PP y Vox alcanzan un preacuerdo para formar un gobierno de coalición en la Comunidad Valenciana / JORGE GIL - EP

PP y Vox alcanzan un preacuerdo para formar un gobierno de coalición en la Comunidad Valenciana / JORGE GIL - EP

Opinión

Los conceptos alterados

23 junio, 2023 05:00

Estamos acostumbrados a oír que lo que no se nombra no existe, pero prestar atención a cómo se nombran las cosas es más importante porque a la larga determinará cómo se orienta la acción política. Como explica la politóloga Silvia Pérez en una publicación sobre las implicaciones de los relatos de las políticas públicas, los conceptos que utilizamos en nuestro lenguaje no están solo destinados a describir realidades, también son determinantes porque orientan la actuación política. Y es que tanto el lenguaje como la acción están cargados de claras implicaciones políticas.

Los conceptos se cargan de sentido en el curso de la contienda política, y sobre todo en un contexto de campaña electoral. Existen sentidos, significados móviles en negociación constante, en constante pugna para que unos ganen dominancia frente a otros.

Esta semana, como consecuencia del acuerdo de gobierno de la Generalitat Valenciana entre PP y VOX, el debate político se ha visto agitado por la irrupción de dos términos en disputa: «violencia de género» vs «violencia doméstica», dos términos antagónicos por cómo se entiende la violencia que sufren las mujeres.

«Violencia de género» vs «violencia doméstica», dos términos antagónicos por cómo se entiende la violencia que sufren las mujeres

Los conceptos contienen significado y también acciones. Los relatos políticos son prácticas que según como se formulen dirigen su actuación hacia unos sujetos, mientras que otros quedan invisibilizados, bien porque no interesa o porque no son objeto de esa política pública concreta. Por lo tanto, en la construcción de los relatos políticos se define cuál es el sujeto de las políticas públicas —el sujeto al que se otorga visibilidad y recursos— y cuáles son los sujetos a los que el relato margina o cuyas necesidades quedan expulsadas del debate y de la acción.

Por eso el debate entre «violencia de género» y «violencia doméstica» se de en campaña electoral – si bien es doloroso porque nos lleva de vuelta a debates del pasado que pensábamos superados –, porque es el momento en el que los partidos se ubican en un lugar u en otro, en una respuesta o en otra, en función de la apuesta terminológica que hagan sobre los diferentes asuntos públicos.

El término «violencia de género» resalta el componente estructural de la violencia contra las mujeres, supone entender la situación como un problema social, que requiere de respuestas públicas y colectivas, que involucren a todos los estamentos de la sociedad; mientras que el término «violencia doméstica», entiende la violencia hacia las mujeres como un problema familiar, que se resuelve desde el ámbito de la familia, que no se basa en situaciones de desigualdad y que no requiere cambios estructurales ni compromiso sociales o colectivos. Es una concepción – el de la «violencia doméstica» que ignora que las mujeres sufren violencia en el trabajo, en la calle o en relaciones personales y afectivas extra familiares, más allá del ámbito doméstico.

El concepto de «violencia doméstica» ignora que las mujeres sufren violencia en el trabajo, en la calle o en relaciones personales y afectivas extra familiares, más allá del ámbito doméstico

Los conceptos son términos dinámicos, que se amplían y se modifican para incorporar realidades nuevas, para incorporar a quien está excluido, pero recuperar términos superados, que nos encierran en lo privado, que no visibilizan que la violencia hacia las mujeres se da más allá de la que se sufre entre cuatro paredes, nos lleva a una sociedad gris, sin luz, que no progresa, sino que retrocede, que no es más libre, sino más oscura. No lo olvidemos, la «violencia doméstica» no existe, existe la «violencia género».