Comer bien, comer sano, el camino más corto hacia una buena salud

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Más allá de las modas: la alimentación antiinflamatoria, la mejor herramienta contra las enfermedades crónicas

El concepto de alimentación antiinflamatoria, un enfoque nutricional que busca reducir los procesos inflamatorios en el organismo y favorecer un mejor estado de salud general

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La alimentación no solo sostiene la vida: moldea nuestro destino biológico. En los últimos años, ha crecido el interés por un enfoque que trasciende modas y dietas pasajeras: la alimentación antiinflamatoria, un modo de nutrir el cuerpo que busca silenciar los procesos inflamatorios que, cuando se cronifican, desgastan silenciosamente la salud. No se trata de una pauta restrictiva, sino de un equilibrio que combina sabiduría ancestral y evidencia científica, donde los alimentos frescos se convierten en aliados y no en enemigos.

La inflamación es una respuesta defensiva natural del organismo frente a agresiones externas, infecciones o lesiones. Sin embargo, la nutricionista Oihane Fuertes, del Hospital Quirónsalud Vitoria, advierte que “cuando esa respuesta se mantiene activa durante meses o años, incluso sin una causa aparente, hablamos de una inflamación crónica de bajo grado, un estado que puede favorecer el desarrollo de enfermedades como la obesidad, la diabetes tipo 2 o algunas patologías cardiovasculares”. En otras palabras, una chispa protectora que, si no se apaga, puede volverse devastadora.

El poder curativo de los alimentos

Para apagar ese fuego interno, la naturaleza ofrece una despensa inagotable. En la base de una alimentación antiinflamatoria predominan los alimentos frescos, coloridos y poco procesados. Las frutas —especialmente los frutos rojos, ricos en antioxidantes—, las verduras de hoja verde, los tubérculos como la remolacha o la batata, y las proteínas magras procedentes del pescado azul o las aves, conforman un pilar esencial. A ellos se suman las grasas saludables del aceite de oliva virgen extra, el aguacate y los frutos secos, junto con cereales integrales, fermentados naturales como el yogur o el kéfir, y especias cargadas de compuestos activos como la cúrcuma o el jengibre.

Fuertes subraya que este enfoque no se basa únicamente en qué incluir, sino también en qué reducir: aceites vegetales refinados con exceso de omega 6, cereales con gluten que pueden generar sensibilidad en algunas personas, lácteos de vaca si hay intolerancia, y por supuesto, toda la comida ultraprocesada, cargada de azúcares, aditivos y grasas trans que perpetúan la inflamación.

Más energía, menos cansancio

Adoptar este estilo de alimentación no solo repercute en los análisis médicos: también se siente. Quienes incorporan estas pautas suelen experimentar mayor vitalidad, mejor descanso y un estado anímico más estable. El cuerpo, al recibir nutrientes de calidad, responde con un funcionamiento más armónico. Sin embargo, la especialista advierte que no existen fórmulas universales. Cada persona tiene un punto de partida distinto, y las recomendaciones deben adaptarse a su contexto clínico, edad y estilo de vida. “La personalización —dice Fuertes— es la clave para que una dieta se convierta realmente en una herramienta terapéutica”.

El reto, en realidad, está en reaprender a comer con consciencia. No hace falta transformar la despensa de un día para otro: basta con dar pequeños pasos sostenibles. Incorporar diariamente dos o tres alimentos con potencial antiinflamatorio —una infusión de jengibre, un puñado de arándanos, una cucharada de aceite de oliva virgen extra— puede ser el inicio de un cambio duradero. Registrar lo que se come, observar cómo responde el cuerpo y ajustar sin culpa ni rigidez ayuda a consolidar nuevos hábitos.

Una revolución tranquila en la mesa

Oihane Fuertes finaliza con un recordatorio: “La alimentación antiinflamatoria no es una lista de prohibiciones, sino una filosofía de equilibrio”. Es aprender a elegir lo que nutre y reducir lo que con el tiempo puede provocarnos malestar, sin miedo ni castigo. Al fin y al cabo, cada plato es una oportunidad de reparar, fortalecer y prevenir.

En un mundo donde la prisa y los ultraprocesados dominan, volver a lo natural se convierte casi en un acto de resistencia. Comer bien, hoy, es un gesto de salud y también de conciencia.