Un país a dos velocidades
La pandemia del COVID supuso un importante cambio de algunos de nuestros hábitos cotidianos. Durante unos meses, la movilidad urbana e interurbana se paralizó casi por completo y, posteriormente, la persistencia del virus hizo que muchas personas abandonaran el transporte público por no considerarlo seguro. Afortunadamente, esta tendencia se está revirtiendo gracias, entre otras cosas, a iniciativas como los abonos más baratos o incluso gratuitos para los desplazamientos en tren. Hace unos días se publicaban unos datos espectaculares del aumento de desplazamientos en tren en los 8 meses de vigencia de esta medida.
En este período se ha evitado que más de 8,5 millones de desplazamientos interurbanos en España se hayan realizado en coche privado, dicho de otra manera, más de 35.000 coches no han salido cada día de su aparcamiento habitual. Este simple cambio de costumbres ha posibilitado que se dejen de emitir a la atmósfera más de 112.000 toneladas de CO2, ya que, como ya le hemos contado alguna vez, el ferrocarril es el modo de transporte menos contaminante, sólo 14 gramos de CO2 por viajero y kilómetro frente a los 285 del avión o los 104 del coche. Es más que evidente que la necesaria descarbonización del transporte, y no sólo del de viajeros, pasa por un impulso decidido del tren.
El ferrocarril es el modo de transporte menos contaminante, sólo 14 gramos de CO2 por viajero y kilómetro frente a los 285 del avión o los 104 del coche
Mientras conocíamos estos esperanzadores datos de la movilidad ferroviaria en un país que tiene la segunda red de alta velocidad más extensa del mundo, tras China, con 3.762 km que conectan ya 28 provincias, Euskadi sigue viajando en “locomotora de carbón”. Algunos de ustedes recordarán que hace apenas 2 años ya hablábamos en esta sección del monumental retraso de la alta velocidad en Euskadi. Después de más de 3 décadas de espera y 16 años de trabajos, sigue sin inaugurarse ni un solo tramo de esa isla ferroviaria que se denomina Y vasca. Digo isla, porque si la conexión entre las 3 capitales vascas va lenta, la última fecha dada es el 2027, ni les cuento la unión con la meseta por Burgos o la conexión con Francia hasta Dax.
La primera está todavía con la redacción del proyecto y el tramo francés no entra en las prioridades de su gobierno, que lo ha retrasado hasta 2042, aunque la Unión Europea acaba de amenazarle con retenerle fondos comunitarios si no lo agiliza. Enfado, desesperación y resignación es lo único que nos queda a los sufridos viajeros vascos que padecemos un servicio de tren casi tercermundista, y no lo digo sólo por la ausencia de AVE, sino también por la escasez de servicios de media y larga distancia ofertados por RENFE que hace que sea toda una odisea plantearse ir a cualquier lugar de la península en tren.
Después de más de 3 décadas de espera y 16 años de trabajos, sigue sin inaugurarse ni un solo tramo de esa isla ferroviaria que se denomina Y vasca
En Euskadi sólo el 5,8% de su población se mueve en tren o en tranvía frente al 39,8% que lo hace en vehículo privado, una cifra que ha crecido un 4,5% desde 2016. Esto significa que más de 2,5 millones de desplazamientos diarios en la CAPV se hacen en coches particulares, generando unas importantes emisiones de gases efecto invernadero que se podían haber evitado, en una parte muy importante, si contáramos ya con una conexión ferroviaria de calidad, tanto en infraestructuras como en servicios. Dice Manel Ferri, patrono de la Fundación Movilidad Sostenible, que “en España no faltan vías, faltan trenes”, en Euskadi faltan vías y trenes y una apuesta real y decidida de todos los partidos políticos por impulsar de una vez por todas el ferrocarril como modo de transporte interurbano prioritario para viajeros y también para mercancías.
Ejemplos en Europa hay muchos en los que reflejarse, como el de Suiza que obliga a sacar una parte muy importante del tráfico de mercancías de sus carreteras o Alemania que acaba de aprobar un abono de tarifa plana para todos los trenes del país de 49 euros mensuales.
En 2021 más de 224.000 viajeros volaron desde Bilbao u Hondarribia a Madrid, un trayecto que se podría hacer cómodamente en 2,5 horas o poco más desde cualquiera de las 2 capitales en alta velocidad. Un viajero que utilice el tren emite 20 veces menos de C02 que uno que lo haga en avión.
Un viajero que utilice el tren emite 20 veces menos de C02 que uno que lo haga en avión
Inevitablemente tenemos que restructurar nuestra forma de movernos para ser más eficientes y más sostenibles y esto pasa por abordar de forma sería tres cuestiones esenciales. La primera, activar cuanto antes la conexión de alta velocidad entre las 3 capitales vascas y, posteriormente, con Madrid y Francia. La segunda pasa por modernizar y adecuar la red actual para potenciar las conexiones interurbanas internas en la CAPV a través de la vía férrea convencional, con más y mejores servicios. Por último, es necesario eliminar de nuestras abarrotadas carreteras y autopistas una parte importante del tráfico de mercancías para incorporarlo al tren.
Sé que estas cuestiones no son fáciles de abordar, pero también sé que el actual modelo es totalmente insostenible. Euskadi no se puede permitir que los desplazamientos en vehículo privado sigan aumentando, incluso aunque esos coches vayan siendo cada vez más eléctricos. Un país avanzado se mide, entre otras cosas, por la calidad de su transporte público y todavía nos queda mucho camino por recorrer, especialmente en los desplazamientos por vía férrea. No volvamos a perder este tren otra vez, en plena transformación de nuestra economía para adaptarla al cambio climático y a la agenda verde europea, el sector del transporte es fundamental para lograr los objetivos deseados. Ojalá que dejemos pronto de ser un país a 2 velocidades.