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Ampollas en la boca y sarpullido en manos y pies: tu hijo puede tener el síndrome de Boca-Mano-Pie

Esta enfermedad puede contagiarse antes de que aparezcan los síntomas e incluso días después de haberse curado

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Si tu hijo tiene ampollas en la boca, sarpullidos en manos y pies, y en la guardería no paran de hablar de un contagio imparable, es posible que se trate de la enfermedad Boca-Mano-Pie. Esta infección, causada por el virus Coxsackie, es muy común en la infancia, sobre todo en niños de 1 a 3 años. Aunque no suele ser grave, puede causar molestias e incluso afectar su alimentación.

La enfermedad Boca-Mano-Pie comienza generalmente con síntomas inespecíficos como fiebre, malestar general y pérdida de apetito. Sin embargo, su signo más característico es la aparición de pequeñas ampollas dentro y fuera de la boca (paladar, encías y lengua), así como en manos y pies, incluyendo palmas y plantas. En algunos casos, la erupción también se extiende a las piernas y al área del pañal. Afortunadamente, estas lesiones no pican y suelen desaparecer en una semana.

“Los síntomas pueden incluir fiebre, malestar general y pérdida de apetito, pero lo más característico es la aparición de pequeñas ampollas en boca, manos y pies”, explica la doctora Raquel Toba, jefa del Servicio de Pediatría de Policlínica Gipuzkoa.

¿Cómo se contagia?

El virus se transmite con gran facilidad a través de la saliva, la mucosidad y las heces, además de permanecer en superficies como juguetes o pañuelos. “Los niños pueden contagiarlo incluso antes de que aparezcan los síntomas, durante la enfermedad y algunos días después de haberse recuperado”, explica la doctora Toba.

Para evitar su propagación, es clave reforzar la higiene: lavarse bien las manos, usar pañuelos desechables y desinfectar objetos y superficies. También se recomienda que los niños con fiebre o molestias al comer eviten asistir a la guardería o el colegio. De momento, no existe una vacuna contra esta infección. 

¿Cuándo consultar al pediatra?

Es fundamental acudir al médico para confirmar el diagnóstico, ya que hay otras enfermedades con síntomas similares. “Si el niño está muy decaído o no puede comer ni beber por las molestias en la boca, es importante consultar con el pediatra”, aconseja la especialista. Sin embargo, las complicaciones son poco frecuentes.

El tratamiento es sintomático, es decir, se centra en aliviar los síntomas con antipiréticos y analgésicos para controlar la fiebre y el malestar.

Algo curioso es que, aproximadamente un mes y medio después de la infección, pueden aparecer pequeñas marcas en las uñas o incluso caerse. “No hay de qué preocuparse, ya que las uñas vuelven a crecer con normalidad”, tranquiliza la doctora Toba. A largo plazo, haber pasado la enfermedad genera inmunidad en los niños.