El lehendakari, Iñigo Urkullu, tiene "varias fechas" para convocar las elecciones autonómicas pero todavía prefiere no desvelar cuál es la elegida. Se mantiene así la incógnita, un tanto pesada ya, seamos sinceros, por conocer el día en que los ciudadanos decidiremos en las urnas el futuro de Euskadi.
Resulta cansino este enigma, casi ya convertido en agonía, insisto, porque alargar el juego sobre la fecha parece no tener sentido cuando la legislatura está más que amortizada. Afirmaba el lehendakari este lunes, en un acto organizado por el diario 'Deia' al que acudieron decenas de personalidades y donde se percibía el sabor a despedida, que quedan cuatro leyes por aprobarse, entre ellas la de Transición Energética y Cambio Climático.
Agregaba además, como ya hizo días atrás, que en 2020 los comicios autonómicos deberían haberse celebrado el 5 de abril, aunque se pospusieron hasta julio por la explosión de la pandemia de coronavirus. Enfatizaba Urkullu ese día de abril de forma que parecía, una vez más, que lo más probable es que él, que es quien tiene la prerrogativa de hacerlo, convoque las elecciones en febrero, ya aprobadas las citadas normas, para que votemos en abril, después de Semana Santa.
A nadie se le escapa que esta legislatura está moribunda, que ninguna de esas leyes a punto de aprobarse van a cambiar el mundo y que seguramente lo mejor es que los ciudadanos sepan ya cuándo tendrán que votar, aunque sea para organizarse la vida si es preciso. Sobre todo, además, porque todos sabemos que Urkullu no seguirá en el cargo
Podría argüirse con cierta razón que todo este embrollo de la fecha electoral es sólo un empeño de los periodistas, que somos tan pesados como impacientes. Claro que, siendo eso cierto, a nadie se le escapa que esta legislatura está moribunda, que ninguna de esas leyes a punto de aprobarse van a cambiar el mundo y que seguramente lo mejor es que los ciudadanos sepan ya cuándo tendrán que votar, aunque sea para organizarse la vida si es preciso. Sobre todo, además, porque todos sabemos que Urkullu no seguirá en el cargo.
Por cierto, el elegido por el PNV para sustituir al lehendakari, Imanol Pradales, estaba en este acto del lunes. Urkullu, siempre elegante, al César lo que es del César, le dedicó unas cariñosas palabras a su pupilo, "brillante alumno" en tiempos pasados. "Es una gran persona y un magnífico representante de lo que debe ser la política". Momento también muy aplaudido por la concurrencia.
Lo mejor es que Urkullu aclare ya, aunque no convoque todavía, la fecha de estas elecciones que, como demuestra la reciente encuesta de este diario, se presentan más emocionantes que nunca. Es bueno acabar con incertidumbres y clarificar el panorama. Y las despedidas, como lo bueno, si son breves, mucho mejor.
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