¡Por fin! Se ha hecho muy largo el invierno,el frío, la oscuridad..., pero la cuenta atrás ha finalizado y los ansiados números rojos del calendario, los únicos deseables, ya están aquí con la llegada de la Semana Santa. La mayoría tomaremos aire estos días parando nuestras rutinas laborales, otros ya habrán empezado sus vacaciones, algunos se reservan para la semana de Pascua, sin olvidarnos de quienes aprovecharán para hacer buenas cajas en su negocio gracias a los turistas y parar en otras épocas tras haber bregado la oportunidad.Todos nos adentraremos en el segundo trimestre del año con tono renovado para brindar por los días más largos, el mejor tiempo y más ganas de salir de nuestras cuevas.

Podría parecer un tanto frívolo escribir sobre optimismo y las perspectivas de descanso o más ganas de vivir. De aspirar la primavera como bálsamo que acuna nuestro ánimo a pesar de que pueda traernos alguna rinitis y estornudos por la alergia a causa del polen. Pequeños inconvenientes en la antesala del verano, pero nada que un antihistamínico no pueda solventar.

No hago gala de ninguna clase de romanticismo, ni voy a aludir a las oscuras golondrinas que volverán sus nidos a colgar cual Béquer en sus rimas, no osaría a tanto. Soy consciente de la tremenda cuesta económica que nos agota a todos. La luz, los carburantes, ir a la compra, el IPC, la hipoteca, la conciliación en los periodos vacacionales... de tal realismo tenemos consciencia en nuestro día a día cual Episodio nacional de Benito Pérez Galdós, pero me parece necesario reivindicar la felicidad, el tiempo de descanso, el derecho que se ganó no con poca lucha porque sí, tener tiempo para ser feliz, el asueto y el ocio son revolucionarios, una de las grandes conquistas. Y es que la búsqueda de la felicidad trasciende el ámbito personal, es político y no siempre fue así.

No es ninguna banalidad aspirar a pasarlo bien estos días. Es oxígeno puro en vena y les deseo que así sea

La Ley del Descanso Dominical se aprobó en España el 11 de septiembre de 1904, la primera que obligaba a parar por un día la labor de los trabajadores. No causó poco revuelo la obligación de descansar por ley. Las escandalizadas élites la ridiculizaron por vulgar e inhumana, ¡inhumana!, pero se convirtió en el germen del fin de semana. Uno siglos antes, concretamente el 4 de julio de 1776, en la Declaración de Independencia de EE.UU., Thomas Jefferson consagró la “búsqueda de la felicidad” como un derecho básico, escribiendo: “Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad.” Se sentaban las bases de uno de los pilares de las sociedades modernas, la de que los ciudadanos por sí mismos decidieran, en libertad, lo que constituye una vida feliz y el derecho a luchar por ella. 

Podría cruzarse la cuestión monetaria como borrón en esta aspiración, en esta necesidad, en este derecho. La cuestión de los dineros en esta vida, no lo voy a negar, es importante y sobre todo facilitadora de hacer realidad algunos sueños, un viaje, una buena comida, un traje, pero no les hablo de colmar perspectivas mundanas. Les hablo de pasar tiempo con sus seres queridos, decirles que les quieren, que les digan que son queridos, de compartir un bocadillo, de juntarte con los amigos, de la risa, de un libro, de una taza de café y charleta con alguien que hace tanto tiempo que no ves, de tumbarte en el sofá mientras enmarañas los cabellos de tu hijo, del olor a un pastel casero. La lista de las cosas importantes es lo personal, el tiempo para poder hacerlas es lo político. El derecho de ser humanos no productivos por unos días y ser, simplemente, personas. 

Saben que el tema de la salud mental, por primera vez está en la agenda pública. Que identifiquemos medicamentos como el Diazepam o el Trankilmazín como uno más en nuestro botiquín o que en la mesilla de noche guardemos la melatonina para poder conciliar el sueño tras el estrés y la luz azul de las pantallas, móvil, tablets, ordenadores... Nos habla de la necesidad vital de poner las cosas importantes en el centro y del tiempo de recreo que se necesita para desconectar y reconectar con nuestro yo más íntimo y preguntarle qué te pasa. Así que no, no es ninguna banalidad aspirar a pasarlo bien estos días. Es oxígeno puro en vena y les deseo que así sea, les deseo unas felices vacaciones donde cada minuto se convierta en el vestíbulo de la felicidad, ahí reside la resiliencia, en pensar que todo va a ser mejor.