Xabier Sagredo, presidente de BBK, anunciaba emocionado esta semana la formalización del fondo de 200 millones de euros por parte de la fundación vizcaína para poder retener el control de Kutxabank a largo plazo. Era un requisito de las autoridades bancarias como seguro después de que las antiguas cajas optasen tras la crisis financiera de 2008 por seguir como únicas accionistas del banco. Sagredo y su equipo logran completar con holgura y antes de tiempo este requisito que avala aquella decisión, en la que el propio presidente de BBK tuvo mucho que ver, aunque siguen quedando incógnitas en torno al futuro de Kutxabank por resolver.
Una de ellas es cómo se va a hacer para seguir siendo un actor relevante en el crecimiento de las grandes empresas vascas con un tamaño comparativamente tan reducido más allá de los altos índices de solvencia de que puede presumir el banco que capitanea ahora Antón Arriola. Sagredo evitó pronunciarse sobre esta cuestión en la rueda de prensa de celebración del pasado miércoles, y tampoco quiso entrar en detalles de por dónde irá ese plan de diversificación de las inversiones en el que trabaja BBK y del que depende en gran medida el futuro de la principal propietaria de Kutxabank.