bellos de Suiza. Si las exposiciones temporales en el interior de la muralla pueden sorprender con la estética propia de la ciudadela, encontrar aliens a pocos metros es poco menos que surrealista. Los inquietantes trabajos de H.R Giger, quien recibió un Oscar por su criatura extraterrestre, se exponen en el museo que lleva su nombre. La sorprendente terna museística se cierra con el Museo Tibetano, una de las mayores colecciones budistas del mundo adquirida por Alain Bordier.
Tanto si optas por comer en Gruyères como si lo haces en otro lugar, tienes que probar la fondue, incluso puedes visitar la fábrica de queso para ver su elaboración. Si te alojas en Bulle, algo frecuente, aconsejo hacerlo en el Café Le Fribrouguese , uno de los más antiguos de la ciudad. Pídeles que pongan en funcionamiento el orchestrion. En Gruyeres el Café Des Remparts es otra buena opción para degustar la variada y contundente gastronomía. Por cierto, a las afueras de Gruyères se encuentra Maison Cailler, que asegura elaborar uno de los mejores chocolates del mundo.
No hay buena comida sin buen vino. Los de Vully, donde se elabora el 1% de los que produce el país, son muy apreciados. Más de 100 hectáreas de viñedos en los que se cultivan fundamentalmente las variedades de chasselas y pinot noir, se extienden sobre las laderas de la colina que custodia el lago Murten.
Es un buen lugar para recorrer a pie o bicicleta y llegar a las cuevas de Lamberta, una serie de túneles excavados manualmente sobre la roca de molasa. La preventiva línea defensiva de la primera guerra mundial nunca llegó a usarse y hoy en día se ha convertido en zona de juego infantil.
Varios cruceros recorren el lago y lo atraviesan hasta llegar a Murten/Morat, la principal ciudad del distrito de los lagos, una población medieval que conserva casi íntegramente su accesible muralla y su castillo. El incendio de 1416 arrasó la ciudad Zähringer que se reconstruyó posteriormente sustituyendo la madera por piedra. El aspecto actual responde a las edificaciones de los siglos XVII y XVIII. No hay palabras suficientes para hablar, como se merece, de su belleza.
Si la repostería, y en especial la Nidelkcuhen, es un auténtico placer, pasar unas horas sentados a la mesa del restaurante La Pinte du Vieux Manoir, en la misma orilla del lago, es la guinda para tan diverso recorrido por el cantón de Friburgo.
Curiosidades
El lago más grande de Suiza, Lac de Neuchâtel, se encuentra en Friburgo.
Existen en Friburgo más de 1.800 km de senderismo y 700 de rutas para bicicletas.
El bolze, una mezcla de alemán y francés, es un dialecto que se habla en el sur de Friburgo.
Es el cantón con más productos de denominación protegida.
Una cuarta parte de los vegetales proviene de la región del Gran Pantano, de la que forman parte Friburgo y Berna. Los internos de sus centros penitenciarios cultivan los campos de los establecimientos agropecuarios.
Recomendamos probar
Queso: Gruyère y Vacherin.
Fresas con doble nata.
Cuchaule, pan dulce con azafrán que se sirve acompañado de Moutarde de Béninchon, una mermelada agridulce elaborada con especies.
Pase tren Suiza: incluye viajes en tren, autobús y barco e importantes descuentos en museos. El precio varía en función de los días y categoría elegida.
Consultar en https://www.myswirzerland.com/suizaentren