La Huelga
El pasado martes 2 de mayo los guionistas de Hollywood se declararon en huelga tras el fracaso de las negociaciones entre el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos y la Alianza de Productores de Cine y Televisión
8 mayo, 2023 05:00En “La Huelga” (1924) el cineasta ruso Sergei Einsenstein introduce el montaje de atracciones. La cinta está ambientada en la Rusia zarista de 1903, donde veremos cómo la rebelión campesina es sofocada por el Ejército del Zar. En la secuencia final del filme el montaje alterna la masacre de los huelguistas con imágenes de bovinos sacrificados. Hace casi un siglo de la realización de “La Huelga”. Las condiciones materiales de los trabajadores mejoraron (especialmente durante los gloriosos treinta, época de la “democracia total”). Sin embargo, en las últimas décadas, el retroceso ha sido aterrador.
En la industria del audiovisual los guionistas son quienes inician realmente el proceso industrial aportando sus ideas. Sin embargo, sus condiciones materiales siguen siendo muy mejorables. El pasado martes 2 de mayo los guionistas de Hollywood se declararon en huelga tras el fracaso de las negociaciones entre el Sindicato de Guionistas de Estados Unidos (WGA) – que representa a 12.000 afiliados - y la Alianza de Productores de Cine y Televisión (AMPTP). No debemos olvidar que el último paro se produjo hace quince años y supuso pérdidas de 2.100 millones de dólares para la economía de Los Ángeles.
Los guionistas intentan defender sus condiciones laborales ante la industria de Hollywood, pero sobre todo ante las grandes empresas que gestionan las plataformas de streaming (Netflix, Amazon o Apple). Actualmente los autores luchan por renegociar las condiciones salariales mientras las plataformas estrenan sus contenidos a la vez en todo el mundo y se niegan a remunerar a los creadores por sus derechos de autor. Los guionistas reclaman ahora el pago de regalías - los residuals - que el sindicato de actores define como la compensación adicional que se paga a los artistas intérpretes o ejecutantes cuando se muestra una producción más allá del uso original cubierto por la compensación inicial. Actualmente las plataformas pueden estrenar una serie o una película en el mundo entero y al mismo tiempo. Los guionistas norteamericanos carecen de un sistema de derechos de autor como el europeo. Sus acuerdos se basan en que cada vez que su creación se estrene en otro país o en otro formato, cobrarán una parte del beneficio que genere. Sin embargo en este momento las plataformas suelen hacer un único estreno para el mundo entero y, de ese modo, solo pagan por ese estreno. La principal reivindicación de los guionistas es renegociar esta espinosa cuestión, pero las plataformas se niegan a dar los datos de los visionados. Sin obtener esos datos concretos es prácticamente imposible lograr a un acuerdo económico.
Es innegable que el séptimo arte no tiene hoy la importancia que tuvo para otras generaciones. El cine fue un acontecimiento que generaba un lazo social, un espacio para la escucha y la palabra, un lugar donde era posible propiciar un debate sobre la vida
Los guionistas americanos han mantenido un sistema de acuerdos más o menos estables con las grandes productoras, que lleva décadas implantado. Cada tres años deben volver a renegociar y firmar las condiciones, pero la llegada de las plataformas ha cambiado el paradigma. Además, los estudios de Hollywood también se han apuntado al cambio de modelo de negocio propiciado por estas plataformas. ¿Es sostenible? Un modelo sostenible para generar industria sería la convivencia entre plataformas, salas y festivales. Algunos acudimos a las salas casi como una forma de militancia, como si se tratase de una pericia romántica. Una buena iniciativa es plantear un coloquio on line con los autores del film después de su proyección. El otro día asistí a uno con François Ozon después de ver “Mon crime” y pude comprobar que el público se sentía más partícipe de la experiencia. El crítico de cine Oskar Belategi afirmaba el otro día en Twitter: “Quería ver Air en el cine y veo que la semana que viene ya está en Prime Video. ¿Así cómo van a levantar cabeza las salas?”. Efectivamente, casi parece un milagro que las salas puedan resistir y mantenerse.
El crítico Javier Ocaña asegura que se han perdido espectadores en las salas: “Hay una importante, por desgracia, cantidad que se ha quedado en su casa a ver series. Una detrás de otra. Un capítulo y otro, y otro. Series que, algunas, están muy bien, las menos. La mayoría no te van a dejar poso, nunca. Y algunas son espantosas. Ese grupo de espectadores se ha visto abandonado por el cine en cierto sentido. Desasistido”. Es innegable que el séptimo arte no tiene hoy la importancia que tuvo para otras generaciones. El cine fue un acontecimiento que generaba un lazo social, un espacio para la escucha y la palabra, un lugar donde era posible propiciar un debate sobre la vida. El guionista y creador de “El Ministerio del Tiempo” Javier Olivares va más allá y llega a preguntarse en un reciente artículo si la ficción en abierto ha muerto: “Nunca se ha visto menos televisión en abierto y cada dato nuevo indica que sigue bajando su audiencia. Como consecuencia, el negocio se ha mudado a otro escenario”. Es cierto que el público fue abandonando una ficción “tradicional”. Las series son desde hace tiempo la primera referencia cultural global. Algunas como “The Wire” y “Los Soprano” han adquirido una relevancia que perdura con el tiempo. Respecto a España, Olivares asegura que hace ya años que “se hablaban de series que no se podían ver aquí. Lo que demostraba que el espectador (que ya iba abandonando a la ficción tradicional) las veía bajándolas de internet”.
Todas estas cuestiones relativas al cambio de paradigma nos aturden, pero, pensando en el séptimo arte, conviene reflexionar sobre la desaparición del cine de clase media. Esto que ha ocurrido en tantas otras cosas, en el cine es especialmente flagrante. Ocaña entiende que ese cine – que yo llamo de clase media – “la película comercial, pero con solidez narrativa, solidez artística, temas adultos, con cierta complejidad y protagonizada por rostros conocidos, sobre todo estrellas del cine norteamericano” está en riesgo de desaparición. Mientras que por otro lado se siguen produciendo blockbuster (películas de terror, las sagas de superhéroes, Star Wars, etc) u otras películas de autor o vanguardia que se realizan con enorme esfuerzo, sin apenas presupuesto, pensadas para un público minoritario. Las palabras de Ocaña podrían hacernos pensar sobre cuál puede ser la evolución del modelo en que nos encontramos y qué tipo de cine merece especial ayuda. El espectador medio se queda en casa, como afirma Ocaña, para ver series en la intimidad. Creo que lo que dice sobre las series es discutible, pero merece la pena citarle: “… en las series sí hay algo de policíaco, algo de thriller. Narrativamente tienen el relato, pero artísticamente no te acuerdas de una imagen de una serie. No te queda poso visualmente. No tiene ese poso artístico del cine…”.
No deja de ser paradójico que el público consume más productos audiovisuales que nunca antes y sin embargo, las condiciones materiales de los guionistas sean cada vez peores. Acudir al cine, al teatro, a un museo… tiene algo de ritual. Puede que ese rito se pierda por razones diversas, pero los críticos y los profesores de audiovisual tenemos la responsabilidad de filtrar y difundir aquello que realmente merece la pena. En este momento se abre un nuevo problema. ¿Qué papel va a jugar la Inteligencia Artificial en esta industria? El sector debe afrontar desde ya la implantación de la Inteligencia Artificial generativa en los procesos creativos. La Asociación de Guionistas ha propuesto regular el uso de material producido a través de la inteligencia artificial o tecnologías similares. Así lo explican Noam Scheiber y John Koblin en este artículo publicado en el New York Times titulado “Será un chatbot el que escriba la próxima “Succession”?”
La precariedad laboral y las nuevas tecnologías parecen abocarnos a eso que el portavoz de “El Jacobino” Guillermo del Valle define como “neo-feudalismo tecnológico”. El tiempo dirá.