Cinco años sin ETA, cinco años de libertad

No es una fecha tan señalada como el anuncio del final de los atentados. Porque eso, el fin del terrorismo que ETA se vio obligada a declarar en 2011, es un recuerdo más luminoso que lo ocurrido en 2018, ahora se cumplen cinco años, cuando los encapuchados anunciaban, en un audio siniestro como toda su historia, su desaparición definitiva.  

Resulta lógico que el 3 de mayo de 2018 sea menos recordado que aquel feliz día de octubre que todos los vascos tienen en la cabeza. Porque, como ya han escrito los expertos más versados en este asunto, la disolución fue más un acto de propaganda barata que una realidad mínimamente creíble. ETA ya era un cadáver cuando certificó su final. 

Hay un matiz importante que conviene señalar. Es cierto que, como no se cansan de denunciar Covite o la Fundación Buesa, ETA todavía no se ha ido de nuestras vidas porque persisten en nuestras calles y en demasiadas mentes ejemplos de la legitimación del terrorismo. Combatir eso es tarea de todos los demócratas con memoria. 

No obstante, creo que lo más pertinente hoy es apuntar que la extinción de la banda terrorista simboliza el triunfo de la libertad. Cinco años sin los etarras son, ante todo, cinco años libres, sin asesinatos ni secuestros ni extorsiones ni escoltas ni miradas bajo el coche ni dianas ni hostigamientos ni amenazas. Cinco años sin temor a perder la vida por defender unas ideas. Cinco años sin miedo. 

Somos libres. Y hay que celebrarlo. En esta fecha y en todas las que haga falta. Pero rememorar y repetir lo que pasó siempre es necesario en una sociedad repleta de simpatizantes de la amnesia histórica.