La empresa pierde sus 'apellidos vascos'
De Fagor a Euskaltel, los últimos años acumulan historias de compañías que han sucumbido a la globalización, perdiendo arraigo y poder local en los consejos
18 abril, 2021 05:00Euskadi no es una isla, y mucho menos en lo económico. Hace años que la economía vasca está totalmente condicionada por lo que pasa fuera de sus fronteras. Para bien y también para mal. Ese misterio de la globalización que hace que lo que está pasando en China acabe teniendo repercusión directa en una pequeña pyme guipuzcoana o que unas buenas previsiones empresariales terminen en números rojos unos meses después por un conflicto bélico a millones de kilómetros de la sede de la empresa. No hay una 'economía vasca' al margen de lo que pase en el resto del mundo, y hay una frase que lleva décadas presidiendo casi todas las previsiones económicas: "Todo condicionado al contexto de incertidumbre internacional". La globalización manda, también en Euskadi.
En este contexto de economía globalizada, mantener la 'empresa vasca' al margen de un maremagnun de fusiones, compras, opas y contraopas que convulsionan cada día el mercado económico globalizado, era una utopía muy difícil de mantener y se ha demostrado que eso del 'arraigo empresarial' es un concepto que, como muchas otras cosas, está llamado a adaptarse a los cambios que impone el nuevo rumbo que toma el mundo.
La OPA de MasMóvil sobre Euskaltel ha puesto de nuevo el dedo en llaga sobre el tema del arraigo empresarial abriendo otra vez el melón sobre las dificultades que pueden tener las empresas en las que el accionariado pegado a Euskadi se difumina a la hora de preservar sus compromisos con el País Vasco y sobre todo con su empleo.
La operadora vasca de telefonía, empresa bandera en su día del nacionalismo que soñaba con una operadora autóctona que compitiera -y de hecho lo hizo- con la estatal Telefónica, es si duda uno de los ejemplos más destacables de empresas que van perdiendo el arraigo vasco obedeciendo los dictados de la globalización. Pero no es el único. Ni siquiera la polémica surgida ahora tras la OPA de MásMóvil es el princio de ese posible desarraigo, sino la consecuencia de una historia que arrancó con la entrada de unos fondos internacionales en el accionariado y la salida del Gobierno vasco, con la salida a Bolsa de la empresa, con la entrada de Zegona en el accionariado y con la transformación final de la empresa vasca en un valor tan apetecible por el que MásMóvil está dipuesta a pagar 2.000 millones de euros para competir con los grandes a nivel internacional.
Junto a Euskaltel, muchas otras grandes empresas vascas fueron desdibujando sus apellidos vascos, por mucho que arrancaran en su día con ocho o más, y aunque sigan manteniendo su sede en tierra vasca. La historia de los últimos diez años está repleta de ejemplos en los que el arraigo ha sucumbido ante la globalización, y en los consejos de administración han empezado a predominar otros acentos más que el de los que hablan euskera.
Fagor sigue siendo una marca de electrodomésticos, pero de vasco ya solo tiene el recuerdo de que fue una de las cooperativas más emblemáticas del Grupo Mondragon y que cayó en desgracia hasta la liquidación. La marca es ahora propiedad de la polaca Amica, después de la catalana CNA intentara reflotar sin éxito una parte de la empresa.
La caída de Fagor, que quebró en 2013, fue un episodio especialmente convulso en el panorama económico por tocar al mundo cooperativo, en el que siempre había funcionado en tiempos de dificultades, el mecanismo de solidaridad intercooperativo para salvar las empresas que lo precisaban, y en el caso de no ser posible, preservar el empleo. Muchos entendían el compromiso del mundo cooperativo con el entorno muy por encima del de cualquier otra empresa y la quiebra de fagor supuso un punto de inflexión. La empresa, que fue embrión de MCC, quebró, y la Corporación, que ya había salido en su rescate más de una vez, prefirió dejar caer uno de sus icolos que permitir que arrastrase a todo el grupo en el agujero negro en el que estaba metida, con una deuda de más de 850 millones de euros, tras encadenar años de pérdidas, lastrado en parte por una compras internacionales en las que sus dirigentes arriesgaron por encima de sus posibilidades.
No hay que irse mucho más lejos de la sede actual de Euskaltel, en el Parque Tecnológico de Zamudio para encontrar otra empresa emblemática vasca con acento extranjero en su accionariado y a punto de dar un nuevo giro en su propiedad. IPT, buque insignia de la aeronáutica tiene en su accionariado de forma mayoritaria a Rolls Roys, que precisamente está en estos momentos embarcada en negociaciones para vender a la empresa al mejor postor. Una operación por la que la compañía británica espera obtener unos 1.500 millones de euros con los que hacer frente a su comprometida situación financiera que le hace acumular pérdidas cercanas a los 6.000 millones de euros. El Gobierno vasco asegura que valora la posibilidad de entrar de alguna forma en el accionariado con su fondo Finkatuz, que de momento, está dotado con 160 millones, pero en cualquier caso, como ocurriría en el caso de Euskaltel, donde también valoró entrar, el volumen de la operación tiene tanta envergadura que esa participación del Gobierno a duras penas podría condicionar la toma de decisiones.
Rolls-Royce se hizo con el 100% de la empresa tras comprar al grupo Sener su participación del 53,1% en 2016.
Las dudas sobre la sede de Siemens Gamesa son recurrentes en cada Junta de accionistas desde que la multinacional alema se hizo con el control de la empresa al comprar el 59% de la acciones en 2017. El 8% permanecía en poder de Iberdrola pero tras diversas disputas por la gestión, la electrica acabó por vender su parte a la alemana.
En 2011, la compañía norteamericana Dresser-Rand adquirió el 100% del grupo vasco Guascor, dedicado al suministro y explotación de equipos e instalaciones energéticas y navieras, que pilotaba Joseba Grajales que la fundó junto a en 1994 junto a Juan Luis Arregui, tras vender sus participaciones en Gamesa, empresa de la que fueron fundadores.
Otra empresa emblemática vasca, Aernnova, que preside Iñaki López Gandásegui, tiene como accionista mayoritario de referencia al fondo norteamericano Towerbrook, que por cierto puja hacerse con ITP.
Hay otras muchas más, como es el caso de Angulas Aguinaga, por ejemplo, propiedad del fondo francés AI Partners, o mirando la vista más atrás Petronor, que nació en los años 60 con la participación de cajas y bancos vascos y que ahora es propiedad mayoritaria de Repsol. Y la historia no acaba aquí. El mercado, ahora, ya no tiene fronteras.