Gernika reclama el perdón
No está siendo una semana muy halagüeña para el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños. La cercanía de las elecciones altera los nervios de los y las candidatas y de sus servicios de protocolo. Digno de una pintura de Goya ha sido la recepción con motivo del Día de la Comunidad de Madrid y la polémica sobre la presencia o invitación de parte del Gobierno español en la misma. Fidedigna representación de la España a garrotazos por subir o no en la tribuna de autoridades. Bochornosa escena y polémica politiquera tan alejada de los motivos que hoy quitan el sueño a la ciudadanía que no merece más que reproche y que la cara se les ponga roja de vergüenza, como la bandera de Madrid.
Si hay otra pintura mundialmente conocida, símbolo del horror en las guerras, ésta es el Gernika de Pablo Picasso. Como cada 26 de abril Gernika recuerda el bombardeo infame sobre la población civil un lunes, día de mercado, en 1937. Destruida y arrasada por el fuego y las bombas y pasados 86 años algunos supervivientes, que eran apenas unos muchachos entonces, lo siguen recordando con detalle aún rozando los noventa años. Como el fuego destructor que dejó la huella de las bombas, en el cerebro de aquellos niños y niñas, que no entendían qué pasaba, quedó plasmado el estruendo de aquellos proyectiles que nunca debieron caer, la barbarie que jamás podrían olvidar. Más de 1.600 muertos y casi un millar de heridos.
La mayoría de aquellos supervivientes nos ha ido dejando por el normal fluir de la vida y el tiempo. Se nos apaga la memoria viva. Durante cuarenta años de dictadura franquista su voz estuvo sin poder oírse, silenciada por el miedo y las represalias. Olvidados, callados, mientras el alma gritaba por dentro que no querían irse sin el reconocimiento de que aquel horror tuvo unos responsables, no debió ocurrir, se tenía que contar al mundo y trabajar para que no se repitiera algo así nunca más...
45 años de democracia han tenido que transcurrir para que un representante del Gobierno de España y por tanto como autoridad del Estado al que representa se acerque a la villa bizkaitarra para decir que no les olvidan. Se agradece el gesto del ministro Bolaños tras décadas de ausencias, pero se echan en falta muchas cosas más.
Emilio Aperribay fue uno de esos niños supervivientes del bombardeo. Recientemente hemos sabido que mediante una carta solicitaba al Gobierno español una petición de reconocimiento y de perdón de lo ocurrido. En esa misma línea el lehendakari, Iñigo Urkullu, demandaba al Estado “un gesto de justicia restaurativa”. La presencia del ministro de Memoria Democrática ha cumplido en parte esa demanda, pero la negativa al perdón alegando que el Gobierno actual es heredero del legítimo Gobierno de la II República no tiene un pase. Por encima de los partidos, de las siglas, un Estado democrático tiene que hacerse cargo histórico de la reparación pendiente a las víctimas.
Así lo hizo Alemania, aliada de las tropas sublevadas que envió en ayuda de las fuerzas de Franco a la Legión Cóndor para bombardear la Gernika civil e indefensa. En 1998 el Bundestag pidió de manera oficial perdón por lo ocurrido el 26 de abril del 37, con una resolución aprobada por todos los grupos y tras la petición de excusas un año antes del presidente federal, Roman Herzog.
Yendo más allá, la inocencia de quien habla desde los sentimientos, Emilio Aperribay desveló que el ministro solo les dedicó tres minutos de su valioso tiempo y que dejaba en manos de la gestión, vía correo, de las demandas pendientes de los supervivientes ya que tenía que acudir a un acto político en Getxo. No se rinde quien pacientemente ha esperado tantos años, lo seguirá esperando y heredará, con mucha probabilidad, esa deuda: su hija Monika, que hombro a hombro con su aita siguen en la batalla de conseguir la sanación del perdón.