Ayer el Parlamento vasco tuvo una comparecencia ilustre. Puede parecer exagerado, pero que las puertas del Parlamento vasco se abran para que una ciudadana pueda subir a la tribuna y exponer durante 15 minutos una iniciativa que cuenta con el apoyo de más de 22.000 personas es una muy buena noticia. El objeto de la comparecencia, el impulso de una renta básica que permita acabar con la pobreza en Euskadi.
Si bien ese rechazo manifestado por la mayoría de la Cámara puede percibirse como una derrota o como el final del camino, la realidad nos demuestra que no tiene por qué ser así
También fue un hecho insólito por lo poco habitual. Sólo se había producido en otras dos ocasiones, una para abordar la segregación escolar y, en otra ocasión para impulsar un sistema social público y de calidad. Las dos fueron desestimadas y no se admitieron a tramite. Si bien ese rechazo manifestado por la mayoría de la Cámara puede percibirse como una derrota o como el final del camino, la realidad nos demuestra que no tiene por qué ser así.
En 2018, un grupo de ciudadanos y ciudadanas presentaron una ILP contra la segregación escolar, impulsada con el apoyo de 17.000 firmas. La propuesta fue rechazada por los partidos del Gobierno, PNV y PSE-EE, negándose así la posibilidad de un debate profundo y la posibilidad de impulsar, cuanto menos, alguna de las medidas planteadas por la ILP, muchas de ellas elaboradas por personas de referencia en materia educativa. Lo que no sabían es que tres años después se acabarían incorporando esas mismas medidas en el documento de Bases para el Acuerdo para la futura la Ley vasca de educación.
Pocas veces se ha visto un avance de posiciones tan grande en tan pocos años como en el caso de la segregación escolar. Hasta ahora, cuando había que introducir temas en agenda el tiempo que llevaba producir cambios era más largo del que deseábamos. Pero la velocidad de los cambios actuales exige actores políticos que respondan de manera más ágil a los problemas y que se faciliten espacios para la innovación en políticas públicas.
El momento político no es ahora, pero el futuro nos depara cambios profundos en el mercado de trabajo que abrirán la puerta a lo que ahora parece imposible
Es evidente que el debate de la renta básica todavía no está lo suficientemente maduro en Euskadi como para cambiar unas políticas de protección social, que aunque mejorables, son referentes en España. El momento político no es ahora, pero el futuro nos depara cambios profundos en el mercado de trabajo que abrirán la puerta a lo que ahora parece imposible. No es difícil imaginar un Estado que aporte ingresos mínimos a la gente para que puedan acceder a puestos de trabajo que les satisfagan, o un Estado que a través de la renta básica haga frente al fenómeno de las personas trabajadoras pobres, la precariedad y los nuevos empleos atípicos.
Es bueno apuntar hacia una utopía realista que, aunque pueda parecer lejana, marca la dirección a seguir. Todavía no lo saben, pero alguno de los diputados de hoy serán quienes acaben dándole forma a la renta básica del futuro.