Iñigo Urkullu quiso poner la primera piedra, antes de dejar Ajuria Enea, del que desde hace tiempo se ve como uno de los proyectos más necesarios para que Euskadi pueda recuperar peso económico en un entorno marcado por la 'tiranía' de Madrid. El clúster financiero, inaugurado por Urkullu apenas dos meses antes de las elecciones, nace para agrupar herramientas que ayuden a frenar la fuga de grandes empresas y, a futuro, para que los nuevos proyectos estratégicos se queden en Euskadi.
La realidad es que la economía vasca debe ser a día de hoy autosuficiente. Dicho de otra forma, en gran medida son las empresas que brotan en el País Vasco las que luego, si adquieren cierto tamaño, podrán convertirse en grandes tractores dentro de su sector. Porque lo cierto es que está costando mucho atraer nuevas actividades empresariales de la mano de capital extranjero en los últimos años en comparación con ese apetito que despiertan las compañías vascas entre las grandes multinacionales de fuera.
Ya ocurrió en 2022 que el volumen total de inversión extranjera en Euskadi se disparó a niveles desconocidos precisamente por coincidir en el mismo ejercicio varias operaciones de venta con implicación de empresas estratégicas como ITP Aero y Siemens Gamesa (en el primer caso la compra por el fondo de EEUU Bain Capital y en el segundo la desinversión de activos a favor de la británica SSE Renewables).
Más allá del pico de ese año, el hecho de que el dinero foráneo llega en su mayor parte para hacer adquisiciones es una constante en los últimos años, tal y como se recoge en un informe de Orkestra que analiza los efectos de la inversión extranjera en la competitividad de Euskadi.
Media docena de operaciones
En cuanto a los grandes números, el cálculo del Instituto Vasco de Competitividad fija en 7.400 millones de euros la inversión extranjera directa (IED) vía operaciones individuales entre 2014 y 2021, de los que casi 6.500 millones, cerca del 90%, habrían ido destinados a la adquisición de compañías. El resto, 900 millones, serían principalmente para la expansión de negocios ya existentes con muy poca inversión greenfield, la que conlleva nuevas plantas y empleados. En 2022, el año en que la inversión extranjera toca techo, la dinámica habría sido la misma.
Aunque el juego de porcentajes según la estimación oficial del Gobierno central (datainvex) varía algo, la conclusión viene a ser la misma: la mayor parte de las inversiones se destinan a compras y una minoría a ampliar actividad, en especial en los últimos años (en base a esta estadística prácticamente todo el dinero que entró en 2021 en Euskadi fue para adquisiciones).
El propio estudio remarca al elevado peso que tienen en esas cifras los procesos de venta de algunas empresas referentes en su sector que pasaron a contar con un socio mayoritario de fuera de España, caso de ITP Aero (compra por Rolls Royce a Sener en 2016; luego Rolls la traspasó a Bain), Gamesa, Euskaltel, Solarpack. También se mencionan las ventas de la vizcaína Panda Security o de la guipuzcoana Itasa.
Así, también la procedencia del dinero extranjero está marcada por un puñado de países implicados en estas operaciones como Reino Unido, Estados Unidos, Alemania o Suecia, en este último caso país donde está afincado el fondo EQT que controla Solarpack. Ya a mucha distancia del país nórdico, que destaca por esa adquisición de la mayoría del capital de la firma de la familia Galíndez, aparece en quinto lugar Francia y le siguen Japón, México e Irlanda.
Efectos positivos: 'cerezas' y 'limones'
Aunque a la salida de los centros de decisión siempre se asocian consecuencias negativas por esa pérdida de cercanía con los directivos, lo cierto es que el estudio de Orkestra concluye que no siempre ha sido malo para los proyectos industriales vascos la entrada de socios con otra bandera. Se analizan básicamente dos indicadores, la productividad y el volumen de empleo, y en el primer caso hay un aumento claro tras la entrada de capital extranjero.
En concreto, el análisis distingue entre 'cerezas' (empresas que ya tenían una productividad mayor que su sector) y 'limones' (empresas con alto potencial de crecimiento) y en general la mejora se produce en los dos casos, aunque más como es lógico en el caso de los 'limones'. En cuanto al empleo el paso a manos extranjeras incluso supone un aumento de las plantillas para las empresas que ya estaban consolidadas mientras que los 'limones' sí ven reducido algo su número total de trabajadores.
En cuanto a las limitaciones para un mayor volumen de inversiones greenfield, el informe apunta principalmente a la falta de suelo industrial y los altos precios, una realidad sobre la que ya han alertado algunas instituciones y que frena la implantación de nuevas plantas productivas. Como elementos a mejorar para captar este tipo de inversiones productivas se apunta a una mejora de la política formativa/educativa o a una mejora del clima laboral.