Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo / BORIS ROESSLER - EP

Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo / BORIS ROESSLER - EP

Opinión

Es de mal gusto vestir tan bien

9 mayo, 2023 05:00

En la coronación de Carlos III, el peor vestido era el nuevo rey. No hay cuerpo suficiente para lucir tanto atavío, menos aún para el rey británico, que no tiene talle para cargar con tanto paño. Para vestir capa de armiño hay que tener un cuerpo recio, como los reyes de la baraja que miran impasibles al infinito y que se ve que están acostumbrados al atuendo. A Carlos III se le vio medroso y apocado. Creíamos que el peso de la púrpura era una metáfora, pero el soberano británico dio muestras de que es un hecho bien cierto y por eso se emperifolló para el día de la coronación y, ya, nunca más.

A Carlos I de Inglaterra y a Luis XVI de Francia y al zar Nicolás II les hubiera ido mejor vistiendo más modestamente

Hace ya siglos que los reyes no visten de rey. Lo más que hacen es ponerse un uniforme y un fajín y un Toisón de Oro y, eso, en los días más señalados, que, por lo demás, visten de traje como los dependientes de El Corte Inglés. A Carlos I de Inglaterra y a Luis XVI de Francia y al zar Nicolás II les hubiera ido mejor vistiendo más modestamente. Ya hace tiempo que los monarcas se han dado cuenta de que vestir con tanto boato conduce a la muerte por decapitación y por eso prefieren vestir más discretamente.

La Revolución Francesa cambió los hábitos de vestir y se igualó la etiqueta para que nadie se distinguiera demasiado. Se simplificaron los cortes y los colores y, así, todo es más gris y más sombrío, pero se decapita menos. Gustavo Petro no lo ha entendido y se ha tomado la libertad de vestir distinto en una cena de gala a la que le invitó el rey Felipe. Petro no entendió que lo de vestir frac se inventó para que el rey vistiera como todos los demás, pero él ha querido llamar la atención y vestir diferente que es algo que antes hacían los reyes y que ahora lo hace quien se puede tomar la libertad de vestir como le dé la gana porque es presidente de una república o porque ha ganado un emmy. Así, los presidentes de las repúblicas incurren en el mismo error que antes incurrían los reyes, que es vestir distinto a los demás.

Mohamed VI parece que compartiera sastre con el cómico José Corbacho. Pero el rey marroquí tiene el cuidado de vestir con chilaba o traje, como sus súbditos, cuando está de trabajo y reserva el vestuario de colores para cuando está de fiesta. Gana la discreción. Ya se vió lo que le ocurrió a Gadafi, que era un sátrapa de atuendo fastuoso y chilabas multicolor.

Así lo han entendido incluso las de Podemos, que han guardado los vaqueros y las camisetas del Ché para los mítines y van al Congreso con traje chaqueta

La cosa es no llamar la atención. Así lo han entendido incluso las de Podemos, que han guardado los vaqueros y las camisetas del Ché para los mítines y van al Congreso con traje chaqueta. Doña Letizia, espectacular de rosa vestida de Carolina Herrera, sabe que para lo común toca vestirse más discreta y, en ocasiones, con prendas de Zara.

Quien no ha entendido esto es Christine Lagarde. La presidenta del Banco Central Europeo viste como para ir a una coronación en cada jornada laboral. No procede. Lagarde es presidenta del BCE desde 2019 y arrancó el ejercicio de su cargo ofreciendo dinero por prestar dinero. Durante varios años, como ya había hecho su predecesor, abarató el precio del crédito hasta el punto de que el euro comenzó a valer poco, tan poco, que había que pagar más por cada cosa que se compraba. Lagarde es responsable directa de la inflación, como lo fue Mario Draghi antes que ella.

Ahora, Lagarde quiere corregir su error aplicando la política monetaria contraria a la que había seguido hasta ahora y que ha conducido al encarecimiento del crédito hasta el 3,75%, cuando el verano pasado estaban al 0’00%.

Lagarde, con sus 421.300 euros de sueldo no repara en gastos de vestuario. Y ahí está lo malo

La semana pasada, cuando Lagarde salió a contar que el tipo de interés subía otro cuartillo lo hizo tan elegante como siempre. Vestida de Chanel o de Dior, Lagarde va siempre impecable, tan morena, tan delgada, tan vistosa ella. Lagarde, con sus 421.300 euros de sueldo no repara en gastos de vestuario. Y ahí está lo malo.

No es de buen gusto vestir tan bien cuando las decisiones que tomas hacen que los demás tengan que vestir peor. No es de buen gusto porque hace que quienes pagan los trajes se hagan más conscientes de que pagan esos trajes y esas blusas y esas sedas que tan sofisticadamente viste Lagarde.

Christine Lagarde, con su falta de gusto, al vestir tan bien, da sentido y hace comprender las virtudes del traje oscuro, del discreto guardarropa del banquero, al que se le podrá culpar de lo mismo que a la presidenta del BCE, pero que, al menos, no nos deslumbra con los oropeles que hemos tenido que pagar los demás.