Continúan acumulándose los retrasos en la mudanza de Tubos Reunidos. Pese a que la compañía que preside Fernando Irazusta tiene pendiente empezar a trasladar a sus empleados de Sestao a la nueva acería de Amurrio, el eje central del plan estratégico de la firme se sigue enquistando. El primer plazo para concentrar toda la actividad en el municipio alavés fue julio, posteriormente se retrasó a septiembre el traslado de los trabajadores para empezar a hacer pruebas en la ampliación de la factoría de Amurrio y ahora se suma un nuevo retraso que hará que la nueva factoría, en vez de ponerse en marcha a finales de año, lo haga en el segundo trimestre de 2023.
Así lo aseguran fuentes de la compañía consultadas por 'Crónica Vasca', que aseguran que los retrasos están teniendo que ver con un alargamiento de los plazos para instalar productos como los chips necesarios en los componentes electrónicos, cuya cadena de suministro aún no se ha repuesto por completo.
El proyecto para concentrar la producción responde a una importante operación para la firma para ahorrar costes forma parte de la reestructuración a la que se comprometió la empresa tras recibir en 2021 el rescate de la SEPI por 113 millones. La mudanza es nuclear en el plan estratégico 2021-2026 de la empresa, que lleva meses trabajando en la preparación de los terrenos donde se situará la nueva planta, adonde se trasladará la plantilla y el grueso de la actividad que hasta ahora se hacía en la acería de la antigua Productos Tubulares en Sestao.
El atraso del proyecto no es algo específico de la firma: los altos costes de los materiales de construcción y la recuperación de la actividad están poniendo en jaque cientos de obras públicas y privadas, con cientos de proyectos forzados a verse licitados de nuevo ante la ausencia de constructoras interesadas en trabajar a precios que no deja ningún margen al sector. Sin embargo, el atraso de la nueva acería no supondrá un aumento de costes: el dinero presupuestado para el proyecto son 11 millones y en la junta de accionistas de junio el director, Carlos López de las Heras, fue rotundo en este aspecto. "Se presupuestó en 11 millones el año pasado y sigue presupuestada en 11 millones", aseguró.
Un proyecto difícil de encajar
El proyecto, en cualquier caso, tampoco cuenta con un buen momento para ejecutarlo. La carga de trabajo es ahora mismo muy alta -especialmente en 'oil&gas'- y ahí están los resultados del primer semestre como prueba: las ventas se han duplicado con respecto a 2021, la cartera de pedidos es 2,4 veces superior a la de diciembre de 2019 y el grupo ha vuelto a registrar beneficios en un semestre por primera vez desde 2014.
Con esta carga de trabajo, ejecutar ahora el traslado supondría un problema para la compañía, que se vería abocada a mover a los trabajadores vizcaínos -con los que hay pactada una compensación de 8.000 euros por el traslado de su lugar de trabajo- y a una parada de la producción en Amurrio de, al menos, un par de semanas. Algo para lo que se antoja complicado hacer un hueco en el calendario.
El plan estratégico en su conjunto contempla 60 millones en inversiones para modernizar las instalaciones, parte de los cuales irán a parar a los nuevos productos de la planta de Trapagaran una vez cerrada la acería. En Bizkaia quedarán las actividades de laminación, las aleaciones especiales y proyectos de investigación de la compañía.
Al movimiento de sus empleados de Bizkaia se sumará el traslado de los empleados de Acecsa, que cuenta con 35 trabajadores en Pamplona que hace dos meses se concentraron frente al Parlamento de Navarra para pedir que no se ejecute el traslado. Precisamente en la parte social está pendiente la negociación de un convenio que ha quedado bien enfilada con un acuerdo para hacer fijos a medio centenar de eventuales con bastante antigüedad y reactivar el contrato relevo.