Tracking, cocina, inexactitudes y periodistas
He perdido la cuenta de cuántas encuestas preelectorales he leído en los últimos meses. Cuando después del 28 de mayo pensábamos que nos las habíamos quitado de encima por una temporada, Pedro Sánchez convocó unas elecciones generales que nos han llevado a aprender un poco más sobre esos sondeos de opinión. Y nos han servido para ir un paso más allá, para saber que no solo podemos tener una estimación de voto cada varios días sino que diariamente hemos asistido a los ya famosos “trackings”. Como suele ser habitual hemos sustituido el nombre de esos sondeos continuados, que se diría en español, por el anglicismo tracking.
¿Qué no les suena la palabreja? Menos mal que tenemos a la Fundéu, la Fundación del Español Urgente, para sacarnos de dudas. Dice que en demoscopia, el tracking es un tipo específico de sondeo que parte de una muestra inicial con un número determinado de ciudadanos, que se actualiza a diario, eliminando cierto número de entrevistas y sustituyéndolas por otras diferentes. El sistema permite seguir el estado de opinión sobre algo sin necesidad de partir de una muestra nueva completamente cada vez.
Los medios, siempre tan a la vanguardia, han utilizado el término con absoluta naturalidad y sin explicación. Por eso está bien recurrir a quienes se ocupan de la lengua para que nos den alternativas. Encuesta de seguimiento, sondeo continuo o sondeo continuado serían términos correctos.
Aclarado el ya manido concepto vuelvo al inicio, a la ingente cantidad de sondeos que nos han colado desde todos los frentes. La pregunta a la que me enfrento cada vez que llega uno nuevo es si puedo fiarme de sus resultados. No de si están bien o mal hechos porque la profesionalidad de quienes los elaboran está fuera de toda duda, casi siempre. Lo que me genera incertidumbre es eso que llaman “cocina” de los datos y que lleva nuestra intención de voto a un lado u otro. Y sobre todo, debe de ser deformación profesional, me preocupa que profesionales periodistas sigan el juego a esta o aquella formación política.
Decía ese gran compañero que es Ramón Lobo en uno de sus tuits que en el periodismo anglosajón es impensable que los y las profesionales puedan ser identificados con uno u otro partido. En España lo sorprendente es que no se les reconozca. No hay más que haber seguido algunas entrevistas y debates que se han hecho a los candidatos en los medios. Estaría bien que ya que utilizamos anglicismos para referirnos a, por ejemplo, los sondeos continuos, imitásemos el proceder sus periodistas e hiciésemos mejor nuestro trabajo, es decir, sin presiones y sin querer aupar a unos y hundir a otros. Vamos, que mordamos la mano que nos da de comer si es necesario para informar de manera veraz.
Pero cuando parecía que estaba todo perdido, llegó ella. La periodista Silvia Intxaurrondo hizo su trabajo como ya lo había hecho con la Presidenta Ayuso durante la pandemia, y repreguntó, dio datos, puso evidencias sobre la mesa y el presidenciable Feijóo acabó por mentir, o como él lo interpreta, dijo algo inexacto. Lo sorprendente de todo esto es que la propia FAPE, la Federación de Asociaciones de Periodistas Españoles, tuviese que salir a defender a la profesional ante la cascada de críticas tanto dentro como fuera de la profesión. Parece que para algunos profesionales es más grave repreguntar que mentir. Intxaurrondo se la jugó poniendo contra las cuerdas a la Presidenta de la Comunidad de Madrid entonces y se la ha jugado ahora al evidenciar las falsedades del candidato popular. Entonces le costó el puesto en Tele Madrid. ¿Qué pasará si el PP gana las elecciones? Blanco y en botella o mucho me equivoco. Eso sí, el trabajo de la periodista vasca nos ha dejado tranquilas a todas las profesionales que intentamos hacer nuestro trabajo huyendo de los PC, que para quien no lo sepan, es lo que en algunos medios tus jefes dicen que hay que hacer “por cojones”. También en estos tiempos, sí.
Dejando de lado las encuestas, tan favorables al PP y tan desfavorables para el PSOE, salvo la del CIS, como siempre, si tengo que hacer un “tracking” de campaña diría que más o menos está a punto de finalizar como empezó. Los populares favoritos han utilizado especialmente la ley conocida como la del sí es sí para atacar a los socialistas. Como viene siendo habitual, también han continuado utilizando el terrorismo, bendita desaparición, como elemento cazavotos y han querido alejarse de quienes ya se han convertido en sus socios en ayuntamientos y gobiernos de muchos lugares de España. Y la revalorización de las pensiones se ha convertido en el término maldito para los populares. Por su parte, los socialistas han jugado la baza del pacto entre la ultraderecha y el PP como elemento fundamental de su campaña y se han apoyado en datos laborales y económicos para pedirnos el voto.
A estas alturas aún quedan indecisos que son quienes pueden inclinar la balanza a un lado u otro a pesar de que únicamente la encuesta del CIS de margen para la esperanza a los socialistas. Eso sí, sondeos, trackings, encuestas y demás aparte, voten en conciencia, voten útil. Nos va mucho en ello.