Desde 1947 hay un reloj que cuenta cuánto tiempo queda hasta el fin de la humanidad: el Reloj del Apocalipsis. Evidentemente, el reloj no es físico como tal, sino una representación basada en la estimación que hace la junta directiva del Bulletin of the Atomic Scientists de cuánto de cerca está la humanidad de aniquilarse a sí misma. Ese momento, el fin del mundo tal y como lo entendemos, llegará, según los editores de esta publicación científica, cuando ellos ubiquen su reloj en medianoche.
El reloj ha ido oscilando durante sus 75 años de vida hacia delante y hacia detrás según los científicos han estimado que está más o menos cerca el fin de la humanidad, fundamentalmente atendiendo a la posibilidad de un apocalipsis nuclear, pero también teniendo en cuenta otras variables como el cambio climático. El reloj ha sido considerado durante mucho tiempo una referencia más para entender el nivel de tensión internacional y sus movimientos siempre han tenido resonancia internacional. La cultura popular ha usado en Estados Unidos mucho esa referencia -hay un álbum de Linkin Park titulado Minutes to Midnight en referencia a este reloj y su medianoche-, pero incluso esas referencias existen ya en fenómenos culturales españoles como el podcast Guerra 3, que titula uno de sus episodios como "Medianoche en el Apocalipsis".
Actualmente, el reloj marca las 23:58:20. Dicho de otra forma, según estos científicos, estamos a 100 segundos metafóricos del fin del mundo. La última revisión realizada por los científicos, que deja a 100 segundos el Armagedón fue publicada el 22 de enero de 2022. Desde entonces, Rusia ha declarado la guerra a Ucrania, China y Taiwán han visto cómo sus relaciones se han tensado y el conflicto entre el Yemen y Arabia Saudia continua como telón de fondo en Oriente Medio, de modo que es más que probable que el reloj, que ya está más cerca del fin del mundo que nunca, avance todavía más hacia esa medianoche.
Las relaciones internacionales se han movido mucho, muy rápido y, en términos generales, en mala dirección para Occidente. Sin embargo, no todo son desgracias en el mundo. El acuerdo nuclear entre Estados Unidos e Irán parece muy cerca de retomarse tres años después de que Donald Trump sacase a Washington del pacto con Teherán. Las sanciones establecidas entonces por la administración americana, bloquearon las relaciones comerciales de Irán de todo Occidente, con Europa a la cabeza.
Entre esas exportaciones, uno de los contratos más importantes de Tubacex: un pedido de alrededor de 500 millones de euros en Irán que, en su momento, fue el contrato más grande de la historia de la tubera vasca, ahora superado ampliamente por el pedido milmillonario de Abu Dabi. Esa posibilidad de rescatar el acuerdo es algo que los analistas ya miran con lupa.
En 2017 la compañía con plantas en Llodio y Amurrio suscribía un importante contrato para unos tres años que contemplaba la producción de tubos de acero para la empresa iraní de petróleo (NIOC) para la producción de cerca de 600 Km de tuberías y que contemplaba también el traslado de parte del conocimiento técnico. El encargo pudo ponerse en funcionamiento, pero fue suspendido con la llegada de las sanciones de la administración norteamericana sin que desde entonces haya trascendido ninguna novedad desde fuentes oficiales de la compañía. Una estimación de Renta 4 en 2021 cifraba en 350 millones lo pendiente de ejecutar, aunque recordaba que "se tiene que llegar a un acuerdo de los términos del contrato restante" según se levanten las restricciones.
"Un impulso" pendiente del permiso de Estados Unidos
Ese importante contrato será otro de los factores que se van a tener en cuenta a la hora de valorar a los de Esmorís y sus acciones. De desbloquearse ese contrato, "sería un impulso para la compañía", asegura Manuel Quinto, analista de XTB. Aunque Quinto ve con bueno ojos esta opción asegura que hay que ser prudentes porque el optimismo que ha trasladado Bruselas en torno a la posibilidad de alcanzar un acuerdo en los próximos días es algo que "no se da por descontado en Estados Unidos".
Washington tiene todavía que pronunciarse en un momento donde le es particularmente interesante mantenerse sin acuerdo. El pacto entre Irán y Estados Unidos permitiría a los iraníes volver a comprar productos europeos -que es la parte en la que entra en juego el contrato de Tubacex-, pero también las compras europeas, que fundamentalmente serían compras energéticas en un momento donde Estados Unidos y su GNL se ven cada vez jugando un papel mayor en el mix energético del Viejo Continente.
De alcanzarse el acuerdo, en cualquier caso, Pinto considera que los efectos no se empezaría a notar hasta dentro de unos dos años o tres años, quizá hacia finales de 2023 en el mejor de los casos. El acuerdo viene acercándose especialmente desde que 2021 la Casa Blanca levantase parte de las sanciones impuestas sobre los proyectos de cooperación en materia nuclear con Irán y eso es lo que hace que los analistas de firmas como Tubacex ya han mencionado en alguna ocasión la posibilidad de que se recuperase este contrato. La entrada de ese contrato de nuevo podría duplicar las ventas de la compañía en Euskadi.
En cualquier caso, las cosas han marchado sin Irán notoriamente bien en la primera mitad de este 2022. Las ventas han crecido en el primer semestre un 121% y las expectativas pasan por incluso llegar a superar los resultados de 2018 y 2019 con fuertes pedidos desde Brasil -sobre todo de Petrobras-, Francia -EDF- y con el macrocontrato de Abu Dabi en el horizonte. Tubacex suministrará por 1.000 millones de euros más de 30.000 toneladas de tubo a la petrolera nacional emiratí y construirá una planta allí.
A esos buenos resultados se ha sumado la definición de la estrategia para los próximos años, muy centrada en la diversificación de energías para no quedarse estancada en un petróleo y un gas en caída libre. "Debemos dejar de ser una compañía oil&gas para ser una compañía multienergía", aseguró hace unos meses durante la presentación de su plan estratégico.