
Los síntomas del esófago de Barrett se pueden confundir con el reflujo gástrico
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¿Qué es el esófago de Barrett y cómo se previene?
Es una afección por la que el revestimiento del esófago se ve alterado debido a la exposición prolongada al ácido del estómago, lo que provoca modificaciones celulares en dicha zona y aumenta el riesgo de desarrollar un tumor
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El reflujo gástrico, una condición común que muchas personas experimentan ocasionalmente, puede convertirse en un problema más serio cuando se prolonga en el tiempo. En algunos casos, esta afección puede causar lesiones en el revestimiento del esófago, derivando en una patología conocida como esófago de Barrett. Aunque no es muy conocida por el público general, su importancia médica es considerable, ya que puede aumentar el riesgo de desarrollar cáncer esofágico.
El esófago de Barrett es una transformación que ocurre en la parte final del esófago como consecuencia del reflujo crónico. "Este cambio implica que la mucosa del esófago se transforma en una mucosa de tipo intestinal. Aunque inicialmente parece proteger el esófago del reflujo, con el tiempo puede malignizarse y dar lugar a un tumor", advierte el doctor Ramiro Carreño, especialista en Aparato Digestivo del Hospital Quirónsalud Vitoria, para advertir sobre los riesgos de esta transformación celular.
Este cambio celular, conocido como metaplasia intestinal, puede parecer al principio un mecanismo de protección, pero a largo plazo puede degenerar en un adenocarcinoma, un tipo de cáncer con mal pronóstico si no se detecta a tiempo.
Síntomas comunes, consecuencias ocultas
Uno de los inconvenientes más grandes del esófago de Barrett es que no presenta síntomas específicos. Las señales que podrían alertar sobre su presencia son las mismas del reflujo gastroesofágico: ardor, quemazón que asciende desde el estómago hacia el pecho, y una sensación de acidez, especialmente tras las comidas. "Por ello, es crucial prestar atención si estos síntomas se vuelven recurrentes y persistentes", enfatiza Carreño.
El especialista también hace hincapié en la necesidad de acudir al médico digestivo ante signos persistentes como dolor al tragar, dificultad para ingerir alimentos sólidos o líquidos, e incluso una anemia inexplicable. “Estos síntomas podrían ser pistas de una lesión mayor en el esófago que requiere atención urgente”, alerta.
Diagnóstico y vigilancia: claves para evitar complicaciones
El diagnóstico del esófago de Barrett se realiza a través de una gastroscopia, una prueba que permite visualizar directamente la mucosa esofágica. Si se detectan alteraciones sospechosas, se procede a tomar muestras para una biopsia, lo que confirmará si hay presencia de metaplasia. Este procedimiento es sencillo y mínimamente invasivo, pero fundamental para detectar precozmente esta condición.
Una vez diagnosticado, el seguimiento es esencial. “El esófago de Barrett es el único precursor conocido del adenocarcinoma de esófago, por lo que realizar controles periódicos mediante endoscopias es vital para prevenir su progresión”, señala el doctor Carreño. Esta vigilancia permite identificar posibles displasias —alteraciones precancerosas— en etapas tempranas, cuando aún es posible intervenir con tratamientos efectivos.
Factores de riesgo: ¿quién debe estar más atento?
Aunque no todas las personas con reflujo desarrollan esta patología, existen ciertos factores de riesgo que aumentan las probabilidades. Entre ellos se encuentran el sexo masculino, la edad superior a los 50 años, el tabaquismo, el consumo excesivo de alcohol y la obesidad. Estas condiciones no solo favorecen el reflujo, sino que también parecen acelerar los cambios en la mucosa esofágica.
La buena noticia es que, con un estilo de vida saludable, es posible reducir el riesgo de progresión hacia el esófago de Barrett. Abandonar el tabaco, moderar el consumo de alcohol, mantener un peso adecuado y controlar el reflujo con ayuda médica son estrategias eficaces para proteger la salud del esófago.
La prevención, en manos del paciente
Más allá de los avances médicos, el papel del paciente es clave en la prevención del esófago de Barrett. Estar atentos a los síntomas del reflujo, buscar ayuda profesional ante cualquier señal persistente y cumplir con los controles recomendados son acciones que pueden marcar la diferencia entre una simple molestia y una enfermedad grave.
El mensaje del doctor Carreño es claro: “El reflujo no siempre es inofensivo. En algunos casos, puede ser la puerta de entrada a patologías más complejas. Por eso, ante la duda, lo mejor es consultar. La detección precoz salva vidas”, concluye.